Alyssa Potter y El Cáliz de Fuego

CAPITULO DIECISÉIS

—¡No me lo puedo creer! —exclamó Ron asombrado cuando los alumnos de Hogwarts, formados en fila, volvíamos a subir la escalinata tras la comitiva de Durmstrang—. ¡Krum, Allie! ¡Es Viktor Krum!  

—¡Ron, por Dios, no es más que un jugador de quidditch! —exclamó Hermione.  

—¿Nada más que un jugador de quidditch? —repitió Ron, mirándola como si no pudiera dar crédito a sus oídos—. ¡Es uno de los mejores buscadores del mundo, Hermione! ¡Nunca me hubiera imaginado que aún fuera al colegio!  

—Debe ser su último año—Comentó Will.  

Cuando volvíamos a cruzar el vestíbulo con el resto de los estudiantes de Hogwarts, de camino al Gran Comedor, vi a Lee Jordan dando saltos en vertical para poder distinguir la nuca de Krum. Unas chicas de sexto revolvían en sus bolsillos mientras caminaban.  

—¡Ah, es increíble, no llevo ni una simple pluma! ¿Crees que accedería a firmarme un autógrafo en el sombrero con mi lápiz de labios?  

—¡Pero bueno! —bufó Hermione muy altanera al adelantar a las chicas, que habían empezado a pelearse por el lápiz de labios.  

—Voy a intentar conseguir su autógrafo —dijo Ron—. No llevarás una pluma, ¿verdad, Allie?  
—Lo lamento Ron pero las dejé todas en la mochila —contesté con pena. La verdad era que yo también quería su autógrafo. 

Nos dirigimos a la mesa de Gryffindor. Ron puso mucho interés en sentarse orientado hacia la puerta de entrada, porque Krum y sus compañeros de Durmstrang seguían amontonados junto a ella sin saber dónde sentarse. Los alumnos de Beauxbatons se habían puesto en la mesa de Ravenclaw y observaban el Gran Comedor con expresión crítica. Tres de ellos se sujetaban aún bufandas o chales en torno a la cabeza.  

—No hace tanto frío —dijo Hermione, molesta—. ¿Por qué no han traído capa?  

—Francia debe ser más cálido.. 

—¡Aquí! ¡Ven a sentarte aquí! —decía Ron entre dientes—. ¡Aquí! Hermione, hazte a un lado para hacerle sitio...  

—¿Qué?  

—Demasiado tarde —se lamentó Ron con amargura.  

Viktor Krum y sus compañeros de Durmstrang se habían colocado en la mesa de Slytherin. Vi que Malfoy, Crabbe y Goyle parecían muy ufanos por este hecho. En el instante en que miró, Malfoy se inclinaba un poco para dirigirse a Krum.  

—Sí, muy bien, hazle la pelota, Malfoy —gruñó Ron de forma mordaz—. Apuesto algo a que Krum no tarda en calarte... Seguro que tiene montones de gente lisonjeándolo todo el día... ¿Dónde creen que dormirán? Podría hacerle sitio en mi dormitorio... No me importaría dejarle mi cama: yo puedo dormir en una plegable.  

Hermione exhaló un sonoro resoplido.  

—Parece que están mucho más contentos que los de Beauxbatons — dijo Will estudiándolos. 

Los alumnos de Durmstrang se quitaban las pesadas pieles y miraban con expresión de interés el negro techo lleno de estrellas. Dos de ellos cogían los platos y las copas de oro y los examinaban, aparentemente muy impresionados.  

En el fondo, en la mesa de los profesores, Filch, el conserje, estaba añadiendo sillas. Como la ocasión lo merecía, llevaba puesto su frac viejo y enmohecido. Me sorprendí de verlo añadir cuatro sillas, dos a cada lado de Dumbledore.  

—Pero sólo hay dos profesores más —me extrañé—. ¿Por qué Filch pone cuatro sillas? ¿Quién más va a venir?  
—¿Eh? —dijo Ron un poco ido. Seguía observando a Krum con avidez.  

Habiendo entrado todos los alumnos en el Gran Comedor y una vez sentados a las mesas de sus respectivas casas, empezaron a entrar en fila los profesores, que se encaminaron a la mesa del fondo y ocuparon sus asientos. Los últimos en la fila eran el profesor Dumbledore, el profesor Karkarov y Madame Maxime. Al ver aparecer a su directora, los alumnos de Beauxbatons se pusieron inmediatamente en pie. Algunos de los de Hogwarts se rieron. El grupo de Beauxbatons no pareció avergonzarse en absoluto, y no volvió a ocupar sus asientos hasta que Madame Maxime se hubo sentado a la izquierda de Dumbledore. Éste, sin embargo, permaneció en pie, y el silencio cayó sobre el Gran Comedor.  

—Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes — Dumbledore les dirigía una gran sonrisa a los estudiantes extranjeros—. Es para mí un placer darles la bienvenida a Hogwarts. Deseo que su estancia aquí les resulte al mismo tiempo confortable y placentero, y confío en que así sea.  

Una de las chicas de Beauxbatons, que seguía aferrando la bufanda con que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva. 

—¡Nadie te obliga a quedarte! —susurró Hermione, irritada con ella.  

—El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete —explicó Dumbledore—. ¡Ahora les invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvieran en su casa!  

Se sentó, y vi que Karkarov se inclinaba inmediatamente hacia él y trababan conversación.  
Como de costumbre, las fuentes que teníamos delante se llenaron de comida. Los elfos domésticos de las cocinas parecían haber tocado todos los registros. Ante nosotros teníamos la mayor variedad de platos que hubiera visto nunca, incluidos algunos que eran evidentemente extranjeros.  

—¿Qué es esto? —preguntó Ron, señalando una larga sopera llena de una especie de guiso de marisco que había al lado de un familiar pastel de carne y riñones.  

—Bullabesa —repuso Hermione.  

—Por si acaso, tuya —replicó Ron.  

Will y yo reímos bajito. 

—Es un plato francés —explicó Hermione girando los ojos—. Lo probé en vacaciones, este verano no, el anterior, y es muy rica.  

—Te creo sin necesidad de probarla —dijo Ron sirviéndose pastel.  

El Gran Comedor parecía mucho más lleno de lo usual, aunque había tan sólo unos veinte estudiantes más que de costumbre. Quizá fuera porque sus uniformes, que eran de colores diferentes, destacaban muy claramente contra el negro de las túnicas de Hogwarts. Una vez desprendidos de sus pieles, los alumnos de Durmstrang mostraban túnicas de color rojo sangre.  



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En el texto hay: hogwarts, cáliz de fuego, potter

Editado: 15.04.2020

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