Capítulo 3
Ryan
La llevo a la cafetería del estudio, a esta hora ha de estar llena, pero me tiene sin cuidado. Solo quiero hablar con ella para disculparme por mi comportamiento de anoche. Sigo queriendo llevármela a la cama, sin embargo, se merece una disculpa y un agradecimiento.
Al entrar a la cafetería, ella silva, dándole un vistazo al lugar. Quiero saber lo que está pensando.
—Tienes una cafetería en tu propio estudio —dice impresionada—. Eso es mucho, incluso para un cantante.
—Soy un tipo pretencioso —bromeo, aunque es cierto.
Compré este estudio unos meses después de empezar a salir con Johana. Mi representante y ella, que era mi novia en ese momento, me dijeron que era un derroche de dinero adquirir un lugar tan grande, pero no les hice caso. Todo un estúpido estoy hecho, gastando dinero en cosas innecesarias, así que mis anteriores palabras no están lejos de la realidad. Soy pretencioso, lo acepto.
—No te voy a contradecir. —Sacude la cabeza, negando, mientras sonríe.
Al menos no le molesta que así sea.
Y me gusta su sonrisa, es hermosa.
—¿Quieres algo de beber? —le pregunto—. O, tal vez, un sándwich. Hacen unos muy buenos aquí.
—Un sándwich, por favor. —Oh, miren, pensé que se iba a negar. Notando mi sorpresa, rueda los ojos—. No alcancé a almorzar.
Nos acercamos a la barra y una de las dos mujeres que trabajan atendiendo viene hacia nosotros.
—Sr. Freiser, ¿qué le ofrezco?
—Dos sándwiches de jamón y dos refrescos, por favor —pido.
—En un minuto le entrego su pedido.
Dawn mira la interacción con diversión brillando en sus ojos. Alzo una ceja, una pregunta silenciosa por el motivo de su alegría.
—Todos se desviven por atenderte en este lugar.
Ah, eso.
—Pago sus sueldos, es normal.
Inclina la cabeza, haciendo una mueca de acuerdo.
—Suficientemente justo —acepta—. Yo también alabo a mis jefes de vez en cuando.
—¿De vez en cuando?
Sonríe, agitando las pestañas.
—Puedo ser un poco problemática.
Suelto una carcajada. Por alguna extraña razón, no me parece descabellada su admisión.
—Si vas a bailar para mí, ¿eso significa que vas a ser problemática conmigo también?
Se rasca la nuca, pensativa.
—Técnicamente, sería problemática con Dimitri.
Excelente manera de confesar que sí lo será.
—¿Puedes decirme en qué sentido serás problemática? —pido amablemente—. Para estar preparado.
—Si te lo digo, no sería una sorpresa.
—No sabía que querías que fuera una sorpresa.
—Me gusta impresionar.
—Ya veo.
La mujer que nos atendió regresa y me tiende dos bandejas. Le doy una a Dawn y tomo la otra para mí. El guardia de la puerta pasa frente a nosotros en ese instante y se detiene a mirar a Dawn.
—¿Tu jefe ya te avisó del despido? —le pregunta, frunzo el ceño.
¿Ah?
Dawn, soltando una risita, responde:
—No, ya te dije que lo hará cuando regrese al trabajo.
—De una forma vergonzosa —completa el hombre, sonriendo.
Esto no me gusta.
—Exacto.
El guardia me ve y asiente en forma de reconocimiento.
—Sr. Freiser —saluda y luego mira de nuevo a mi acompañante—. Nos vemos por ahí, niña loca. Si es que te quedas.
—Ten por seguro que nos veremos por ahí —afirma Dawn y él se va.
Aun sin entender de qué iba su conversación, la sigo a una mesa cercana, donde se sienta, dejando su bandeja en frente.
—¿Puedo preguntar qué fue eso? —suelto nada más caer frente a ella.
—Le inventé una excusa por llegar tarde —confiesa, quitando la envoltura de su sándwich para luego darle una mordida—. Un hueso duro de roer, tu guardia.
—Bueno, para eso le pago, para no dejarse engatusar con mujeres bonitas.
Dawn deja de masticar, abriendo los ojos de par en par.
—¿Me estás diciendo que soy bonita?
Pongo los ojos en blanco. Como si ella no lo supiera ya.
—No me digas que eres de esas mujeres que no ven lo hermosas que son —mascullo, abriendo mi lata de refresco antes de darle un buen trago.
—¡Hermosa! —chilla ella, incrédula—. Sé que soy bonita, Sr. Freiser. Lo que me impresiona es que usted me considere de tal forma. Después de todo, se te conoce por salir con modelos.