Ámame

Capítulo 24

 

O cuando estás al borde de rendirte... 

 

 

 

Fue llevado por un hombre desconocido a una cabaña cercana al sitio en donde despertó, de inmediato, la mujer que era su pareja le buscó una manta, preparó té y le ofreció galletas. Sawyer recibió la ayuda con un enorme agradecimiento por la bondad de estas personas.

Eran dulces y amables, como el niño que no se había separado de él en todo momento.

—¿Cómo te llamas? —Preguntó el hombre.

—Sawyer Arwall.

Con una media sonrisa, le extendió una mano.

—Tyler Bishop.

—Es un gusto.

—Ella es mi pareja, Hayley.

La mujer morena de abundante cabello rizado apareció con una bandeja llena de galletas.

—¿Te han hecho algo? —Ella le preguntó—. ¿Estás herido?

—No, no..., yo..., salí a caminar y me he perdido desde hace varios días.

Bien, esa era una mentira terrible.

—Ah... ¿Y de dónde eres? —Preguntó Tyler.

Paradise City.

—La ciudad de los lobos —murmuró el pequeño Killian con sus ojos oscuros llenos de asombro.

Sawyer sonrió.

—Sí, de ahí vengo.

—Bien, fue suerte que te acercaras tanto para echarte una siesta —bromeó Tyler—. Y que este pequeño explorador te encontrara.

Miró al niño, estaba orgulloso por su logro, fue entonces que notó una gran diferencia, era humano.

—Sí, será un hábil rastreador —dijo Hayley, sus ojos oscuros llenos de amor.

Era el perfecto retrato de cómo una familia debía verse, no importaba la raza ni la sangre, solo los lazos que la mantenía unida y estable, fuerte. Era privilegiado de poder ver a otro cachorro en buenas manos, él habría dado todo por tener verdaderos padres a esa edad, las cosas habrían sido tan diferentes...

Sawyer bostezó por el cansancio que inundaba su cuerpo. Quería volver a casa, ver a Harry, lidiar con la fábrica y los negocios..., necesitaba volver a la normalidad, olvidar todo y aceptar la idea de que en todo momento la mujer que lo trajo al mundo tenía razón, Sawyer nació para sufrir.

Sin embargo, había una parte de todo eso, a la que seguía resistiendo. Había mucho más que podía hacerle feliz, el amor simplemente debía tacharlo de la lista, y entonces estaría bien, siempre lo estaba.

—Te ves agotado —Hayley lo observó con preocupación, cuando Sawyer cruzó sus ojos ella desvió la mirada. Hubo un ligero cambio en Tyler—. Puedo llamar a uno de los médicos del clan.

Sawyer negó, le ofreció una débil sonrisa, sus párpados pesaban, no sabía por qué motivos estaba tan cansado si apenas había pasado una hora desde que despertó. Pero había algo en su mente, que le impedía seguir funcionando, era como si le presionara a que cerrara los ojos y durmiera un largo tiempo.

—Estoy bien...

Pero sus manos fallaron, volviéndose débiles, el té se derramó sobre la alfombra verde con bordados de hojas blancas, y Sawyer quedó de lado, su cuerpo sostenido solo por el apoya brazos.

—Llevalo a la habitación de huéspedes —Hayley le ordenó a su pareja—. Llamaré a Riley.

—Avísale a Liam también.

Tyler rodeó su espalda con un brazo, y se colocó debajo del suyo para levantarlo, le costó, pero tras recobrar el equilibrio le arrastró hacia una habitación de grandes ventanas donde se podía ver un hermoso atardecer.

—¿Qué le sucede, papi?

—Está cansado —respondió—. Ve con mamá.

El niño se le quedó mirando unos segundos, Sawyer le sonrió para hacerle saber que estaba bien, él no percibiría la mentira disfrazada por su seguridad, no lo estaba y dudaba si esta reacción se debía a algo que le hicieron. Lo poco que recordaba era gracias a esa grabación, y a decir verdad..., prefería no recordarlo, esa conversación fue un puñal frío, un golpe demasiado fuerte. Ya no quería continuar pensando en eso, su alma dolía.

—Descansa, traeremos ayuda.

Se fue al sueño profundo con esa promesa.

Entendía que las imágenes proyectadas en sus descansos, solo eran manifestaciones de su subconsciente, y no eran de importancia porque al final... Solo eran eso, sueños. Pero en toda su vida, Sawyer jamás deseó tanto no volver a verla en sueños, a pesar de todo lo que había pasado, la forma en que le había traicionado, su mente seguía regresando a ella, a su loba blanca recostada en lo alto de una piedra junto al inicio de una alta cascada, mirando orgullosamente sus dominios, y él... Como siempre, debajo, observándole impotente por la distancia entre ambos.

Sin embargo, hubo algo diferente esta vez, porque en el final... En vez de darle la espalda, ella bajó por la ladera corriendo con prisa hacia él... Pero nunca le alcanzó. Despertó de nuevo. Con la luz de la mañana y algo de alivio en el cerebro, un sonido metálico y la luz se hizo más potente. Bostezó, abrió los ojos, a lo lejos, Hayley le observaba.




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