Capítulo 1
Ryan
Una luz enceguecedora golpeando mi cara me despierta. Alguien, mi irritante representante, creo, ha abierto las cortinas de mi habitación. Mis ojos duelen y mi cabeza palpita, el sabor del whisky subiendo por mi garganta y las náuseas me recuerdan que estuve bebiendo de nuevo anoche. Intento abrir los ojos, pero mi párpado superior se separa del inferior solo un milímetro y el dolor de cabeza se intensifica.
¿Por qué demonios bebí tanto?
Ah, sí, ya recuerdo, me estaba lamentando por mi vida de nuevo.
—Levántate de una vez, Ryan —gruñe Phil, confirmando que es mi representante quien vino a fastidiarme un martes –¿es martes?– cuando tengo una resaca de muerte.
—Dame un minuto —digo, o eso intento, porque me sale un balbuceo incoherente—. Déjame acostumbrarme a la luz.
Las sábanas que me cubren son retiradas y escucho el murmullo cuando estas caen a un lado.
—No tenemos tiempo, en media hora nos esperan los de la disquera para discutir el lanzamiento de próximo disco.
Su declaración me hace abrir los ojos de golpe y me arrepiento un segundo después. Gimo, volviendo a cerrar los ojos y llevándome las manos a la cabeza.
—Consígueme un energizante y un analgésico, voy a bañarme.
Phil hace lo que le pido, saliendo de mi habitación, no sin antes decir:
—Más te vale estar listo en quince minutos.
Quince minutos es suficiente tiempo para ducharme y vestirme.
A tientas, me meto en la ducha y dejo que me caiga el agua fría sobe el cuerpo para despertarme. Ya duchado y muy despierto, me lavo los dientes y luego voy a mi guardarropa, tomo un unos jean, una camiseta y un chaqueta que combine, después agarro unos bóxer y salgo del guardarropa. Dejo la ropa sobre la cama y empiezo a vestirme. Phil vuelve cuando estoy con los jean puestos y los zapatos calzados, pero sin camiseta y el cinturón colgando abierto de mis pantalones.
—Cinco minutos, Ryan —me hace saber, entregándome el energizante y el analgésico.
Me trago la pastilla junto con la mitad de mi bebida, le paso a Phil el resto y procedo a terminar de vestirme.
—¿Se puede saber dónde estuviste anoche? —increpa.
—No estoy de humor para tus sermones.
Me pongo la camiseta y luego regreso al cuarto de baño, Phil me sigue.
—Si no te escaparas cada tanto a beber quién sabe dónde, no te estaría dando sermones. —Lo ignoro, tomando un peine para desenredar mi cabello—. Sabías que hoy teníamos reunión con la disquera e igual te fuiste a embriagarte hasta la inconsciencia.
—Estaba en mis cabales cuando llegué aquí —me defiendo, pero él no me cree.
—Tú portero me llamó anoche a las 2 de la madrugada cuando llegaste y me dijo que no sabías ni dónde estabas parado. —Jefree, el chismoso del año. Voy a hacer que lo despidan por chivarse con Phil—. Una chica vestida como prostituta te trajo y te dejó en la entrada. Jefree no sabe quién era, y te apuesto que tú tampoco.
Se equivoca, sí sé quién era. Dawn, la bartender, pero Phil no tiene porqué saberlo.
Dawn y yo hablamos largo y tendido anoche, ese bar en descomposición estuvo vacío toda la noche, sospecho que porque era lunes –sigo sin confirmar que hoy sea martes, mi conjetura no es segura–, así que la chica estuvo sirviéndome tragos hasta que fue la hora de cerrar. Para ese momento, ya estaba muy borracho, sin embargo, Jefree se equivoca en eso de que no sabía dónde estaba parado, por supuesto que lo sabía, pero me estaba haciendo el tonto por si convencía a Dawn de entrar conmigo.
Hice un plan justo en el momento en que los tragos se me empezaron a subir a la cabeza; hacerme pasar por un hombre supremamente ebrio y obligarla a acompañarme a mi apartamento. Todo iba excelente, Dawn se compadeció de mí porque estaba indefenso y la zona no era segura, por lo que llamó a un taxi y se subió conmigo cuando se lo pedí amablemente entre balbuceos. Pero todo mi plan se vino abajo cuando, al llegar al edificio, ella se negó a acompañarme dentro, y todo fue culpa de Jefree, él tenía que hacer como que no le importaba mi estado, pero el muy tonto vino hasta el taxi y le aseguró que él me llevaría arriba.
Te estoy odiando, Jefree.
Mientras Jefree me bajaba del taxi, le rogué a Dawn que me diera su número, pero ella se negó rotundamente. Tengo herido el orgullo por su desprecio, siento que me golpeó el ego.
Al menos me dejó pagarle el taxi de vuelta.
—Primero que todo, respeta a la chica, ella no es ninguna prostituta, ella solo fue una buena samaritana que me trajo hasta aquí para asegurarse de que llegara bien. —Me volteo hacia Phil y lo señalo con el peine—. Y segundo, no recordaba que tenía una reunión con la disquera y es tu culpa por no avisarme anoche.
—¡Te dije ayer por la mañana! —grita y hago una mueca.
—Baja la voz, esta es una conversación entre personas racionales.
—No, esta es una conversación entre una persona exasperada y otra con resaca. —Se cruza de brazos—. Mala combinación.