Alyssa Potter y El Cáliz de Fuego

CAPITULO TREINTA Y TRES

Estoy dormida y esto debe ser una pesadilla. Una horrible pesadilla… 
Voldemort apartó la vista de mi y empezó a examinar su propio cuerpo. Las manos eran como grandes arañas blancas; con los largos dedos se acarició el pecho, los brazos, la cara. Los rojos ojos, cuyas pupilas eran alargadas como las de un gato, refulgieron en la oscuridad. Levantó las manos y flexionó los dedos con expresión embelesada y exultante. No hizo el menor caso de Colagusano, que se retorcía sangrando por el suelo, ni de la enorme serpiente, que otra vez había aparecido y daba vueltas alrededor de mi, emitiendo sutiles silbidos. Voldemort deslizó una de aquellas manos de dedos anormalmente largos en un bolsillo de la túnica, y sacó una varita mágica. También la acarició suavemente, y luego la levantó y apuntó con ella a Colagusano, que se elevó en el aire y fue a estrellarse contra la tumba a la que estaba atada. Cayó a mis pies y quedó allí, desmadejado y llorando. Voldemort volvió hacia mi sus rojos ojos, y soltó una risa sin alegría, fría, aguda que logró erizar terriblemente mi piel. 
La túnica de Colagusano tenía manchas sanguinolentas, pues éste se había envuelto con ella el muñón del brazo.  

—Señor... —rogó con voz ahogada—, señor... me prometió... me prometió... 

—Levanta el brazo —dijo Voldemort con desgana.  

—¡Ah, señor... gracias, señor...!  

Alargó el muñón ensangrentado, pero Voldemort volvió a reírse.  

—¡El otro brazo, Colagusano!  

—Amo, por favor... por favor...  

Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y vi algo en la piel, algo como un tatuaje de color rojo intenso: una calavera con una serpiente que le salía de la boca, la misma imagen que había aparecido en el cielo en los Mundiales de quidditch: la Marca Tenebrosa. Voldemort la examinó cuidadosamente, sin hacer caso del llanto incontrolable de Colagusano.  

—Ha retornado —dijo con voz suave—. Todos se habrán dado cuenta... y ahora veremos... ahora sabremos...  

Apretó con su largo índice blanco la marca del brazo de Colagusano.  

La cicatriz volvió a dolerme, y Colagusano dejó escapar un nuevo alarido. Voldemort retiró los dedos de la marca de Colagusano, y vi que se había vuelto de un negro azabache.  
Con expresión de cruel satisfacción, Voldemort se irguió, echó atrás la cabeza y contempló el oscuro cementerio.  

—Al notarlo, ¿cuántos tendrán el valor de regresar? —susurró, fijando en las estrellas sus brillantes ojos rojos—. ¿Y cuántos serán lo bastante locos para no hacerlo?  

Comenzó a pasear de un lado a otro ante Colagusano y a mí, barriendo el cementerio con los ojos sin cesar. Después de un minuto me volvió a mirar, y una cruel sonrisa torció su rostro de serpiente.  

—Estás sobre los restos de mi difunto padre, Alyssa —dijo con un suave siseo—. Era muggle y además idiota... como tu querida madre. Pero los dos han tenido su utilidad, ¿no? Tu madre murió para defenderte cuando eras tan solo un bebé... A mi padre lo maté yo, y ya ves lo útil que me ha sido después de muerto.  
Voldemort volvió a reírse. Seguía paseando, observándolo todo mientras andaba, en tanto la serpiente describía círculos en la hierba.  

—¿Ves la casa de la colina, Potter? En ella vivió mi padre. Mi madre, una bruja que vivía en la aldea, se enamoró de él. Pero mi padre la abandonó cuando supo lo que era ella: no le gustaba la magia.  
»La abandonó y se marchó con sus padres muggles antes incluso de que yo naciera, Potter, y ella murió dándome a luz, así que me crié en un orfanato muggle... pero juré encontrarlo... Me vengué de él, de este loco que me dio su nombre, Tom Riddle.  

Siguió paseando, dirigiendo sus rojos ojos de una tumba a otra.  

—Lo que son las cosas: yo reviviendo mi historia familiar... —dijo en voz baja—. Vaya, me estoy volviendo sentimental... ¡Pero mira, Alyssa! Ahí vuelve mi verdadera familia...  

El aire se llenó repentinamente de ruido de capas. Por entre las tumbas, detrás del tejo, en cada rincón umbrío, se aparecían magos, todos encapuchados y con máscara. Y uno a uno se iba acercando lenta, cautamente, como si apenas pudieran dar crédito a sus ojos. Voldemort permaneció en silencio, aguardando a que llegaran junto a él. Entonces uno de los mortífagos cayó de rodillas, se arrastró hacia Voldemort y le besó el bajo de la negra túnica.  

—Señor... señor... —susurró.  

Los mortífagos que estaban tras él hicieron lo mismo. Todos se le fueron acercando de rodillas, y le besaron la túnica antes de retroceder y levantarse para formar un círculo silencioso en torno a la tumba de Tom Riddle. De forma que Voldemort, Colagusano, que yacía en el suelo sollozando y retorciéndose, y yo quedamos en el centro. Dejaban huecos en el círculo, como si esperaran que apareciera más gente. Voldemort, sin embargo, no parecía aguardar a nadie más. Miró a su alrededor los rostros encapuchados y, aunque no había viento, un ligero temblor recorrió el círculo, haciendo crujir las túnicas.  

—Bienvenidos, mortífagos —dijo Voldemort en voz baja—. Trece años... trece años han pasado desde la última vez que nos encontramos. Pero siguen acudiendo a mi llamada como si fuera ayer... ¡Eso quiere decir que seguimos unidos por la Marca Tenebrosa!, ¿no es así?  

Echó atrás su terrible cabeza y aspiró, abriendo los agujeros de la nariz, que tenían forma de rendijas.  

—Huelo a culpa —murmuró—. Hay un hedor a culpa en el ambiente.  

Un segundo temblor recorrió el círculo, como si cada uno de sus integrantes sintiera la tentación de retroceder pero no se atreviera.  

—Los veo a todos sanos y salvos, con sus poderes intactos... ¡qué apariciones tan rápidas!... y me pregunto: ¿por qué este grupo de magos no vino en ayuda de su señor, al que juraron lealtad eterna?  
Nadie habló. Nadie se movió salvo Colagusano, que no dejaba de sollozar por su brazo sangrante.  



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En el texto hay: hogwarts, cáliz de fuego, potter

Editado: 15.04.2020

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