Amado Destino // Teller #4

7. VISITA SORPESA

VISITA SORPESA

 

Llamo a Rodrigo quien me dice que me espera en su casa lo cual me parece extraño ya que en la mañana estaba entusiasmado diciendo por iniciativa propia que el vendría a recogerme, no puedo evitar sentir una punzada en el pecho y sentirme mal al pensar que Rodrigo se puso en esa posición al ver la noticia que circula en las redes.

No insisto y confirmo que yo iré a su casa.

Un grito que proviene de la puerta me obliga a cortar la llamada, me levanto para ir a ver qué pasa y me encuentro frente a frente con Sara.

—Lo siento Cassandra —dice Clara apenada quien viene detrás de mi madre.

—Déjanos sola —pido.

—¿Qué demonios estás haciendo con tu vida?

—Gracias madre por preguntar como estoy —digo con ironía caminando de vuelta al escritorio.

—Debes acabar la relación que tengas con ese lisiado, tienes un futuro brillante y puedes aspirar a mejores cosas —dice Sara detrás de mí.

Respiro profundo y cierro las manos en puños, juro que no quiero perderle el poco respeto que tengo por ella, pero con Sara no se puede. Pensé que al menos estar aislada en un centro de retiro y después de todo lo que paso cambiaria, pero me doy cuenta que mi madre no cambiaría ni ahora ni nunca.

—Te estoy hablando —dice sentándose delante de mí al ver que no respondo a sus comentarios.

—Madre, por favor no hagas que te pierda el poco cariño y respeto que te tengo —digo cerrando las manos en puño.

—La obligación de una madre es encaminar a sus hijos cuando ellos se equivocan. No pude hacer nada por tu hermano Santiago, pero por ti hare lo que sea necesario para asegurarme que hagas las cosas bien y no te equivoques. Te mereces lo mejor del mun…

Golpeo la mesa interrumpiendo lo que mi madre pretende decir.

—¡BASTA SARAAA…! —grito.

No quiero que te metas en mi vida, mantente al margen de mi vida y mis decisiones, yo sé a quién y con quien quiero tener una relación. Si en verdad amas un poco a tus hijos déjanos ser feliz, déjanos en paz y no sabotees nuestra felicidad.

Puedo sentir mi cuerpo temblar por el coraje.

—Eres una malcriada… —grita mi madre y puedo ver levantar su mano con intención de golpearme, cierro los ojos esperando que haga lo que tenga que hacer y será la última vez que ella me ponga una mano encima.

¡SARAAA…!

Abro los ojos al reconocer la voz de mi padre que en cuestión de segundos está parado delante de mi padre. —¿Qué demonios crees que ibas a hacer? —brama mi padre.

—Papá… —musito débilmente.

—Encaminando a mi hija —replica con dureza.

—¿Tú hija?

Es Ale quien acaba de ingresar.

—Sí, mi hija y es mi obligación como madre encaminar si me doy cuenta que esta por el mal camino. Como tus mellizos se casaron con personas millonarias y exitosas no se quejan, pero como no aman a mi Cassandra son capaces de entregar a cualquier lisiado.

—¡Sara…! —grito exigiendo que se calle.

—Pasan los años y sigues siendo la misma persona Sara, pensé que habías cambiado, pero definitivamente las personas que nacen con esa mala entrañan lo serán hasta la muerte —dice Ale.

—No permitiré que lastimes a mi hija con tus prejuicios Sara, si en verdad la amas vuelve a tu retiro y vive hasta tus últimos días tranquila —pide papá Noé quien me toma de la mano y no puedo evitar llorar. No puedo evitar sentirme pequeña.

—¡Vete Sara…! —pido entre sollozos.

—Si amas a tu hija vete. Mira el estado en que la dejaste —puedo escuchar lo que dice Ale tratando de moderar la voz, posiblemente lo hace al verme llorar. Mi padre me abraza y juro que no quisiera ser tan débil, no quisiera verme tan vulnerable.

No sé en qué momento Sara se marchó, solo me separo de mi padre al escuchar el llamado de Ale quien me trae una taza de té para calmarme. Puedo notar la preocupación en sus ojos y me conmueve al saber que se preocupan por mí. «Siempre se han preocupado por ti, ellos te aman como una hija más», recuerda mi mente.

Vuelvo a llorar al saberme tan querida y yo sintiéndome tan inferior a mis hermanos por no llevar la misma sangre. Siempre tuve miedo y trataba de andar con prudencia, evitando meterme en escándalos, problemas y mucho menos que mis padres se sintieran decepcionada de mí y dejaran de quererme. Siempre me había esforzado por ser la mejor en lo que hacía y ellos se sintieran orgullosos de mí, no quería parecerme a Sara en ninguno de los aspectos.

Padre me abraza más fuerte y me dejo ir, sintiendo que me estoy liberando de todo lo que había guardado todos estos años. Ver a mis padres como se enfrentaron con mi progenitora para defenderme me decía que ellos me amaban por sobre todas las cosas, que mis miedos y temores eran injustificable.

Cuando me sentí más tranquila, recién pude preguntar a que se debía su visita ya que ellos raras veces venían a buscarme a la agencia.

—Solo quisimos venir a recoger a nuestra hija —dice papá quien me sonríe, me limpia suavemente el rostro con su pañuelo.

—Así es. Tu anciano padre estaba preocupado y decidimos venir a visitarte, y me alegra haberlo hecho —dice Ale acariciando mi mejilla.

—Gracias —musito abrazándome a papá.

—¿Y dónde está ese noviecito tuyo? —pregunta padre quien se pone serio al hablar de Rodrigo.

—Noé… —llama Ale. Sonrió porque sé cómo mi querida madre maneja a papá, y cuanto hace el anciano para tener feliz a la reina de la casa.

—Hija —dice papá colando mis manos entre las suyas. —No quiero meterme y mucho menos elegir las parejas para mis hijos, saben que siempre los apoyo en todo lo que decidan hacer, pero…

—¿Qué pasa papá? —pregunto poniéndome tensa.

—¿Confías en Rodrigo? —pregunta.

Estoy segura que amo a Rodrigo, pero tengo mucho miedo que sus temores sean más fuertes que nuestro amor y termine por alejarnos, pero no puedo decirle eso a mi padre y que genere más desconfianza contra Rodrigo.




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