Ámame

Capítulo 33

 


O cuando se necesita un salto de fe...

 

 

 

Sawyer respiró el aire tibio, los primeros rayos de la mañana abrazaron su rostro con una calidez embriagante. Se acostumbró a las salidas matutinas, solo para comprobar el perímetro alrededor de la cabaña de Jessie. Pasaron setenta y dos horas, perdieron a cuatro de los lobos más enfermos que tuvieron que ser liquidados por ordenes de Derek. Milagrosamente, Caleb no fue uno de ellos. 

El Alfa se veía mejor cuando despertó, pero seguía abrumado. Pese a que las vacunas les estaban dando un leve alivio sintomático, nadie estaba fuera de peligro realmente. Todo dependía de inyectarlos a tiempo antes de que la enfermedad fuera irreversible.

Deteniéndose al borde del claro que rodeaba la cabaña, Sawyer ocultó las manos dentro de los bolsillos de su pantalón de cargo color negro. El silencio fue cortado por el trinar de un par de pájaros que pasaron revoloteando por encima de los árboles. Como era habitual desde que regresó a su cabaña, Jessie no estaba esa mañana, y ya podía averiguar a qué sitio había ido, pero él luchaba contra la imperiosa necesidad de seguirla.

Estaba trabajando duro para darle el espacio que necesitaba, y equilibrar entre el apagado clan al borde del colapso, los trabajos retrasados en la fábrica y esa maldita duda que no le dejaba dormir por las noches. Prácticamente, le había delegado todas las tareas a Harry, el leopardo de las nieves podía con el peso pero estaba decaído aunque no lo demostrara.

Sawyer necesitaba un poco de luz, en realidad todos querían eso.

Retrocediendo, su mirada centrada en la estructura de dos pisos, volvió a internarse en el bosque, descendiendo por el terreno inclinado. La ubicación se encontraba bastante cerca del Centro Comunitario enclavado en el valle y rodeado por pinares.

Cuando estaba acercándose, fue interceptado por un lobo negro de ojos amarillos, pálidos y llenos de poder. Un lobo Beta. Seth. Al verlo su felino se encrespó enviando un escalofrío alrededor de su columna y despertando la fuerza hacia sus puños. Sí, ellos no estaban en la mejor sincronía, el leopardo de Sawyer seguía sentido por el hecho de que Seth le quiso vender a Turner sin contemplaciones, y aunque el lado racional y humano intentaba convencerlo de que su reacción era algo obvio, el instinto era más fuerte y la reticencia también.

El lobo negro erizó el pelaje de la espalda, tenía las orejas apuntando hacia Sawyer, los colmillos expuestos a la mitad, su postura era agresiva pero sin llegar a la amenaza total. Confuso. Seth bajó un poco la cabeza, sus vibrantes ojos se volvieron humanos un momento, azules, hasta que regresaron al color animal y le hizo un ademán para que le siguiera.

Sawyer no tenía nada en su agenda, así que fue tras los pasos del lobo. Recorrieron el bosque hasta alcanzar la orilla del río Everside que atravesaba gran parte del territorio y lo siguieron hacia el norte, a su naciente, llegando a una estruendosa cascada, más arriba el punto en donde sus aguas crecían sobre las montañas. La cascada subía en una ligera curva, rodeada en ambos lados por una pendiente rocosa enclavada con algunos arboles altos. La humedad era intensa, así como el aire frío que resultó una caricia extraña. El lobo se detuvo un momento solo para olfatear los rastros del aire, comprobar que no hubiera nada extraño alrededor, y luego giró su cuerpo hacia Sawyer. El camino no terminaba ahí.

Subieron por la pendiente rocosa, las botas desgastadas se resbalaban en la superficie mientras que el lobo no tenía problemas en aferrarse al terreno. El sonido era ensordecedor, pronto la humedad se adueño de su cabello, haciendo a los mechones pesar y adherirse a la piel con un poco de molestia.

Llegaron hasta un punto alto en donde una roca con borde redondeado sobresalía de la tierra, Seth trepó a ella y desde ahí observó todo lo que había abajo. Un lobo reconociendo sus dominios... Típico, pero Sawyer no entendía donde le estaba llevando.

Un gruñido y entonces, el lobo saltó a una saliente, acercándose a la cascada, de ahí Sawyer pudo ver el espacio que se formaba entre la caída del agua y la pendiente que le daba forma. Había un hundimiento, una especie de cueva o saliente a la que el lobo ingresó, inseguro, Sawyer saltó, por poco resbala y pierde el equilibrio, tan rápido como pudo, el lobo negro lo empujó por detrás y le ayudó a quedarse en la saliente.

—Gracias.

Seth gruñó bajo, Sawyer avanzó un par de pasos. El espacio no era tan profundo, solo un par de metros hacia adentro, tan oscuro y frío... Del mismo lugar por el que entraron, saltó una loba plateada de ojos oscuros, Jeanine, y casi al mismo tiempo, del espacio oscuro, un destello ambarino brilló, y un hombre alto se asomó. Seth se encaminó hacia Derek, situándose a su izquierda, Jeanine hizo lo mismo colocándose a su derecha.

Sawyer no entendía a qué se debía todo esto.

—Gracias por venir Sawyer.

Su voz se había vuelto más profunda, fuerte, resaltaba aun con el estruendo del agua detrás, ponía a su felino inquieto.




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