Ámame

Capítulo 1

 


O el inesperado adiós...

 

 

 

Jessie dejó el teléfono sobre la mesa de noche, sus movimientos eran tan temblorosos que el objeto se cayó al suelo, el golpe fue amortiguado por la alfombra de lana color roja y blanca. Las palabras de Sage daban vueltas en su cabeza como un remolino furioso al que ella quería resistirse.

No podía ser cierto.

No era cierto.

Con el corazón en la garganta y el estómago revuelto, salió de la cama, las manos seguían temblándole, la fuerza fluyendo lejos para reducirla a una figura diminuta, al pisar el suelo frío un temblor profundo se desencadenó a través de toda su espalda. Parecía irreal, un sueño, pero al cerrar el puño las garras salieron y el dolor... Fue malditamente agudo, siseó bajo conteniendo una maldición, buscó ropa, se deshizo de la vieja camiseta que alguna vez fue negra y la arrojo en el montículo de ropa sucia en la esquina. Buscó algo cómodo que le redujera el tiempo para poder marcharse lo más pronto posible, su uniforme de instructora, dos piezas individuales de tela térmica, en los cajones buscó ropa interior y una camiseta de tirantes.

Cuando su regordete cuerpo se cubrió por la ropa, fue al estrecho baño, no le importó mucho arreglarse el desordenado cabello corto, solo se ocupó de lavarse los dientes e intentar disimular las ojeras y el olor a alcohol que desprendía su boca. Del estante tomó pastillas de menta, le servirían para aplacar los nervios.

Tomó las llaves del cuenco sobre la isla de la cocina y salió. Sus ojos dolieron horriblemente cuando fueron golpeados por el inclemente sol de primavera, o quizá estuvo tanto tiempo a oscuras que la luz ya le afectaba. Rodeó la cabaña hacia el cobertizo en donde resguardaba su bebé, una gran motocicleta deportiva negra y con franjas rojas a los costados. Luego de ponerse el casco a juego, Jessie arrancó y aceleró escarbando en la tierra.

Tanta prisa y ella no quería llegar nunca, porque las palabras de Sage le estremecieron hasta los huesos, quería permanecer en la ruta indefinidamente, para no comprobar con sus ojos que Arif estaba muerto. Era imposible, habían hablado por la noche al salir del bar cuando el lobo idiota se dignó en aparecer... Arif estaba bien, estaba vivo... Debía ser un error.

Mordiendo el pavimento, luchó por recuperar la estabilidad de la motocicleta, sentía adrenalina pura derramarse en su interior, la loba quejarse por la incertidumbre en la que le dejaron, Jessie la había emborrachado por la noche para que dejara de susurrarle cosas por demás locas y extrañas... Era una maldita por drogar a su propio animal, pero ella también lo necesitaba... Necesitaba un trago ahora mismo antes de que los nervios le comieran por dentro.

Una hora, y tuvo que reducir la velocidad cuando ingresó a Paradise City suficientes multas e infracciones tenía por exceso de velocidad, casi le atraparon cuando manejaba con tragos de más, lo último que necesitaba ahora era que le confiscaran su adorada moto. Al llegar a la última residencia de Arif, un edificio de apartamentos en uno de los barrios periféricos, Jessie trató de mantenerse fuerte cuando vio a los patrulleros estacionados, aquellos policías humanos hablar entre ellos, aparentemente sin nada que hacer, perdiendo el tiempo. Del otro lado de la calle divisó a su alfa reclinado en su automóvil, Derek estaba esperando por ella, sorprendido de que llegara tan rápido. Apagando el motor, Jessie se quitó el casco y cruzó la calle corriendo, deteniéndose a un par de pasos del cuerpo de su alfa.

—¿Qué haces aquí Jessie? —Preguntó.

Ella respiró el aire que le faltaba desde que esa llamada le despertó de su letargo, se enfocó en el serio rostro del hombre que había resurgido de sus cenizas para reconstruir un clan al borde de la quiebra.

—Sage...

Derek bajó la mirada, ese gesto mudo, ese silencio... Fue definitivo, nada era mentira y Arif... De verdad se había ido. A Jessie le temblaron los labios, y su loba aulló de dolor, un sonido agudo y prolongado que solo podía oír ella en la soledad de su consciencia que tantas veces intentó ahogar en alcohol...

—¿Cómo..., cómo murió? —preguntó a media voz, la garganta le estaba empezando a arder, Jessie desvió la mirada, a cualquier parte, cualquier cosa, porque si algo le desagradaba era llorar en público.

—No sé si quieras escucharlo... Sería mejor sí...

—Dilo.

Derek chasqueó la lengua, miró más allá de ella.

—Se ahorcó.

Un estremecimiento le recorrió el cuerpo, como la brisa más fría, le heló por dentro y de pronto los pensamientos se detuvieron y fue inevitable para ella recordar la última vez que lo había visto. Nada anormal, nada que pudiera haber advertido sobre el abrupto final, algo no encajaba... No lo creía.

—No, él no..., no, no es capaz de eso... No...

—Jessie, yo lo vi.

—¡No! —Exclamó, su grito se fracturó en el aire y ella rompió en llanto.




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