Alyssa Potter y La Cámara Secreta

CAPITULO CATORCE

Mis amigos y  yo sabíamos que Hagrid sentía una desgraciada afición por las criaturas grandes y monstruosas. Durante el curso anterior en Hogwarts había intentado criar un dragón en su pequeña cabaña de madera, y pasaría mucho tiempo antes de que pudiéramos olvidar al perro gigante de tres cabezas al que había puesto por nombre Fluffy. Estaba segura de que si, de niño, Hagrid se enteró de que había un monstruo oculto en algún lugar del castillo, hizo lo imposible por echarle un vistazo. Seguro que le parecía inhumano haber tenido encerrado al monstruo tanto tiempo y debía de pensar que el pobre tenía derecho a estirar un poco sus numerosas piernas. Podía imaginarme perfectamente a Hagrid, con trece años, intentando ponerle un collar y una correa. Pero también estaba segura de que él nunca había tenido intención de matar a nadie.

Casi habría preferido no haber averiguado el funcionamiento del diario de Riddle. Ron, Will y Hermione me pedían constantemente que les contase una y otra vez todo lo que había visto, hasta que me cansaba de tanto hablar y de las largas conversaciones que seguían a mi relato y que no conducían a ninguna parte.

—A lo mejor Riddle se equivocó de culpable —insistía Will—. A lo mejor el que atacaba a la gente era otro monstruo...

— ¿Cuántos monstruos crees que puede albergar este castillo? —le preguntó Ron, aburrido.

—Ya sabíamos que a Hagrid lo habían expulsado —musité, apenada—. Y supongo que entonces los ataques cesaron. Si no hubiera sido así, a Riddle no le habrían dado ningún premio.

Ron intentó verlo de otro modo.

—Riddle me recuerda a Percy. Pero ¿por qué tuvo que delatar a Hagrid?

—El monstruo había matado a una persona, Ron —contestó Hermione.

—Y Riddle habría tenido que volver al orfanato muggle si hubieran cerrado Hogwarts —comenté—. No lo culpo por querer quedarse aquí.

Will se mordió un labio y luego vaciló al decir:

—Tú te encontraste a Hagrid en el callejón Knockturn, ¿verdad, Allie?

—Dijo que había ido a comprar un repelente contra las babosas carnívoras —contesté con presteza.

Nos quedamos en silencio. Tras una pausa prolongada, Hermione tuvo una idea elemental.

— ¿Por qué no vamos y le preguntamos a Hagrid?

—Sería una visita muy cortés —dijo Ron—. Hola, Hagrid, dinos, ¿has estado últimamente dejando en libertad por el castillo a una cosa furiosa y peluda?

Al final, decidimos no decir nada a Hagrid si no había otro ataque, y como los días se sucedieron sin siquiera un susurro de la voz que no salía de ningún sitio, albergaban la esperanza de no tener que hablar con él sobre el motivo de su expulsión. Ya habían pasado casi cuatro meses desde que petrificaron a Justin y a Nick Casi Decapitado, y parecía que todo el mundo creía que el agresor, quienquiera que fuese, se había retirado, afortunadamente. Gracias a Dios, Peeves se había cansado por fin de su canción ¡Oh, Potter, eres una malvada!; Ernie Macmillan, un día, en la clase de Herbología, me pidió cortésmente que le pasara un cubo de hongos saltarines, y en marzo algunas mandrágoras montaron una escandalosa fiesta en el Invernadero 3. Esto puso muy contenta a la profesora Sprout.

—En cuanto empiecen a querer cambiarse unas a las macetas de otras, sabremos que han alcanzado la madurez —me dijo—. Entonces podremos revivir a esos pobrecillos de la enfermería. 

 

Durante las vacaciones de Semana Santa, los de segundo tuvimos algo nuevo en que pensar. Había llegado el momento de elegir optativas para el curso siguiente, decisión que al menos Hermione se tomó muy en serio.

—Podría afectar a todo nuestro futuro —dijo, mientras repasábamos minuciosamente la lista de las nuevas materias, señalándolas.

—Lo único que quiero es no tener Pociones —murmuré.

—Imposible —dijo Will con seriedad—. Seguirán con todas las materias que tenemos ahora. Si no, yo ya me hubiera librado de Defensa Contra las Artes Oscuras.

— ¡Pero si ésa es muy importante! —dijo Hermione, sorprendida.

—No tal como la imparte Lockhart —repuso Will—. Lo único que me ha enseñado es que ha ganado “el premio a la sonrisa más encantadora.

Neville había recibido carta de todos los magos y brujas de su familia, y cada uno le aconsejaba materias distintas. Confundido y preocupado, se sentó a leer la lista de las materias y les preguntaba a todos si pensaban que Aritmancia era más difícil que Adivinación Antigua. Dean Thomas, que, como yo, se había criado con muggles, terminó cerrando los ojos y apuntando a la lista con la varita mágica, y escogió las materias que había tocado al azar. Hermione no siguió el consejo de nadie y las escogió todas.

Sonreí tristemente al imaginar lo que habrían dicho tío Vernon y tía Petunia si les consultara sobre mi futuro de bruja. Pero alguien me ayudó: Percy Weasley se desvivía por hacerme partícipe de su experiencia.

—Depende de adónde quieras llegar, Allie —me dijo—. Nunca es demasiado pronto para pensar en el futuro, así que yo te recomendaría Adivinación. La gente dice que los estudios muggles son la salida más fácil, pero personalmente creo que los magos deberíamos tener completos conocimientos de la comunidad no mágica, especialmente si queremos trabajar en estrecho contacto con ellos. Mira a mi padre, tiene que tratar todo el tiempo con muggles. A mi hermano Charlie siempre le gustó el trabajo al aire libre, así que escogió Cuidado de Criaturas Mágicas. Escoge aquello para lo que valgas, Allie.

Terminé eligiendo las mismas optativas que Ron, pensando que si era buena en ellas, al menos podría ayudar a mi mejor amigo.

A Gryffindor le tocaba jugar el siguiente partido de quidditch contra Hufflepuff. Wood nos machacaba con entrenamientos en equipo cada noche después de cenar, de forma que no tenía tiempo para nada más que para el quidditch y para hacer los deberes. Sin embargo, los entrenamientos iban mejor, y la noche anterior al partido del sábado me fui a la cama pensando que Gryffindor nunca había tenido más posibilidades de ganar la copa.




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