Ámame.

Capítulo 5: Ryan.

Capítulo 5

Ryan

 

Es madre.

Él se llama Ryder.

¿Cuántos años tendrá?

Tengo miedo de preguntar, no porque tenga algún prejuicio hacia Dawn, de hecho, ahora la admiro más por ser capaz de mantenerse junto a otra persona. Mi miedo radica en que Dawn ahora no parece interesada en responder preguntas, lo único que quiere es saber del estado de Ryder. Y es entendible su actitud, toda madre estaría más interesada en saber de su hijo enfermo más que cualquier otra cosa.

Bueno, las buenas madres lo harían, y es una razón más por el que me gusta esta chica. Ella es buena con él, no hace falta verla en acción para saberlo. Con que trabaje arduamente para darle de comer y mantener un techo que los cobije, es suficiente. Que yo recuerde de las veces que me enfermaba, mamá me dejaba a cargo de la nana porque ella no sabía cómo atender a un niño enfermo y prefería dejarle el trabajo a alguien que supiera, o, al menos, esa era la excusa que daba. Cuando crecí, entendí que no se debía a que no supiera cuidarme, era que no le apetecía. Ni a mí, ni a mis hermanos.

Es una de las cosas que aún tengo en común con ellos, el resentimiento contra nuestra madre. Es algo feo, pero es lo que hay.

Observo a Dawn mientras la otra chica le susurra palabras de consuelo, viendo a los lados cada vez que alguien pasa cerca, alerta por si me reconocen y le avisan a la prensa dónde estoy.

Como un acto reflejo, ajusto la capucha sobre mi cabeza y desearía tener una gorra. Aunque lo que dijo Dawn hace rato es cierto; mientras más trate de ocultarme, más me verán.

—Familiares de Ryder Marino —anuncian y Dawn se levanta de inmediato.

—Soy su madre —dice.

La mujer, que ha de ser la doctora si nos guiamos por la bata y el pijama de médico, la mira y asiente.

—El niño ya está fuera de peligro, la reacción alérgica ha dimitido.

Dawn suspira al tiempo que Leslie, a su lado, le susurra:

—Te dije que estaría bien.

—¿Podrá ir hoy a casa? —cuestiona Dawn, esperanzada.

¿Qué es esto? ¿No tiene seguro o dinero para pagar la cuenta del hospital?

—Me gustaría que se quede hasta la mañana, para asegurarnos que sus vías respiratorias estén trabajando bien.

Una especie de carga invisible se posa en los hombros de Dawn, sin embargo, asiente.

—Bien —dice con la voz un poco ahogada—. ¿Puedo verlo?

—Por supuesto —la doctora le sonríe—. Sígame, por favor.

Ella se va con la mujer y la niñera se queda, regresa a su asiento y mira en mi dirección.

—¿Puedo saber de dónde conoces a Dawn? —cuestiona, creo que para sacar conversación.

¿No me conoce o está haciendo lo mismo que Dawn, fingiendo no conocerme?

—Se puede decir que somos medio amigos.

La mujer sonríe, alzando las cejas.

—No sabía que Dawn tuviera amigos.

—Por eso digo que somos medio amigos, no amigos completamente.

Ella asiente, girando su cabeza hacia el frente, a la pared frente a nosotros.

—¿Y qué hizo Dawn para ganarse la amistad de un famoso? —Me tenso. Me conoce. Al notar mi silencio, ella me mira de reojo—. Tranquilo, no le diré a nadie que estás aquí ni saldré gritando a los cuatro vientos que eres medio amigo de mi jefa.

No la llamó amiga, tampoco.

—Me escuchó quejarme de mi vida mientras me servía tragos.

Asiente, regresando su vista al frente.

—O sea, que es una medio amistad reciente.

—Así es.

No dice nada más y yo empiezo a divagar.

¿Le gustaría a Dawn que pague las cuentas que deje su hijo por pasar la noche aquí?

Creo que le molestaría, tiene pinta de ser de esas chicas que no dejan que nadie pague sus cosas. Orgullosa e independiente. Sin embargo, me dejaría tranquilo saber que no se ganaría una deuda. Puede que este no sea el mejor hospital de la ciudad, pero los servicios médicos siguen siendo costosos. Por lo menos, la cuenta llegaría a unos 1000$ o 1500$.

Esa cantidad es un simple grano de arena en comparación con los millones de mi cuenta bancaria.

Está decidido, voy a pagarlo.

Me levanto bajo la atenta mirada de la niñera y camino hacia la recepción. La enfermera, con mala cara, levanta la cabeza de los papeles que está leyendo, sus ojos abriéndose al ver quién soy.

—¡Eres Ryan Freiser! —chilla con voz ahogada.

Me llevo el dedo a los labios para que baje la voz y ella asiente rápidamente, mirando a los lados, cerciorándose que no la hayan escuchado. Sonriendo en agradecimiento –y porque soy así de encantador–, me apoyo en el mostrador.

—¿Dónde puedo hacer el pago de una factura? —pregunto y ella me devuelve la sonrisa.



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En el texto hay: musica, amor, dinero

Editado: 24.04.2022

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