Tras el desastroso episodio de los duendecillos de Cornualles, el profesor Lockhart no había vuelto a llevar a clase seres vivos, gracias a Dios. Pero por el contrario, se dedicaba a torturarnos, o al menos eso sentía. Nos leía pasajes de sus libros, y en ocasiones representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía. Desgraciadamente, me sacaba para que lo ayudara en aquellas reconstrucciones; hasta el momento, había tenido que representar los papeles de una ingenua pueblerina transilvana al que Lockhart había curado de una maldición que le hacía tartamudear, un yeti con resfriado y un vampiro que, cuando Lockhart acabó con él, no pudo volver a comer otra cosa que lechuga.
En la siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras me sacó de nuevo, esta vez para representar a un hombre lobo. Si no hubiera tenido una razón muy importante para no enfadar a Lockhart, me habría negado pero al ver el resto de mis compañeros destornillándose de risa, me estaba arrepintiendo.
—Aúlla fuerte, Allie (eso es...), y en aquel momento, créanme, yo salté (así) tirándolo contra el suelo (así) con una mano, y logré inmovilizarle. Con la otra, le puse la varita en la garganta y, reuniendo las fuerzas que me quedaban, llevé a cabo el dificilísimo hechizo Homorphus; él emitió un gemido lastimero (venga, Allie..., más fuerte..., bien) y la piel desapareció..., los colmillos encogieron y... se convirtió en hombre. Sencillo y efectivo. Otro pueblo que me recordará siempre como el héroe que les libró de la terrorífica amenaza mensual de los hombres lobo.
Es un profesor, Allie. Es mala idea fantasear con ahogarlo en el retrete de Myrtle.
Y en ese momento, como si hubieran sido escuchadas mis plegarias, sonó el timbre y Lockhart se puso en pie.
—Deberes: componer un poema sobre mi victoria contra el hombre lobo Wagga-Wagga. ¡El autor del mejor poema será premiado con un ejemplar firmado de El encantador!
Los demás empezaron a salir. Volví al fondo de la clase, donde me esperaban Ron, y Hermione, quienes aguantaban las ganas de reír.
—Jamás van a hablar de esto con nadie—Advertí y ellos borraron todo resto de diversión en sus rostros—¿Vamos?
—Espera que se hayan ido todos —dijo Hermione, asustada—. Vale, ahora.
Se acercó a la mesa de Lockhart con un trozo de papel en la mano. Ron y yo íbamos detrás de ella.
—Esto... ¿Profesor Lockhart? —Tartamudeó Hermione—. Yo querría... sacar este libro de la biblioteca. Sólo para una lectura preparatoria. —Le entregó el trozo de papel con mano ligeramente temblorosa—. Pero el problema es que está en la Sección Prohibida, así que necesito el permiso por escrito de un profesor. Estoy convencida de que este libro me ayudaría a comprender lo que explica usted en Una vuelta con los espíritus malignos sobre los venenos de efecto retardado.
— ¡Ah, Una vuelta con los espíritus malignos! —exclamó Lockhart, cogiendo la nota de Hermione y sonriéndole francamente—. Creo que es mi favorito. ¿Te gustó?
— ¡Sí! —aseguró Hermione emocionada—. ¡Qué gran idea la suya de atrapar al último con el colador del té...!
—Bueno, estoy seguro que a nadie le parecerá mal que ayude un poco a la mejor estudiante del curso —dijo Lockhart afectuosamente, sacando una pluma de pavo real—. Sí, es bonita, ¿verdad? —Dijo, interpretando al revés la expresión de desagrado de Ron—. Normalmente la reservo para firmar libros.
Garabateó una floreteada firma sobre el papel y se lo devolvió a Hermione.
—Así que, Allie —comentó Lockhart, mientras Hermione plegaba la nota con dedos torpes y se la metía en la bolsa—, mañana se juega el primer partido de quidditch de la temporada, ¿verdad? Gryffindor contra Slytherin, ¿no? He oído que eres una jugadora fundamental. Yo también fui buscador. Me pidieron que entrara en la selección nacional, pero preferí dedicar mi vida a la erradicación de las Fuerzas Oscuras. De todas maneras, si necesitaras unas cuantas clases particulares de entrenamiento, no dudes en decírmelo. Siempre me satisface dejar algo de mi experiencia a jugadores menos dotados...
Me obligué a esbozar una sonrisa pero solo logré una mueca. Hice un ruido indefinido con la garganta y luego salí del aula a toda prisa, detrás de Ron y Hermione.
Will ya nos estaba esperado afuera del aula.
—¿Lo tienen? —preguntó ansioso.
—Lo tenemos—dijo Ron.
—Es increíble —suspiró Hermione, mientras examinaban la firma en el papel—. Ni siquiera ha mirado de qué libro se trataba.
—Porque es un completo imbécil —repliqué impaciente—Darle experiencia a jugadores menos dotados—repetí con frustración—Como si fuera verdad que él haya sido jugador de quidditch. Me siento muy humillada.
—A juzgar por sus expresiones debo suponer que no fue sencillo conseguirlo—dijo Will levantando una ceja.
—¿Tu crees? —bufé—Hermione está a punto de hiperventilar y Ron y yo queremos vomitar.
— Pero ¿a quién le importa? Ya tenemos lo que necesitábamos—dijo Ron.
—Él no es un completo imbécil —chilló Hermione, mientras íbamos hacia la biblioteca a paso ligero.
—Ya, porque ha dicho que eres la mejor estudiante del curso—dijo burlonamente Ron.
Bajamos la voz al entrar en la envolvente quietud de la biblioteca.
La señora Pince, la bibliotecaria, era una mujer delgada e irascible que parecía un buitre mal alimentado.
— ¿Moste Potente Potions?—repitió recelosa, tratando de coger la nota de Hermione. Pero Hermione no la soltaba.
—Desearía poder guardarla —dijo, aguantando la respiración.
—Venga —Will le arrancó la nota y se la entregó a la señora Pince—. Te conseguiremos otro autógrafo. Lockhart firmará cualquier cosa que se esté quieta el tiempo suficiente.
La señora Pince levantó el papel a la luz, como dispuesta a detectar una posible falsificación, pero la nota pasó la prueba. Caminó orgullosamente por entre las elevadas estanterías y regresó unos minutos después llevando con ella un libro grande de aspecto mohoso. Hermione se lo metió en la bolsa con mucho cuidado, e intentó no caminar demasiado rápido ni parecer demasiado culpable.
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Editado: 28.10.2019