Alyssa Potter y El Prisionero de Azkaban

CAPITULO TRECE

Parecía el fin de la amistad entre Ron y Hermione. Estaban tan enfadados que no veía ninguna posibilidad de reconciliarlos.

A Ron le enfurecía que Hermione no se hubiera tomado en ningún momento en serio los esfuerzos de Crookshanks por comerse a Scabbers, que no se hubiera preocupado por vigilarlo, y que todavía insistiera en la inocencia de Crookshanks y en que Ron tenía que buscar a Scabbers debajo de las camas.

Hermione, en tanto, sostenía con encono que Ron no tenía ninguna prueba de que Crookshanks se hubiera comido a Scabbers, que los pelos canela podían encontrarse allí desde Navidad y que Ron había cogido ojeriza a su gato desde el momento en que éste se le había echado a la cabeza en la tienda de animales mágicos.

En cuanto a mi, estaba convencida de que Crookshanks se había comido a Scabbers, y cuando intenté que Hermione comprendiera que todos los indicios parecían demostrarlo, ella se enfadó conmigo también.

—¡Ya sabía que te pondrías de parte de Ron! —chilló Hermione—. Primero la Saeta de Fuego, ahora Scabbers, todo es culpa mía, ¿verdad? Lo único que te pido, es que me dejen en paz. Tengo mucho que hacer.

Ron estaba muy afectado por la pérdida de su rata.

—Vamos, Ron. Siempre te quejabas de lo aburrida que era Scabbers — dijo Will poniendo una mano sobre su hombro.

—Y además llevaba mucho tiempo descolorido.—dijo Fred, con intención de animarlo— Se estaba consumiendo. Sin duda ha sido mejor para ella morir rápidamente. Un bocado... y no se dio ni cuenta.

—¡Fred! —exclamé indignada.

—Lo único que hacía era comer y dormir; Ron. Tú también lo decías — intervino George.

—¡En una ocasión mordió a Goyle! —dijo Ron con tristeza—. ¿Se acuerdan?

—Sí, es verdad —respondió Will.

—Fue su momento grandioso —comentó Fred, incapaz de contener una sonrisa—. La cicatriz que tiene Goyle en el dedo quedará como un último tributo a su memoria. Venga, Ron. Vete a Hogsmeade y cómprate otra rata. ¿Para qué lamentarse tanto?

—No puedo reemplazarla así de sencillo—musitó Ron abatido—Era de la familia.

Nadie supo qué decir ante la expresión de Ron. Aunque mi mejor amigo se quejara de su rata, él siempre le tuvo cariño en el fondo y perderla llegó a afectarlo mucho. No soportaba ver a Ron así y en un intento desesperado, lo tomé del brazo.

—Tengo una idea—dije esbozando una sonrisa—Puedes venir a nuestro último entrenamiento antes del partido contra Ravenclaw, y puedes dar una vuelta en la Saeta de Fuego cuando terminemos.

El rostro de Ron se iluminó.

—¿De verdad?

—Sí, estaremos todo el tiempo que tu quieras.

 —¡Genial! ¿podré marcar goles montado en ella?

—Claro.

Ron se olvidó por un momento de su rata, Will y los Weasley me miraron con agradecimiento. Así que Ron y yo nos encaminamos juntos hacia el campo de quidditch.

La señora Hooch, que seguía supervisando los entrenamientos de Gryffindor para cuidarme, estaba tan impresionada por la Saeta de Fuego como todos los demás. La tomó en sus manos antes del comienzo y nos dio su opinión profesional.

—¡Miren qué equilibrio! Si la serie Nimbus tiene un defecto, es esa tendencia a escorar hacia la cola. Cuando tienen ya unos años, desarrollan una resistencia al avance. También han actualizado el palo, que es algo más delgado que el de las Barredoras. Me recuerda el de la vieja Flecha Plateada. Es una pena que dejaran de fabricarlas. Yo aprendí a volar en una y también era una escoba excelente...

Siguió hablando de esta manera durante un rato, hasta que Wood intervino.

—Señora Hooch, ¿le puede devolver a Allie la Saeta de Fuego? Tenemos que entrenar.

—Sí, claro. Toma, Potter —dijo la señora Hooch—. Me sentaré aquí con Weasley.

Ella y Ron abandonaron el campo y se sentaron en las gradas, y los demás rodeamos a Wood para recibir las últimas instrucciones para el partido del día siguiente.

—Allie, acabo de enterarme de quién será el buscador de Ravenclaw. Es Shane Chang. Es un alumno de cuarto y es bastante bueno.

—Tan guapo como Diggory—susurró Alicia y las demás cazadoras soltaron una risita.

— Yo esperaba que no se encontrara en forma, porque ha tenido algunas lesiones. —Wood frunció el entrecejo para expresar su disgusto ante la total recuperación de Shane Chang, y luego dijo—: Davies ha hecho un gran trabajo con ellos. Shane y su gemela Cho son excelentes jugadores y han mejorado considerablemente al equipo. Por otra parte, ambos montan una Cometa 260, que al lado de la Saeta de Fuego parece un juguete. —Echó a la escoba una mirada de ferviente admiración y dijo—: ¡Vamos!

Y por fin monté en la Saeta de Fuego y me elevé del suelo.

Era mejor de lo que había soñado. La Saeta giraba al más ligero roce. Parecía obedecer más a mis pensamientos que a mis manos. Corrí por el terreno de juego a tal velocidad que el estadio se convirtió en una mancha verde y gris. Le di un viraje tan brusco que Alicia Spinnet profirió un grito. A continuación descendí en picado con perfecto control y rocé el césped con los pies antes de volver a elevarme diez, quince, veinte metros. Era increíble, mi corazón palpitaba peligrosamente y la adrenalina corría libremente por mis venas.

Me sentí más viva que nunca.

—¡Allie, suelto la snitch! —gritó Wood.

Me volví y corrí junto a una bludger hacia la portería. La adelanté con facilidad, vi la snitch que salía disparada por detrás de Wood y al cabo de diez segundos la tenía en la mano.

El equipo vitoreó entusiasmado. Animada, solté la snitch dándole un minuto de ventaja y me lancé tras ella esquivando al resto del equipo. La localicé cerca de una rodilla de Katie, di un rodeo y volví a atraparla.

Esta escoba era increíble.

Fue la mejor sesión de entrenamiento que habíamos tenido nunca. El equipo, animado por la presencia de la Saeta de Fuego, realizó los mejores movimientos de forma impecable, y cuando descendimos, Wood no tenía una sola crítica que hacer, lo cual, como señaló George, era una absoluta novedad.




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