Alyssa Potter y El Cáliz de Fuego

CAPITULO VEINTIOCHO

El domingo después de desayunar, los chicos y yo fuimos a la lechucería para enviar una carta a Percy, preguntándole, como Sirius nos había sugerido, si había visto a Crouch recientemente. Utilizamos a Hedwig, porque hacía tiempo que no le encomendaban ninguna misión. Después de observarla perderse de vista desde las ventanas de la lechucería, bajamos a las cocinas para entregar a Dobby sus calcetines nuevos.  
Los elfos domésticos nos dispensaron una cálida acogida, haciendo reverencias y apresurándose a prepararnos un té. Dobby se emocionó con el regalo.  

—¡Alyssa Potter es demasiado buena con Dobby! —chilló, secándose las lágrimas de sus enormes ojos.  

—Me salvaste la vida con esas branquialgas, Dobby, de verdad —dije con una sonrisa—Es lo menos que puedo hacer. 

—¿No hay más pastelitos de nata y chocolate? —preguntó Ron, paseando la vista por los elfos domésticos, que no paraban de sonreír ni de hacer reverencias.  

—¡Acabas de desayunar! —dijo Hermione enfadada, pero entre cuatro elfos ya le habían llevado una enorme bandeja de plata llena de pastelitos.  

—Deberíamos pedir algo de comida para mandarle a Hocicos —murmuró Will.  

—Buena idea —dijo Ron—. Hay que darle a Pig un poco de trabajo. ¿No podrían proporcionarnos algo de comida? —preguntó a los elfos que había alrededor, y ellos se inclinaron encantados y se apresuraron a llevarnos más.  

—¿Dónde está Winky, Dobby? —quiso saber Hermione, que había estado buscándola con la mirada.  

—Winky está junto al fuego, señorita —repuso Dobby en voz baja, abatiendo un poco las orejas.  

—¡Dios mío!  

También miré hacia la chimenea. Winky estaba sentada en el mismo taburete que la última vez, pero se hallaba tan sucia que se confundía con los ladrillos ennegrecidos por el humo que tenía detrás. La ropa que llevaba puesta estaba andrajosa y sin lavar. Sostenía en las manos una botella de cerveza de mantequilla y se balanceaba ligeramente sobre el taburete, contemplando el fuego. Mientras la mirábamos, hipó muy fuerte.  

—Winky se toma ahora seis botellas al día —me susurró Dobby.  

—Bueno, no es una bebida muy fuerte —comenté.  

Pero Dobby negó con la cabeza.  

—Para una elfina doméstica sí que lo es, señorita —repuso.  

Ella volvió a hipar. Los elfos que les habían llevado los pastelitos le dirigieron miradas reprobatorias mientras volvían al trabajo.  

—Winky está triste, Alyssa Potter —dijo Dobby apenado—. Quiere volver a su casa. Piensa que el señor Crouch sigue siendo su amo, señorita, y nada de lo que Dobby le diga conseguirá persuadirla de que ahora su amo es Dumbledore.  

De repente, tuve una idea brillante.  

—Eh, Winky —la llamé, yendo hacia ella e inclinándome para hablarle—, ¿tienes alguna idea de lo que le pasa al señor Crouch? Porque ha dejado de asistir al Torneo de los tres magos.  

Winky parpadeó y clavó en mi sus enormes ojos. Volvió a balancearse ligeramente y luego dijo:  

—¿El... el amo ha... dejado... ¡hip!... de asistir?  

Les lancé una mirada a mis amigos, quienes me devolvían el gesto con expresión sorprendida. 

—Sí —dije con suavidad—, no lo hemos vuelto a ver desde la primera prueba. El Profeta dice que está enfermo.  

Winky se volvió a balancear, mirándome con ojos enturbiados por las lágrimas.  

—El amo... ¡hip!... ¿enfermo?  

Le empezó a temblar el labio inferior.  

—Pero no estamos seguros de que sea cierto —se apresuró a añadir Hermione.  

—¡El amo necesita a su... ¡hip!... Winky! —gimoteó la elfina—. El amo no puede ¡hip! apañárselas ¡hip! él solo.  

—Hay quien se las arregla para hacer por sí mismo las labores de la casa, ¿sabes, Winky? —le dijo Hermione severamente.  

—¡Winky... ¡hip!... no sólo le hacía... ¡hip!... las cosas de la casa al señor Crouch! —chilló Winky indignada, balanceándose más que antes y derramando cerveza de mantequilla por su ya muy manchada blusa—. El amo le... ¡hip!... confiaba a Winky todos sus... ¡hip!... secretos más importantes.  

—¿Qué secretos? —pregunté.  

Pero Winky negó rotundamente con la cabeza, derramándose encima más cerveza de mantequilla.  

—Winky le guarda... ¡hip!... los secretos a su amo —contestó con brusquedad, balanceándose más y poniéndome cara de pocos amigos—. Alyssa Potter quiere... ¡hip!... meter las narices en los asuntos ¡hip!... del amo. 

Retrocedía, sorprendida. No sabía si reír o no. 

—¡Winky no debería hablarle de esa manera a Alyssa Potter! —la reprendió Dobby enojado—. ¡Alyssa Potter es noble y valiente, y no quiere meter las narices en ningún lado!  

—Quiere meter las narices... ¡hip!... en las cosas privadas y secretas... ¡hip!... de mi amo... ¡hip! Winky es una buena elfina doméstica... ¡hip! Winky guarda sus secretos... ¡hip!... aunque haya quien quiera fisgonear... ¡hip!... y meter las narices. —Winky cerró los párpados y de repente, sin previo aviso, se deslizó del taburete y cayó al suelo delante de la chimenea, donde se puso a roncar muy fuerte. La botella vacía de cerveza de mantequilla rodó por el enlosado.  

Media docena de elfos domésticos corrieron hacia ella indignados. Mientras uno cogía la botella, los otros cubrieron a Winky con un mantel grande de cuadros y remetieron las esquinas, ocultándola.  

—¡Lamentamos que hayan tenido que ver esto, señores y señoritas! —dijo un elfo que tenían al lado y que parecía muy avergonzado—. Esperamos que no nos juzguen a todos por el comportamiento de Winky, señores y señoritas.  

—¡Se siente desgraciada! —replicó Hermione, exasperada—. ¿Por qué no intentan animarla en vez de taparla de la vista?  

—Le rogamos que nos perdone, señorita —dijo el elfo doméstico, repitiendo la pronunciadísima reverencia—, pero los elfos domésticos no tenemos derecho a sentirnos desgraciados cuando hay trabajo que hacer y amos a los que servir.  

—¡Por Dios! —exclamó Hermione enfadada—. ¡Escúchenme todos! ¡Tiene el mismo derecho que los magos a sentirse desgraciados! ¡Tienen derecho a cobrar un sueldo y a tener vacaciones y a llevar ropa de verdad! ¡No tiene por qué obedecer a todo lo que se les manda! ¡Fíjense en Dobby!  



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En el texto hay: hogwarts, cáliz de fuego, potter

Editado: 15.04.2020

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