Alyssa Potter y La Piedra Filosofal

CAPITULO CINCO

Al día siguiente, había despertado muy temprano pero no me atrevía a abrir los ojos. No quería encontrarme con la cruel realidad, temía que todo lo que había pasado anoche fuera tan solo un sueño.

Había sido... interesante: Un gigante vino a rescatarme, me dijo que era una bruja y le puso una cola de cerdo a Dudley. Si abría los ojos ahora, me encontraré encerrada en mi oscura alacena.

Unos golpes hicieron que diera un respingo. De seguro esa era tía Petunia.

—Ya escuché —rezongué —Estoy despierta.

Me incorporé pesadamente y un enorme abrigo se deslizó de mis hombros. Mi corazón dio un vuelco al encontrarme en la cabaña. Miré a mí alrededor y encontré a Hagrid, dormido en el sillón.
Sentí una agradable sensación al descubrir que nada había sido un sueño, todo había sido real.

Pero mi sonrisa se borró al recordar la tensa conversación con mis tíos.

Ellos me habían ocultado que era una bruja y descubrí que sus maltratos tenían sentido. Mis tíos temían que las personas se dieran cuenta de que yo era distinta a todos ellos.
Y la peor parte fue cuando me enteré que mis padres habían sido asesinados por un brujo malvado.

En lugar de tranquilizarme conocer la verdad, me inquietaba descubrir más a fondo sobre mi pasado. Ser famosa por haber sobrevivido a una poderosa maldición me daba escalofríos.

Unos golpes hicieron que despertara de mis ensoñaciones, volteé y vi a una lechuza golpeando con su pata en la ventana. Traía un periódico en su pico.

Salté y me acerqué con curiosidad hacia la ventana. La abrí y el pequeño animal bajó en picado, dejando el periódico sobre Hagrid.
Él no se despertó y soltó un fuerte ronquido. La lechuza batió las alas y se acercó al abrigo negro para picotearlo.

—¡Hey!—Traté de apartar a la lechuza con la mano pero cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.

—¡Hagrid!—llamé moviendo su grande brazo—Hay una lechuza atacando tu abrigo...

—Págale—dijo con voz patosa.

— ¿Cómo dices?—pregunté confundida.

—Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.

Encontré varias cosas en el enorme abrigo de Hagrid, desde dulces hasta croquetas de perro. Finalmente, tras meter un montón de llaves, logré sacar un puñado de extrañas monedas.

—Dale cinco knuts—murmuró Hagrid.

—¿knuts?

—Son las pequeñas de bronce.

Tomé las monedas más pequeñas, la lechuza estiró su pata y las metí en la bolsita de cuero que tenía atada.
Cuando iba a acariciarla, el animal salió volando por la ventana.

Aún seguía sin poder creerlo. Parecía que estaba en un cuento: gigantes, magia y animales fantásticos. Estaba deseosa de poder saber más sobre este mundo.

Hagrid se levantó y dio un gran bostezo.

—Andando pequeña—Dijo perezosamente —Hoy será un gran día, compraremos tus cosas para el colegio.

Iba a saltar de alegría pero algo me detuvo. Miré las monedas de Hagrid y recordé algo muy importante que hizo que pusiera los pies sobre la tierra.

—¿Hagrid?

—¿Qué pasa, cariño?—preguntó Hagrid mientras se ponía su abrigo.

—Anoche, tío Vernon dijo que no iba a pagar los gastos del colegio y yo...pues, yo no tengo dinero—murmuré sin despegar la vista de mis zapatos.

—Te preocupas demasiado—dijo sin importancia— Además, tus padres no te iban a dejar desprotegida. ¿Creíste que ellos no pensaron en tu futuro?

Lo miré sorprendida. Los Dursley jamás lo habían mencionado.

—No tenía idea, mis tíos no...

—Ellos no les dieron el dinero a los muggles —Negó el gigante con el ceño fruncido —¿Te imaginas? No, lo primero que haremos es ir directamente a Gringotts, el banco de los magos.
Vamos, come una salchicha y a mí no me vendría mal un pedazo de ese pastel.

—¿Existen bancos para magos?— pregunté con la boca llena.

—Sólo hay uno en Londres y lo dirigen los duendes.

Casi me atraganto con la salchicha y observé a Hagrid con los ojos muy abiertos.

—¿Duendes?

—Así es. Uno tendría que estar loco para intentar robarles, sería suicidio. Por eso no te metas en los asuntos de los duendes, linda. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras guardar, excepto tal vez Hogwarts. De todos modos tenía que ir a Gringotts por un encargo de Dumbledore. Ya sabes, asuntos de Hogwarts — Hagrid sacó el pecho con orgullo — Normalmente, Dumbledore me necesita para cosas importantes como venir por ti y recoger cosas de Gringotts. Él sabe que puede confiar en mi... ¿Estás lista? Estamos cortos de tiempo.

—¿Qué pasará con mis tíos? —pregunté insegura.

De seguro iba a tener el peor castigo de mi vida. Tío Vernon no dejará así las cosas.

—Ya se las arreglarán—dijo mientras guiñaba un ojo— ¿O prefieres quedarte?

Miré por unos segundos la puerta de mis tíos. Ni loca me quedaba aquí, si iba con Hagrid, descubriría cosas increíbles y necesitaba seguir con mi interrogatorio.

Tomé mi chaqueta y seguí a Hagrid fuera de la cabaña. La luz del sol lastimó mis ojos por unos instantes. La tormenta había limpiado el cielo y no había ninguna nube a la vista. El bote de tío Vernon estaba amarrado a una roca y estaba lleno de agua.

Miré la pequeña playa, buscando otro bote pero no había ninguno salvo el que nosotros utilizamos para llegar aquí. Quizás la tormenta lo arrastró al mar.

—No está tu bote.

Hagrid rio con ganas.

—No llegué en un bote— dijo sin parar de reír.

Miedo mejillas ardieron, era obvio mi ignorancia del mundo mágico.

—¿Cómo llegaste entonces?

—Volando, pero vamos a regresar en esta cosa— señaló el bote. Con una sola mano, vacío el agua y lo puso de nuevo en su lugar—Se supone que no debo utilizar magia después de que te encontré.

Subimos al bote y miré a Hagrid tratando de imaginarlo volando.

—Sin embargo, me parece una lástima tener que remar—Hagrid me dirigió una mirada— Si yo...acelero las cosas, solo un poco, ¿te importaría no mencionarlo en Hogwarts?




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