Por fin había llegado octubre y trajo consigo un frío húmedo se extendía por los campos y penetraba en el castillo. Era mi época menor favorita del año y no tenía nada que ver con el gélido clima. Madame Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción Pepperup tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas. Como Gideon tenía mal aspecto, Percy le insistió hasta que la probó. El vapor que le salía de debajo del pelo producía la impresión de que toda su cabeza estaba ardiendo.
Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos. El entusiasmo de Oliver, sin embargo, no se enfrió, y por este motivo, entrenábamos aun con las tormentas.
—Mañana a la misma hora—anunció Oliver—Ahora más que nunca tenemos que practicar esos nuevos movimientos.
Aterrizamos y nos dirigimos hacia los vestidores, chapoteando en el agua.
—Si seguimos así, moriremos ahogados—murmuró Fred exprimiendo su túnica.
—Se lo está tomando en serio—se quejó George—Está determinado en ganar este año. No puedo imaginar si no lo logramos. ¿Vienes, Allie?
—No—respondí sacudiendo mi cabello—Necesito ir a la sala común. Hermione necesita sus apuntes y si no se los entregó yo seré quien muera ahogada.
—Te veremos allá entonces.
Calada hasta los huesos y salpicada de barro, me dirigí hacia el castillo. Aunque no hubiera viento, aquella sesión de entrenamiento tampoco habría sido agradable. Fred y George, que habían estado espiando al equipo de Slytherin, habían comprobado por sí mismos la velocidad de las nuevas Nimbus 2.001. Dijeron que lo único que podían describir del juego del equipo de Slytherin era que los jugadores cruzaban el aire como centellas y no se les veía de lo tan rápido que volaban.
Aquellos no me gustaba para nada. Era frustrante admitir que ellos nos llevaban la ventaja. Caminaba por el corredor desierto con los pies mojados, cuando me encontré con alguien que parecía tan preocupado como yo. Nick Casi Decapitado, el fantasma de la torre de Gryffindor, miraba por una ventana, murmurando para sí.
—No cumplo con las características... Un centímetro... Si eso..
—Hola, Nick —lo saludé.
Nick dio un respingo y miró alrededor.
—Hola, hola —respondió. Llevaba un sombrero de plumas muy elegante sobre su largo pelo ondulado, y una túnica con gorguera, que disimulaba el hecho de que su cuello estaba casi completamente seccionado. Tenía la piel pálida como el humo, y a través de él podía ver el cielo oscuro y la lluvia torrencial del exterior. —Pareces preocupada, jovencita Potter —mencionó, plegando una carta transparente mientras hablaba, y metiéndosela bajo el jubón.
—Igual que tú —señalé desalentada.
— ¡Bah! —Nick Casi Decapitado hizo un elegante gesto con la mano—, un asunto sin importancia... No es que realmente tuviera interés en pertenecer... aunque lo solicitara, pero por lo visto «no cumplo con las características». —A pesar de su tono displicente, tenía amargura en el rostro—. Pero cualquiera pensaría, cualquiera —estalló de repente, volviendo a sacar la carta del bolsillo—, que cuarenta y cinco hachazos en el cuello dados con un hacha mal afilada serían suficientes para permitirle a uno pertenecer al Club de Cazadores Sin Cabeza.
—Desde luego —me apresuré a decir al darme cuenta de que esperaba que le diera la razón—Una grave falta de respeto.
—Por supuesto, nadie tenía más interés que yo en que todo resultase limpio y rápido, y habría preferido que mi cabeza se hubiera desprendido adecuadamente, quiero decir que eso me habría ahorrado mucho dolor y ridículo. Sin embargo... —Nick abrió la carta y leyó indignado:
Sólo nos es posible admitir cazadores cuya cabeza esté separada del correspondiente cuerpo. Comprenderá que, en caso contrario, a los miembros del club les resultaría imposible participar en actividades tales como los Juegos malabares de cabeza sobre el caballo o el Cabeza Polo. Lamentándolo profundamente, por tanto, es mi deber informarle de que usted no cumple con las características requeridas para pertenecer al club. Con mis mejores deseos,
Sir Patrick Delaney-Podmore
Enfadado, el fantasma volvió a guardar la carta.
— ¡Un centímetro de piel y tendón sostiene la cabeza, Allie! La mayoría de la gente pensaría que estoy bastante decapitado, pero no, eso no es suficiente para sir Bien Decapitado-Podmore.
Nick Casi Decapitado respiró varias veces y dijo después, en un tono más tranquilo:
—Bueno, ¿y a ti qué te pasa? ¿Puedo ayudarte en algo?
—No —musité con pesadez—. A menos que sepa dónde puedo conseguir siete escobas Nimbus 2.001 gratuitas para nuestro partido contra Sly...
Un maullido agudo ahogó el resto de mi frase. Bajé la vista y me encontré un par de ojos amarillos que brillaban como luces. Era la Señora Norris, la gata gris y esquelética que el conserje, Argus Filch, utilizaba como una especie de segundo de a bordo en su guerra sin cuartel contra los estudiantes.
—Será mejor que te vayas, Allie —me dijo Nick apresuradamente—. Filch no está de buen humor. Tiene gripe y unos de tercero, por accidente, pusieron perdido de cerebro de rana el techo de la mazmorra 5; se ha pasado la mañana limpiando, y si te ve manchando el suelo de barro...
—Bien —Di varios pasos, alejándome de la mirada acusadora de la Señora Norris. Pero no me di la prisa necesaria. Argus Filch penetró repentinamente por un tapiz que había a mi derecha, llamado por la misteriosa conexión que parecía tener con su repugnante gata, a buscar como un loco y sin descanso a cualquier infractor de las normas. Llevaba al cuello una gruesa bufanda de tela escocesa, y su nariz estaba de un color rojo que no era el habitual.
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Editado: 28.10.2019