Alyssa Potter y El Prisionero de Azkaban

CAPITULO NUEVE

—Escuchen con atención—dijo Dumbledore con voz que parecía tranquila—Necesito que vayan en orden  al Gran Comedor. La profesora McGonagall se encargará de llevarlos y asegurarse que ninguno se desvíe.

Hubo cuchicheos entre todos. Los que estaban hasta atrás se ponían de puntillas para ver mejor el cuadro destrozado de la señora Gorda.

—Ya escucharon al director, síganme sin empujar—ordenó la profesora.

Ninguno quiso desobedecer, así que diez minutos después, los de Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin se unieron a nosotros. Todos parecían confusos.

El profesor Dumbledore mandó que los estudiantes de Gryffindor volvieran al Gran Comedor; donde se les unieron, diez minutos después, los de Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Todos parecían confusos.

—Los demás profesores y yo tenemos que llevar a cabo un rastreo por todo el castillo —explicó el profesor Dumbledore, mientras McGonagall y Flitwick cerraban todas las puertas del Gran Comedor—. Me temo que, por su propia seguridad, tendrán que pasar aquí la noche. Quiero que los prefectos monten guardia en las puertas del Gran Comedor y dejo de encargados a los dos Premios Anuales. Comuníquenme cualquier novedad — añadió, dirigiéndose a Percy, que se sentía inmensamente orgulloso—. Avísenme por medio de algún fantasma. —El profesor Dumbledore se detuvo antes de salir del Gran Comedor y añadió—: Bueno, necesitarán...

Con un movimiento de la varita, envió volando las largas mesas hacia las paredes del Gran Comedor. Con otro movimiento, el suelo quedó cubierto con cientos de mullidos sacos de dormir rojos.

—Felices sueños —dijo el profesor Dumbledore, cerrando la puerta.

El Gran Comedor empezó a bullir de excitación. Los de Gryffindor contaban al resto del colegio lo que acababa de suceder.

—¡Todos a los sacos! —gritó Percy—. ¡Ahora mismo, se acabó la charla! ¡Apagaré las luces dentro de diez minutos!

—Vamos —nos dijo Ron y me tomó del brazo. Cogimos cuatro sacos de dormir y nos los llevamos a un rincón.

—¿Creen que Black sigue en el castillo? —susurró Hermione con preocupación.

—Evidentemente, Dumbledore piensa que es posible —dijo Will con seriedad..

—Es una suerte que haya elegido esta noche, ¿se dan cuenta? —dijo Hermione, mientras se metíamos vestidos en los sacos de dormir y nos apoyábamos en el codo para hablar—. La única noche que no estábamos en la torre...

—Supongo que con la huida no sabrá en qué día vive —comentó Ron—. No se ha dado cuenta de que es Halloween. De lo contrario, habría entrado aquí a saco.

Hermione se estremeció.

A nuestro alrededor todos se hacían la misma pregunta:

—¿Cómo ha podido entrar?

—A lo mejor sabe cómo aparecerse —dijo un alumno de Ravenclaw que estaba cerca de nosotros—. Cómo salir de la nada.

—A lo mejor se ha disfrazado —dijo uno de Hufflepuff, de quinto curso.

—Podría haber entrado volando—sugirió Dean.

—Hay que ver; ¿es que soy la única persona que ha leído Historia de Hogwarts? —nos preguntó Hermione, perdiendo la paciencia.

—Casi seguro —dijo Ron—. ¿Por qué lo dices?

—Porque el castillo no está protegido sólo por muros —indicó Hermione—, sino también por todo tipo de encantamientos para evitar que nadie entre furtivamente. No es tan fácil aparecerse aquí. Y quisiera ver el disfraz capaz de engañar a los dementores. Vigilan cada una de las entradas a los terrenos del colegio. Si hubiera entrado volando, también lo habrían visto. Filch conoce todos los pasadizos secretos y estarán vigilados.

—¡Voy a apagar las luces ya! —gritó Percy—. Quiero que todo el mundo esté metido en el saco y callado.

Todas las velas se apagaron a la vez. La única luz venía de los fantasmas de color de plata, que se movían por todas partes, hablando con gravedad con los prefectos, y del techo encantado, tan hermosamente adornado de estrellas como el mismo cielo exterior.

Volteé hacia Will y lo encontré admirando el techo, pensativamente.

—¿Estás bien? —le susurré para que solo él pudiera escucharme.

Will suspiró profundamente y asintió.

—¿Y tú?

Me encogí de hombros.

—Eso creo.

No podía negar que comenzaba a asustarme. Sirius Black ya había burlado los dementores al escapar de Azkaban y suponía que entrar a un colegio no debía ser un problema para él. Miré de nuevo a Will y noté que él también tenía miedo. No lo culpaba, para él era más difícil este asunto que para cualquier otro porque Black seguía siendo su padre. Le tendí la mano para que la tomara. Will dudó un segundo pero terminó por apretarla suavemente.

—Vamos a estar bien—me prometió—Él no se te va a acercar.

No llegué a conciliar el sueño.

Cada hora aparecía por el salón un profesor para comprobar que todo se hallaba en orden. Hacia las tres de la mañana, cuando por fin se habían quedado dormidos muchos alumnos, entró el profesor Dumbledore. Vi que iba buscando a Percy, que rondaba por entre los sacos de dormir amonestando a los que hablaban. Percy estaba a corta distancia de nosotros y fingimos estar dormidos cuando se acercaron los pasos de Dumbledore.

—¿Han encontrado algún rastro de él, profesor? —le preguntó Percy en un susurro.

—No. ¿Por aquí todo bien?

—Todo bajo control, señor.

—Bien. No vale la pena moverlos a todos ahora. He encontrado a un guarda provisional para el agujero del retrato de Gryffindor. Mañana podrás llevarlos a todos.

—¿Y la Señora Gorda, señor?

—Se había escondido en un mapa de Argyllshire del segundo piso. Parece que se negó a dejar entrar a Black sin la contraseña, y por eso la atacó. Sigue muy consternada, pero en cuanto se tranquilice le diré al señor Filch que restaure el lienzo.

Oí crujir la puerta del salón cuando volvió a abrirse, y más pasos.

—¿Señor director? —Era Snape. Me quedé completamente inmóvil, aguzando el oído—. Hemos registrado todo el primer piso. No estaba allí. Y Filch ha examinado las mazmorras. Tampoco ha encontrado rastro de él.




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