Ámame

Capítulo 18

 


O los peligrosos engaños... 

 

 

 

Sawyer sintió que Jessie se estaba alejando, incluso su cuerpo había cambiado apenas supo la identidad de ese hombre, quiso pensar que era una coincidencia, pero el evidente parecido ya solo dictaba que Arif estaba emparentado con aquel sujeto.

Y esos dos eran pareja, ¿sería Camille la madre? No estaba seguro, cualquier cosa podía pasar. Todo lo que daba vueltas por su mente se relacionaba con el beso que Jessie le había permitido, aún sus labios estaban calientes y algo hinchados..., diablos, ella besaba bien, temía que eso fuera suficiente como para volverlo adicto.

Pero, como estaba la situación, y el cambio que sentía en ella, supo con tristeza que eso estaba lejos de poder repetirse.

—Creo necesario aclarar quiénes somos y por qué estamos aquí —Sawyer cortó el breve silencio—. Somos turistas, quisimos conocer este lugar y terminamos cayendo por esa trampa.

—No era una trampa —cortó Aidan Anyelev—. Es una salida de emergencia.

—Como sea —intervino Jessie, soltó su mano—. Les diremos la verdad, somos miembros del clan Moon Fighters.

Un gruñido potente salió de la boca del guardián. Sawyer sintió al leopardo demasiado cerca de la superficie, otra provocación más y tal vez cometería un error grave.

—Uno miente, el otro intenta decir la verdad. —Kenny sonrió, mierda, era como ver a un fantasma viviente—. Hay que expulsarlos.

Una sonrisa afilada hizo que Jessie retrocediera, eso nunca había sucedido, estaba volviéndose frágil y susceptible, todo lo contrario a una loba Gamma. Pero aún con todo eso, Sawyer seguiría con ella hasta el final.

—Espera, deja que hablen. —Camille sobrepasó al hombre para detenerse a mitad del escritorio—. No es algo usual recibir visitas.

Ambos se miraron durante un momento, en el que ella cerró los ojos con pesar en su rostro.

—Un amigo nuestro se suicidó el sábado pasado. Desde entonces estamos averiguando la razón y..., rastreamos sus últimos momentos, las pistas nos condujeron hasta aquí.

Camille no parecía sorprendida.

—Oh..., ¿y quién es ese amigo?

—Arif Anyelev.

La pareja no mostró nada, ni consternación, pesar, tristeza o dolor, nada. Parecía que estaban analizando algo en sus cabezas, fue ahí que Sawyer se dio cuenta que ambos estaban emparejados.

—Es una lástima.

—¿Lo conoció? ¿Estuvo aquí?

—Sí, nos sorprendió mucho que encontrara el camino a casa. —Camille suspiró—. Es lamentable su pérdida.

—U-un momento, ¿a-a qué se refiere c-con casa?

Camille miró a Jessie con sus grandes ojos marrones.

—Es una larga historia, ven, daremos un paseo, él puede quedarse aquí.

—No —replicó Sawyer—. A donde ella vaya, yo iré.

Jessie volvió a tomar su mano, su respiración estaba agitada, y le temblaba un poco los labios. Necesitaba calmar el remolino de emociones, necesitaba abrazarla. Su cuerpo le extrañaba.

—De acuerdo, regresa con el equipo de seguridad para los reportes —le ordenó a Aidan—. Yo estaré bien.

Aidan acunó el rostro de Camille, ambos unieron sus frentes en un roce delicado y cerraron los ojos durante varios segundos.

—Llámame, ante cualquier cosa —exigió.

—Lo haré cariño.

Aiden se separó de Camille, echó una mirada severa a Sawyer y Jessie, luego salió de la oficina.

—Siganme, por favor.

Nunca se le irían esos horribles escalofríos que erizaban su piel cada vez que se encontraba de nuevo por los pasillos de un laboratorio. La experiencia que tuvo a los siete años no se borraría jamás, Bulgákov siempre quiso hacerlo parte de todos sus negocios, incluso contra su voluntad, él siempre lo arrastraba para que supiera una y otra vez que era el dueño de todos, y que Sawyer solo era un producto más de la experimentación genética.

Doblaron por otro pasillo, ahora las paredes tenían ventanales que dejaba ver todo lo que se estaba haciendo dentro de los laboratorios.

—¿Qué se hace aquí exactamente? —Preguntó Jessie.

—Iniciamos con los estudios de bacteriología, luego con hibridación, recombinación genética, ingeniería genética...

Las alarmas de Sawyer sonaron fuerte.

—Eso es ilegal.

Camille se detuvo frente a uno de los grandes ventanales, le sonrió a los trabajadores que detuvieron sus tareas para mirar a quienes estaban del otro lado.

—Desde el punto de vista humano —respondió—. Pero yo no lo veo así.

—¿No te parece mal hacer experimentos con cambiantes? —Jessie indagó, ese tono fuerte regresó a ella, sí..., cuando algo no le parecía sacaba fuerzas para hacer valer su voz.

Camille le miró de reojo.

—¿Quién dice que hago experimentos?




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