Alyssa Potter y La Cámara Secreta

CAPITULO SIETE

—¡Allie!

—Hola, Colin—respondí intentando reprimir mi fastidio.

—Puedo llevar tus libros, si quieres—dijo con la mirada brillante.

Forcé una sonrisa mientras escuchaba los suspiros de mis amigos.

—Te lo agradezco Colin, pero no es necesario.

—¿Segura? —insistió dando saltitos alrededor de mi—Esos libros de Encantamientos se ven muy pesados.

Allie, conserva la calma. Es un niño, es un niño… un niño al que quieres asfixiar.

—Estaré bien, no te preocupes.

Colin sonrió ampliamente y asintió.

—Claro, entonces te veré en los invernaderos—dijo emocionado—Sé que tienes clase de Herbología después de Encantamientos.

Me obligué a mantener mi sonrisa hasta sentir dolor en mis mejillas.

—Eso es… maravilloso—musité tratando de sonar alegre por aquella perturbadora noticia.

—Genial, adiós Allie.

Y se fue dando más saltitos. Cuando se perdió de mi vista saqué el aire que estuve reteniendo. Apreté mi tabique con gesto cansado.

—Ese niño es un fastidio—bufó Ron—Me duele la cabeza de tanto entusiasmo. ¿Acaso no se cansa?

—Ni que lo digas—resoplé masajeando mis sienes—Hasta se sabe de memoria mi horario. ¿Cómo rayos lo consiguió? Me da miedo con tan solo imaginarlo.

—Si no le pones un alto, comenzará a mandarte cartas y chocolates—se burló Ron y lo miré mal.

Hermione en cambio, frunció el ceño.

—No lo culpes, él admira a Allie.

—Una cosa es admirar y otra es acosar.

—Es solo un niño, Ron.

—Entiendo su ilusión—interrumpí antes de que mis amigos comenzaran a discutir—Y trato de ser compresiva y paciente pero  debes admitir que es tan molesto como aquel idiota de sonrisa bonita.

Sentí un golpe en la cabeza.

—¡Oye! —me quejé. Hermione me había dado con sus libros.

—El profesor Lockhart—me regañó mi amiga y giré los ojos.

—Como sea.

Si Colin me provocaba dolor de cabeza, Gilderoy Lockhart se había convertido en mi peor pesadilla. El hombre era insoportable y al parecer era tan tonto que no se daba cuenta de mi disgusto hacia él. Cada vez que lo veía en los corredores evitaba estar enfrente de él; y en las clases puse un estricto limite el cual, él no respetaba en absoluto. Era la persona más ególatra que había conocido en la vida.

Lo peor de todo era que las chicas les gustaba aquel fraude y me hacían avergonzarme del género femenino. Admitía que era muy guapo y si no fuera por su fastidiosa personalidad (y si supiera lago sobre Defensa de las Artes Oscuras) tal vez me agradaría un poco. Era un asco como profesor y eso que había escrito varios libros.

Cuando estábamos en clase de Encantamientos, la varita de Ron, que todavía seguía descompuesta se superó al escaparse de la mano de mi mejor amigo. Las cosas no terminaron nada bien. La varita fue directo hacia la cara del profesor Flitwick y le dejó un feo golpe en la frente.

Ron estaba de pésimo humor, así que fue un respiro cuando llegó la hora de comer. Por fin era viernes y mis amigos y yo habíamos planeado visitar a Hagrid el ´sábado. Me di cuenta, cuando comía mi filete, que Hedwig seguía enfadada conmigo a causa del desastroso vieja en coche. Ni siquiera aceptó mi ofrenda de paz (un pedazo de tostada) y eso logró amargar mi almuerzo, aparte de las quejas de Ron.

Estaba tan cansada al final del día, cuando me acosté en mi cama y apenas había cerrado los ojos cuando sentí un zarandeo.

Gemí y me di la vuelta, jalando las sábanas.

—¡Allie!

— ¿Qué pasa? —Pregunté aturdida, me descubrí de las sábanas y encontré la cara de mi capitán de equipo de quidditch, Oliver Wood— ¿Qué haces en el dormitorio de las chicas?

— ¡Entrenamiento de quidditch! —Respondió Wood—. ¡Vamos!

Miré por la ventana, entornando los ojos. Una neblina flotaba en el cielo de color rojizo y dorado. Una vez despierta, me pregunté cómo había podido dormir con semejante alboroto de pájaros.

—Oliver —observé con voz ronca—, si todavía está amaneciendo...

—Exacto —respondió Wood. Era un muchacho alto y fornido de sexto curso y, en aquel momento, tenía los ojos brillantes de entusiasmo—. Forma parte de nuestro nuevo programa de entrenamiento. Venga, coge tu escoba y andando —dijo Wood con decisión—. Ningún equipo ha empezado a entrenar todavía. Este año vamos a ser los primeros en empezar...

Bostezando y un poco temblorosa, salté de la cama e intenté buscar mi túnica de quidditch.

—¿Te importa? Necesito vestirme.

— ¡Así me gusta! —Dijo Wood palmeándome la espalda—. Nos veremos en el campo dentro de quince minutos.

En el verano habría dado cualquier cosa por volver a mis entrenamientos de quidditch pero ahora lo estaba pensando mejor.

Encima de mi uniforme rojo del equipo de Gryffindor me puse la capa para no pasar frío, garabateé a Hermione una nota en la que le explicaba adónde había ido y bajé a la sala común por la escalera de caracol, con la Nimbus 2.000 sobre el hombro. Al llegar al retrato por el que se salía, oí tras de mi unos pasos y vi que Colin Creevey bajaba las escaleras corriendo, con la cámara colgada del cuello, que se balanceaba como loca, y llevaba algo en la mano.

Suspiré. ¿Acaso este niño no se cansaba?

— ¡Oí que alguien pronunciaba tu nombre en las escaleras, Allie! ¡Mira lo que tengo aquí! La he revelado y te la quería enseñar...

Desconcertada, miré la fotografía que Colin sostenía delante de mi nariz.

Un Lockhart móvil en blanco y negro tiraba de un brazo que reconocí como mío. Me complació ver que en la fotografía aparecía ofreciendo resistencia y rehusando entrar en la foto. Al mirarla, Lockhart soltó el brazo, jadeando, y se desplomó contra el margen blanco de la fotografía con gesto teatral.

— ¿Me la firmas? —me pidió Colin con fervor.

—No —contesté rotundamente, mirando en torno para comprobar que realmente no había nadie en la sala. Me sentí mal al ver la desilusión de su cara y mi humor se suavizó un poco—. Lo siento, Colin, pero tengo prisa. Tengo entrenamiento de quidditch.




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