Ámame

Capítulo 5

 


O el doloroso secreto del vigilante... 

 

 

 

Había metido la pata hasta el fondo, Jessie de pronto sintió tanto calor que sus mejillas bien podrían estar en llamas. Caleb le miraba desde la entrada de la cocina, parte de esa cortina hecha por tiras con cuentas de madera le caía en el cuerpo y en sus ojos vio una incertidumbre que le dijo que no se había dado cuenta de que Eleine esperaba un cachorro suyo.

Oh sí, había metido la pata.

—Em... —Carraspeó, buscó ayuda en Eleine pero ella no refutó sus palabras, en realidad..., ella solo miró consternada la alfombra—. Yo...

—¿Es cierto lo que dice?

Caleb se acercó con prisa, rodeando el sillón, dejó el vaso con agua y se acuclilló cerca de la mujer humana.

—Yo no lo sabía —ella murmuró.

«Oh genial, arruinaste la sorpresa para ambos, bien hecho idiota»

Em...

Caleb giró bruscamente hacia ella.

—¿Cómo es que?

Jessie se mordió la lengua, ¿cómo decirle que él no era capaz de darse cuenta que su pareja estaba embarazada por ser un latente? No iba a echar leña al fuego, no quería hacerlo sentir menos.

—¿Una corazonada? —Sawyer intervino.

Caleb le gruñó.

—Tú te callas. Responde mi pregunta Jessie, ¿cómo es que sabes eso si Eleine ni siquiera lo ha notado?

La mujer agarró la mano de Caleb, el ambiente se llenó de una tensión que parecía aplastarle. Genial, ella había venido para obtener pistas, no para entrar en problemas de pareja...

—Olemos la nueva vida —dijo, tratando de minimizar el daño posible.

—¿Y por qué yo no...? Oh... —Caleb redondeó los ojos—. Claro, soy latente.

Junto a ella, con escasos centímetros de separación, el gran gato molesto se movió inquieto. Jessie podía sentir al leopardo merodear cerca, ella nunca había visto a Sawyer en piel animal pero dado a su enorme metro ochenta y cinco... Debía tratarse de un leopardo grande. No era que importase, estaba ahí como el lastre personal que Derek había elegido para ella, en la absurda suposición de que le ayudaba a controlar sus emociones.

Como si un felino pudiese dominar la locura que llevaba desde adentro...

—Bien. —Caleb se calmó, un poco de tristeza se fundió en su mirada azul, besó la frente de Eleine—. No hay problema, perdona mi reacción es que...

«No quiero heredarle esto»

—Fue una sorpresa inesperada —agregó. Jessie había oído su comentario en baja frecuencia, y se sintió triste por saber que Caleb todavía no aceptaba el hecho de no poder transformarse ni tener los sentidos desarrollados al mismo nivel que los demás—. ¿Cómo te sientes? —Le preguntó a Eleine.

—Abrumada..., esto... —Elevó la mirada hacia Jessie—. Costará un poco asimilarlo, pero... —Negó, como despejando una idea—. ¿Qué era lo que querías que hiciera?

Jessie solo sonrió para bajar un poco el tenso ambiente, había actuado por impulso dejándose llevar por la ansiedad que tenía de obtener respuestas rápidas. Se obligó a calmarse, a ser sensible.

—Quiero saber el nombre del dueño de este número —dijo, y le entregó el celular con el mensaje.

—Oh, ¿es de Arif?

—Sí, estoy investigando su muerte —respondió, fue inevitable que algo de pena se filtrara en su voz.

Sawyer hizo ruidos adrede, aclarándose la garganta.

Tú no cuentas —dijo en baja frecuencia para que no le oyera.

—Pero..., ¿no dijeron que se había..., suicidado?

Ahí estaba otra vez, la estela de tristeza envolviéndole.

—No estamos muy seguros.

Eleine suspiró, casi con resignación, se encontró con los ojos de Caleb quien le sonrió tibiamente. Jessie desvió la mirada de la conmovedora escena que probablemente sacaría su envida a flote, no era necesario, ella estaba bien, sin responsabilidades, sin peleas, sin nadie que le esperara en casa, nadie murió de soledad... ¿O sí?

—De acuerdo, iré por mi computadora, tardaré un poco. Caleb, ¿quieres darle algo de comer o beber?

—Claro.

La pareja se separó y ellos quedaron solos. Sawyer le miraba de reojo pensando que no se daba cuenta, pero lo hacía, y esa forma de mirar... Quemaba, y no de la manera desagradable, era la forma de mirar clásica en un felino dispuesto a devorar su almuerzo. «Que el infierno se congele antes de serlo»

—¿Soy o me parezco? —murmuró. Deseó no haberlo hecho, pues su sonrisa... Era mortal, y atractiva y...

—Eres, definitivamente, eres.

No entendía su punto, y no quiso averiguarlo.

—¿Quieren agua, té, café, chocolate?

—Sí.

—No.




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