Ámame

Capítulo 4

 


O la causa casi perdida...
 

 

 

 

Sawyer levantó la mirada al detenerse frente a la puerta, maldijo el áspero olor felino que le indicaba que Harry estaba en casa. Consideró la idea de convencerle de que era el momento de buscarse una casa propia, solo para no tener que oírlo burlarse de su desgracia.

Pero no era tan despiadado como para usarlo, volcar todo el enfado que sentía producto del rechazo contra la única familia que tenía. No, no podía hacer eso.

Finalmente, Sawyer aceptó la derrota.

—Oh miren, el campeón ha llegado —Harry se mofó desde el sillón rojo—. Tardaron bastante en mandarte a volar de una patada, ¿cómo te ha ido?

Harry estaba leyendo unos papeles, al leopardo poco le importaba sus asuntos personales, aún así Sawyer agradecía su disposición a escuchar y que lo viera como una criatura emocional más desarrollada que él.

—Ella estaba mal.

—Hasta que te diste cuenta —Harry sonrió de lado—. Te dije que era una mala idea, ahora ¿vas a dejar de perseguir a esa mujer?

Sawyer caminó hacia la cocina, con los hombros caídos y la mirada baja, el felino acurrucado en el interior de su mente. Triste y solo, por el resto de su vida...

—Sí.

—Oh, genial, ¡el cielo nos ha escuchado! —Harry giró para darle una sonrisa maníaca, parte de la oscuridad que ennegrecía su debilitado corazón se dejó ver en el vacío de sus pupilas dilatadas—. ¿Eso significa que podemos largarnos de aquí?

Del refrigerador sacó una naranja, amaba los cítricos, porque le recordaban a ella... «Demonios»

—No.

—¿Por qué no? —Cuestionó, el tono de Harry subió un poco—. Estamos rodeados por lobos, no me gusta nada.

—A ti no te gusta rodearte de ninguna clase de persona.

Harry lo miró ceñudo, y al levantarse las puntas rojas de su cabello negro resaltaron bajo la luz de las farolas en el techo.

—Los lobos fastidian como no te imaginas.

—Eso es porque no los conoces.

El leopardo chasqueó la lengua, tomó unos sobres con papeles y los desparramó encima de la isla de granito. Sawyer seguía dando vueltas la naranja, sin ganas de sumergirse en el trabajo como insinuaba su amigo.

—Estos son nuestros posibles nuevos clientes.

—Los veré después.

—Eso dijiste la semana pasada. No puedo seguir congelando todo solo porque estás deprimido.

Sawyer levantó la mirada.

—No estoy deprimido.

—A mí no me engañas, desde que conociste a Jessie todo lo que haces es intentar acercarte a ella para que luego te rechace, y ni con eso aprendes, ¿y luego? Vuelves a casa con la cola entre las patas y con una cara de que se te ha caído el mundo.

Gruñó bajo, una advertencia que Harry ignoró por completo, restándole importancia al encogerse de hombros.

—Tú no me entiendes.

—No necesito hacerlo, te conozco, esa mujer te está destruyendo, debes olvidarla.

—No.

—Sawyer... Necesito al hombre de negocios para seguir ganando dinero, tenemos muchos empleados que dependen de tu habilidad para cerrar tratos, si tú te caes nos vamos al infierno todos.

Frustrado, estampó un puño contra la dura superficie, dolió pero se tragó la maldición entre dientes.

—Puedes ser todo un fastidio cuando quieres.

Harry se cruzó de brazos.

—Piensa en un insulto mejor —replicó, volvió a acercar los papeles—. Tienes que aceptar la verdad, tú no eres para ella y ella no es para ti.

Tuvo dificultad para respirar al oír tan duras palabras.

—¿Por qué eres tan cruel?

—Soy la voz de la razón, y tengo que ser realista contigo, la esperanza es una perra y hace mucho daño, no es bueno que sigas con esto o saldrás herido.

Quiso poder tener mil argumentos a mano para poder refutar ese sombrío punto de vista, pero Sawyer no tenía nada en su arsenal, estaba completamente desarmado ante la evidente verdad que Harry exponía ante sus ojos.

—¿Y si la veo de nuevo?

—Te repetirás una y otra vez que ella no te merece, hasta creerlo.

Lo dijo como si fuera la cosa más fácil del mundo. Sawyer bufó molesto, tomó uno de los papeles pero lo dejó de inmediato cuando leyó el título que identificaba a uno de los sobres: entrevistas de trabajo.

—Cuando tu felino se vuelva loco por una mujer... O un hombre... Me vas a entender.

Harry rió por lo bajo, sus ojos verdes se hicieron más brillantes, el color vibrante los resaltaba por encima del tono canela de su piel, extraño para un leopardo de las nieves.

—Sigue soñando gato, eso no sucederá.

—Tarde o temprano nos toca viejo amigo. —Sawyer leyó una de las entrevistas de los aspirantes a gestores, reconoció al instante la oportunidad—. Quiero que contrates a este.

Harry le quitó el papel de las manos.




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