Ámame.

Capítulo 4: Dawn.

Capítulo 4

Dawn

 

La noche en el bar va bien. Mis amigas –no sé si sea un término muy fuerte llamarlas así, pero esta noche lo son–, las que se paran en la calle concurrida más adelante para atraer a clientes, han estado gastando una buena cantidad de dinero esta noche porque se consiguieron a un grupo de raperos con un contrato recién firmado en una disquera y las propinas que dejan son muy buenas. Creo que es una táctica de ellas, hacer beber a los tipos que pagan por sus servicios para que a la hora de la acción, estén borrachos y se duerman rápido. No sé si les funciona… De hecho, no sé si tengo razón, pero no voy a quejarme ni a preguntar.

Dejo una cerveza de raíz frente a un cliente habitual al tiempo que una de las chicas que ha estado pidiendo viene de nuevo y me hace señas para que empiece a servir una nueva ronda.

—¡Dios! —se queja cuando me paro frente a ella—. El chico que está con Ashley es un hablador. Le ha estado repitiendo la forma en la que va a follársela desde que llegamos. —Niega, haciendo una mueca—. Te aseguro, chica, esos son los que menos hacen a la hora de la verdad.

Le regalo una sonrisa de simpatía.

—Pobre Ashley.

—¡Y que lo digas! —Mira sobre su hombro unos segundos antes de inclinarse sobre la barra con un gesto de confidencialidad—. Aquí entre nos, la chica que me contrató sí que se nota que sabe hacer cosas con la lengua. La dejé besarme hace un rato y es una experta. A ver qué hace luego.

Reprimo las ganas de reír.

—¿Y si ella está esperando que tú seas la que le haga algo luego?

—No puede ser muy diferente a una mamada. —Se encoge de hombros—. Sin embargo, le dejaré claro que no hay reembolso.

Pongo en una bandeja todos sus tragos y se los paso.

—Que te vaya bien con la chica.

Me guiña un ojo.

—Tenlo por seguro, cariño. —Me pasa un billete de 100$—. Quédate con el cambio. Mi amiga la de la buena lengua paga.

Suelto una carcajada, viendo cómo se aleja.

Le sirvo un trago a otro cliente y hablo poco con él por un rato, cuando lo siento llegar. No sé cómo lo hago, pero sé que está aquí.

Ryan.

Aparto la vista del tipo con el que estaba hablando y me fijo en la puerta. Ahí está él, caminando encorvado, hombros caídos, usando una sudadera con capucha igual a la que traía anoche, escondiendo su cara. Algunas mujeres lo miran cuando pasa por su lado, pero él no ve a nadie, solo a sus pies. Se dirige al mismo lugar, el más alejado de barra, y me hace una seña sin siquiera mirarme. Disculpándome con el cliente, atiendo a su llamado.

—Creo que llamas más la atención intentando esconderte —le digo, pasando un trapo por la encimera. No está sucio, se ha vuelto una costumbre hacerlo—. ¿Lo mismo de anoche?

Asiente, sin levantar la cara y sin hablar.

Con cautela, doy un paso atrás, tratando de descifrar qué le ocurre, pero el que no pueda ver su cara me lo dificulta.

—Ya vuelvo —le aviso antes de ir por una botella de whisky y un vaso.

Va a beber toda la botella, lo sé, por eso la traigo llena. Sirvo su bebida y la deslizo hacia él, que se la bebe con un movimiento rápido, echando hacia atrás la cabeza y vaciando el líquido en su garganta.

—Empezamos en serio —murmuro lo suficientemente fuerte para que me escuche. Su boca se extiende en una sonrisa que no le llega a los ojos, viéndome al fin.

—Soy un hombre que hace todo en serio.

Es lo primero que dice desde que llegó y suena tan amargo que asusta.

—¿Te pasa algo? —inquiero, arrugando el entrecejo.

Levanta una mano, señalando la botella que aún tengo en la mano. Le sirvo otro trago.

—Ya sabes, la vida —responde, evasivo. Cuando empiezo a alejar la mano para poner la botella detrás del mostrador, me la arrebata—. Déjala aquí, así no te hago perder el tiempo sirviendo trago tras trago.

Quiero insistir para que me confíe lo que le perturba, pero otro cliente me llama y decido dejarlo solo por unos segundos. Ayer pude hablar con él sin problemas porque la clientela fue escasa. Hoy, sin embargo, está más concurrido, y luego de atender al cliente que me ha llamado, llega otro y otro, y así hasta que han pasado varios minutos. Cuando regreso con Ryan, la cantidad de la botella ha mermado demasiado para los escasos minutos que han trascurrido, y me preocupa. Hoy está peor que ayer.

—Si quieres hablar con alguien, aquí estoy —ofrezco, viéndolo llevarse la ¿quinta? Copa a los labios y beberse lo que queda—. Sé que dije esto ayer, pero hoy lo vuelvo a repetir, esta vez con preocupación: Bebes a una velocidad alarmante.

Sonríe de nuevo, pícaro.

—Y eso que no me has visto bebiendo en serio.

—Creí que dijiste que eras un hombre que hace todo en serio.

Su expresión se vuelve pensativa.

—Cierto —susurra, bebiendo un poco del líquido ambarino en su copa—. Hay diferentes niveles para seriedad, es eso.



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En el texto hay: musica, amor, dinero

Editado: 24.04.2022

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