Me despierto con el horrible canto del gallo. Porque si, vivo en una granja, donde todos los días un gallo real de carne y hueso me despierta con su terrible canto a las ocho en punto de cada mañana.
—Ady Coffen, te levantas ya, o el desayuno se te va a enfriar. —me reclama mi madre, al ver que no tengo intención alguna de despertarme y salir de mi cama, me quita el edredón, esperando algún resultado, pero no encuentra ninguno.
—Mamá, estamos en vacaciones, ¿Por qué tengo que levantarme? —Me pongo de nuevo la ropa de cama que mi madre me sacó para que me levantara.
—Mira Ady, punto uno, el gallo canta a las ocho de la mañana todos los días por lo que te despiertas a esa hora si o si —Me vuelve a sacar la ropa de cama. —punto dos, tu abuelo se esfuerza demasiado en reconstruir la granja para que esté lista en pocos días y tú como buena nieta, tienes que ayudarlo. —Ahora me quita las almohadas para que salga de mi deliciosa cama que me tiene atrapada como si de un hechizo se tratase. —y punto tres, porque en unas semanas comienza la universidad y tienes que prepararte, ya vamos, comienza tu rutina.
Al decir eso, es como un chip para mí, verán, soy una chica de dieciocho años, que vive a base de rutinas, sin ellas, entro en estrés, no sé qué hacer con mi vida, por lo que con las rutinas me organizo y sé exactamente que hacer para rendir.
Me levanto —por fin, lo sé—Y abro mi agenda que está en mi mesa de noche que por cierto la hizo mi abuelo. Anoto la hora en que me desperté viendo el viejo reloj en la pared de mi habitación para registrarla y ver que tengo que hacer el día de hoy.
(8:10)
Tengo cinco minutos de retraso por lo que corro al baño, hago lo más rápido que puedo mis necesidades, me lavo los dientes, el pelo y el cuerpo con una ducha rápida.
Al estar lista tiendo mi cama y limpio un poco mi habitación, también el lado de mi madre, si se lo preguntaban, si, duermo en la misma habitación de mi madre, suerte que no en las mismas camas.
Al dejar todo listo y ordenado salgo de la habitación por la que mi madre se fué minutos atrás a despertar a mi abuelo, bajo las escaleras aún en pijama por comodidad.
Llego a tiempo para comer (8:20) y lo anoto en mi agenda que la llevo a todos lados, me sirvo un trozo de pudín, con un vaso de agua.
—Buenos días. —Saludo a mi abuelo y a mi madre que llegan a la cocina después de bajar las escaleras haciéndolas rechinar un poco.
—Buenos días pequeña Ady. — Saluda el abuelo, me acerco para darle un beso en su mejilla cuando se sienta en su lugar en la mesa de la cocina, junto con dos trozos de pudín de huevo, su café expreso y sus pastillas por la hipertensión. —Gracias pequeña. — Me sonríe al darle su desayuno, al abuelo le encanta llamarme "pequeña", así llamaba a mi madre antes de mi llegada al mundo.
—Papá abuelo. —Amo llamar a mi abuelo papá, porque eso es lo que es para mí.
Mi madre a los quince años fué a una fiesta con sus amigas a las afueras de la granja, allí conoció a mi padre.
Semanas después se rencontraron porque eran compañeros de clase, a los pocos días mi padre se le declaró a mi madre confesándole su amor, lo bueno es que era correspondido por mi madre, por lo que al día siguiente ya eran novios.
Meses más tarde, mi madre ya tenía dieciséis años y mi padre dieciocho, cuando mi mamá tuvo un retraso, el cual lo confirmó al enterarse que estaba embarazada, pero al comentarlo con mi padre, este no le respondió, sólo huyó y nadie sabe su paradero.
Mi madre quedó devastada por que estaba perdidamente enamorada de ese cobarde, pero mis abuelos (en ese tiempo aún vivía la abuela) la ayudaron y apoyaron en todo momento.
Por lo que el dos de septiembre del año dos mil nací yo, no tengo mucho dinero, pero nunca me faltó nada.
Vivo desde que tengo memoria en la granja de mis abuelos junto a mi madre y papá abuelo, llena de amor y muchos valores.
Por lo que el abuelo ha criado de mi como una hija más, él ha estado para mí como un padre, cuando hace cinco años murió la abuela, todos nos entristecimos demasiado, ella era nuestro pilar, la más fuerte de todas, pero el cáncer tocó sin avisar la puerta de su vida y se la llevó para no volver jamás.
El dinero aquí es poco, mi abuelo trabaja vendiendo sus productos de granja a los vecinos y turistas, como lo es el huevo, leche de vaca y cabra, queso de esos animales, siempre es lo que podemos sacar de los animales, nunca los animales en sí.
También ganamos dinero con la corrida de caballos, mi abuelo organiza una corrida de caballos todos los veranos, en la séptima semana del verano (que por cierto comienza en dos días) es donde vienen los vecinos con su familia a competir con su mejor caballo para así ganar mucho dinero por la corrida y las apuestas del público.
Lo malo es que se escapó una vaca hace tres días, chocó contra una pared del establo donde lo derribó todo, cayendo y destruyendo las paredes con las vallas de esa parte de la granja.
Por suerte estábamos mi abuelo y yo en ese preciso lugar en el momento del incidente, por lo que pudimos acorralar a los animales para que no huyesen, así que sólo se fué la vaca que derrumbó el establo y una gallina. No hubo mucha pérdida.