O los fantasmas debajo de la tierra...
Jessie tenía el cuerpo paralizado de pies a cabeza, el grito que había sacudido su pecho entero solo sirvió para que el miedo corriera por sus venas acelerado. Había caído en algo de goma, se sentía suave bajo el tacto, pero eso perdió todo sentido cuando vio ese par de ojos azules, ese desordenado cabello negro y..., oh Dios, hasta la altura era la misma. ¿Estaba soñando? ¿Acaso había muerto y ese que le apuntaba con un rifle de guerra en verdad era Arif?
Algo le decía que esas preguntas eran desquiciadas...
Pero el calor de Sawyer, tan cerca de su cuerpo, el movimiento del pelaje del leopardo..., se sentía tan real que desbarató la posibilidad de reunirse con el maldito lobo en el más allá. Esto era real, y tenía al gran gato cubriéndole con su enorme cuerpo, enfrentando la dirección del arma que amenazaba de muerte, y rugiendo, oh..., era poderoso y fuerte, y..., le gustaba esa forma de reaccionar, el cambiante había salido a la luz solo para cuidar de ella.
Eso era tierno, y confuso como el maldito infierno.
Jessie regresó la mirada al sujeto que estaba más allá del leopardo, quiso hablar pero no le salió nada, ni siquiera un quejido u otro grito de sorpresa, ¿era una clase de fantasma? No era Arif, aunque las similitudes eran aterradoras, la ilusión de que estuviera con vida se fue diluyendo cuando el sujeto dio un paso saliendo de la oscuridad, el ojo que Arif había perdido, lo tenía, y el arañazo que le desfiguró el rostro a su lobo no estaba en aquel tipo.
¿En qué clase de loca realidad había caído?
Jessie tragó saliva un par de veces y respiró, tranquilizando a la loba que aullaba nerviosa y frenética, ella reunió fuerzas para intentar comprender en dónde habían ido a parar, ¿era esa una trampa de los Cazadores? De inmediato volvió a Sawyer, por la tensión en su cuerpo sabía que el leopardo de Amur estaba a punto de saltar al frente, le protegía con tanta ferocidad que hasta descuidaba su mayor secreto, ese que lo tenía siempre al vilo del peligro al que tanto temía.
Y a pesar del miedo que le invadía, ella tenía la suficiente capacidad como para intentar detenerlo, al menos en eso le ayudaría para distraerse de aquel sujeto tan idéntico a Arif. Fue así que Jessie respiró profundo, y colocó una de sus manos en la gran espalda del hombre, no hubo otra reacción que no fuera el estridente rugido que le hizo temblar con una electricidad que se sintió demasiado bien. Mordiéndose el labio, Jessie subió la mano en un masaje hasta el hombro. Okay, esto se sentía bien, ella podía sentir esos músculos tensarse bajo su mano.
—Ya basta, gatito, no te expongas, no lo hagas...
No le entendería en ese tono, por supuesto, la habilidad sub-vocal solo estaba en los cambiantes lobos. Pero Jessie continuó tratando de hacerle volver, su pulgar rozó algo ovalado y frío en su nuca, curiosa, se inclinó, rodeándole en un abrazo, con horror y angustia mezclándose en su pecho, comprobó que se trataba de un neuroestimulador en desuso, incrustado en su piel. Ese objeto era señal de que alguien se lo implantó para controlar sus transformaciones a voluntad. Tragó seco, este hombre había pasado terribles cosas siendo apenas un cachorro.
—Sawyer... —Gruñó bajo acercándose a su oído—. Te necesito... —hizo chocar los dientes por lo mal que se escuchó eso, aunque fuera verdad, algo que ella no quería aceptar todavía—. Cuerdo —agregó.
Sawyer, todavía agachado para protegerla, gruñó, Jessie vio las garras salir de sus dedos, el delgado olor a sangre se filtró en el aire, la tensión de sus músculos era cada vez mayor. Y el sujeto frente a ellos, parecía esperar justo lo que ella no quería que pasara.
«Estúpido gato... » masculló para sí. Entonces, como último recurso, y sabiendo que los felinos eran seres táctiles, Jessie rodeó su cuerpo, cruzando el brazo alrededor de la espalda para llegar a su pecho, en esa posición ella estaba casi encima de él, amoldándose a su figura, respiró en su cabello el olor a manzanilla tan salvaje y fresco, luego rozó su cien con la nariz y le dio un beso en la mejilla. Oyó un ronroneo que hizo vibrar su cuerpo entero, hasta trasladarse al suyo, haciendo que el aullido de la loba sonara más fuerte, no supo porqué, pero ahora, de esa forma, con él enfrentándose al rifle y ella cubriéndole la espalda, se sentía fuerte y segura..., exactamente cuando entrenaba con Arif.
Desde el exterior, se veían como toda pareja acoplada debía, juntos, protegiéndose el uno al otro de la amenaza, mirando a los ojos del peligro, dispuestos a saltarle encima y abrirse paso a través de garras y dientes.
—¿Quién eres? —Alzó la voz, renovada fuerza se metió en sus músculos para prepararle por si debía pelear.
Aquel sujeto bajó el arma lentamente, pero por la forma en que ladeaba la cabeza se veía que estaba escuchando algo. Tenía un audífono inalámbrico en el oído derecho, observó su atuendo, un uniforme negro con un símbolo en el centro, un círculo blanco con cuatro arañazos y una huella. Extraño.
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Editado: 05.12.2019