Ámame

Capítulo 28

 


O cuando el fantasma hace su jugada...

 

 

 

La semana siguiente, fue un martirio, el bosque se llenó de sombras, de soledad y huecos, de ese sabor a tristeza y abandono. Sawyer decidió retrasar su viaje hacia Phoenix para poder quedarse junto a Jessie y ayudar un poco. Aunque la mitad del tiempo no sabía qué hacer y solo daba vueltas.

La situación alcanzó su punto crítico cuando fueron cayendo lobos de todas los rangos jerárquicos, Betas, Deltas, un par de Gammas, y los más vulnerables, Epsilons y Omegas, como la dulce hermana de Jessie quien fue recluida en la zona de cuarentena al séptimo día. Todo el mundo estaba desesperado y sin opciones, completamente acorralados e indefensos. Derek envió como último recurso a las madres y cachorros al clan Ice Daggers, como una forma de preservar el último bastión del clan más poderoso de América.

El Alfa se estaba quedando sin opciones y energías, en siete días el brote alcanzó a treinta y nueve lobos. La enfermedad no les daba respiro e incluso el médico más experimentado sucumbió entre los enfermos. Los pumas y leopardos de las nieves que suplieron las ausencias de los lobos capacitados en ese campo, ya no daban abasto. Lo peor fue cuando, un vigilante que recorría una de las tiendas de electrodomésticos en Paradise City sufrió los primeros síntomas, su cambio parcial asustó a más de un humano el local.

La olla se destapó... La ciudad entera fue notificada por el mismo Derek Miller, siendo ayudado por Eleine Mirianni para calmar a las masas que estaban desconcertadas por los incidentes. Ningún lobo esperó jamás lo que sucedió después, y ciertamente Sawyer tampoco, pues siempre tuvo una perspectiva bastante oscura de la capacidad caritativa y el corazón de los seres humanos. Supuso que estuvo errado cuando, lejos de armar revueltas y comenzar a atrincherarse, las personas de Paradise City comenzaron a hacer colectas, a ir al territorio de los lobos para ayudar a los enfermos y hacer de su solitaria miseria algo menos terrible. Los humanos elevaron una proclamación silenciosa de unidad y empatía, de pertenencia al clan que dominaba el territorio desde hacía más de cuatro generaciones.

El hecho sacudió el mundo entero, de solo ver como humanos, pumas y leopardos de las nieves se movilizaban para ayudar a un clan herido y enfermo, al borde del colapso total. Hubo algunos que se regodearon en la desgracia, aquellos adeptos al puritanismo como ideología aclamaron el día en que ese clan “impuro” cayera de una vez.

Pero Sawyer no quería que tuvieran esa satisfacción, ni hoy ni mañana, ni nunca.

Por eso envió a Harry a Phoenix para revisar los avances de la fábrica, esperó que se resistiera y por fin diera la cara por Sage, quien lo había reclamado como pareja, pero conoció su lado más cruel cuando aceptó sin condiciones y se marchó de inmediato. Sawyer rezaba para que encontraran la cura, así Sage pudiera darle una buena lección.

Al octavo día, cansado de quedarse en casa con Jessie, quiso recorrer el perímetro alrededor de la cabaña, el día se avecinaba brillante, perfecto clima primaveral de flores abundantes y verde por todos lados.

—Sawyer —Jessie le llamó apenas dio los primeros veinte pasos—. Debemos ir al Centro comunitario.

Giró, la loba hervía a fuego lento bajo una furia contenida en sus ojos de avellana, era tan hermosa...

—¿Qué sucede?

—Logan alertó algo raro en los sistemas de comunicación satelital, todos se están agrupando en el Centro.

—Rayos...

—Sí... —Jessie gruñó bajo—. Alguien está interfiriendo en el sistema, tenemos que ir para dispersarlos.

—¿Dónde está Derek?

—Viajó temprano a Paradise City.

—¿Y Jeanine?

Jessie bajó la mirada. Su corazón se estrujó dentro de su pecho al pensar que...

—Ella...

—No sabemos, solo dijo que le dolía la cabeza y tenía problemas para controlar a su loba. La dirigieron a cuarentena de inmediato.

—¿Derek está enterado?

—Creo que sí, pero si no ha regresado es porque ella le convenció de continuar con sus tareas.

Sawyer tenía la cabeza hecha un lío cuando entró por las amplias puertas del Centro, había allí un cúmulo de ferviente discusión en las mesas centrales, contó cerca de cuarenta lobos que giraron apenas detectaron un olor ajeno a ellos. Todos voltearon, el ambiente se llenó de una tensión insoportable, nadie movió ni un músculo, era como si el tiempo se hubiera detenido.

—¿Qué están haciendo todos aquí? —Inquirió Jessie con tono demandante.

La loba pasó su mirada por todos los presentes, y se detuvo en los únicos líderes que quedaban intactos: Logan y Seth.

—¿Qué sucede? —Preguntó—. Deberían estar en sus cabañas y no en este lugar.

El silencio y la inmovilidad entre los presentes le puso inquieto, Sawyer se sentía como un intruso en medio de lobos que parecían considerar la idea de saltarle encima. Llamó al leopardo, solo por si las cosas se salían de control.




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