Ámame.

Capítulo 6: Dawn.

Capítulo 6

Dawn

 

Una mano moviendo mi cabeza y la vocecita de Ry me despierta. Me quedé dormida en la silla a su lado con la cabeza apoyada en la cama él descansa.

—Mami —otro toquecito de su parte—, despierta.

Abro los ojos y me enderezo, estirando los brazos. Me duele la espalda por haber dormido en una posición incómoda y siento los brazos hormiguear por haber descansado la cabeza sobre ellos toda la noche.

Bostezando, miro a Ryder. Anoche, cuando me permitieron verlo, tenía los labios hinchados y no podía hablar. Ahora, la hinchazón disminuyó considerablemente y sus ojos están alertas.

—¿Estás bien? —Me levanto, posando una mano en su cabello y acariciando—. ¿Te duele la garganta?

Él niega.

—No me duele la garganta, ni siquiera cosquillea. —Abre la boca, saca la lengua e intenta hablar con la lengua afuera—. O engo a engua hin-ha-ha.

Río.

—Ya veo que no tienes la lengua hinchada. —Tomo su barbilla y subo su cabeza, mirando dentro de su boca abierta para inspeccionar su garganta—. La garganta tampoco. —Lo suelto y él cierra la boca—. Voy a buscar a la doctora para ver si ya nos podemos ir.

—Está bien, mami —dice, sonriendo—. Quiero irme a casa.

Beso su frente y voy hacia la puerta.

—Vuelvo en seguida.

Estoy por poner la mano en la manilla de la puerta cuando esta se abre, revelando a la doctora y Leslie detrás.

—¡Buen día! —saluda la mujer, mirando sobre mi hombro a Ryder—. ¿Cómo está mi paciente favorito?

Ryder frunce el ceño, mirando a la mujer mientras ella pasa a mi lado y camina hacia la cama.

—¿Puede tener pacientes favoritos? —cuestiona, parpadeando. La doctora ríe.

—Por supuesto, y tú eres mi favorito en este momento.

Mi hijo la observa por unos segundos antes de encogerse hombros.

—Bueno, me siento alagado.

Las tres soltamos una carcajada, Leslie más escandalosa que la doctora y yo. Me hago a un lado y abro la puerta para que Leslie entre, me entrega un bolso y yo suspiro de alivio.

—¿Puedes quedarte con Ryder mientras me cambio? —pregunto y ella asiente.

—Claro, ve.

Me vuelvo hacia mi hijo, la doctora le está revisando la garganta y haciendo preguntas.

—Ya vuelvo, voy a cambiarme.

Ry asiente y es toda la confirmación que necesito para irme.

No quisieron pasar a Ryder a una habitación más grande anoche y le dieron una sin cuarto de baño y pequeña. No me quejé, era menos dinero el que iba a pagar. Pero vino Ryan y se hizo cargo del pago. Si lo hubiese sabido antes, me pido una habitación más grade… Mentira, no lo habría hecho. Me habría negado a que pagara, esa es la realidad.

Recordar lo ocurrido anoche me enerva. Mientras estaba viendo a Ryder, Ryan se tomó el atrevimiento de pedir la factura y pagar la cuenta sin consultarme. No tenía el dinero para pagarlo, es cierto, pero me habría gustado que tuviera la delicadeza de avisarme lo que haría. En su lugar, dejó que me enterara por terceros.

Puedo sonar radical, pero odio que paguen mis cuentas, que se hagan cargo de mis responsabilidades. Me he hecho cargo de mí misma, de mi hijo y de mi esposo desde que me mudé con Russel, ahora es costumbre para mí seguir haciéndolo. Ni siquiera le permitía a mi esposo pagar por mí, me negaba a que tuviera ese poder sobre mí y Ry. Haber permitido a Ryan –bueno, ya no había mucho qué hacer– que pagara la factura del hospital, se sintió como recibir limosna, y lo odio aún más.

Soy perfectamente capaz de pagar por mis cosas, no necesito que un hombre me salve. No soy una damisela en peligro que tiene que ser rescatada, soy una mujer independiente que puede con lo que sea. No me gusta que un hombre venga a desbaratarme mis creencias.

Le devolveré hasta el último centavo.

En el baño, saco mi ropa de trabajo y el cepillo de dientes que me trajo Leslie, me cambio y me lavo los dientes. Una vez termino, me maquillo un poco, a mi jefe no le gusta que vaya con mal aspecto y las ojeras que cargo son astronómicas, casi me llegan a mitad de la mejilla.

La doctora está por retirarse cuando vuelvo a la habitación, entregándole la receta de unos antialérgicos a Leslie.

—¡Oh, qué bueno que llegas! —dice al verme. Señala la receta en la mano de Leslie—. Allí está especificado cada cuanto debes administrárselas y la cantidad. El niño está bien, la reacción alérgica ya pasó, pero debes tener cuidado la próxima vez.

Asiento. Lo sé, aunque no estuve presente tenía que estar más pendiente y decirle a la vecina que el niño es alérgico a los manís.

—Lo sé, estaré más atenta la próxima vez.

La doctora sonríe con simpatía.

—Tranquila, a cualquiera le pasa, solo hay que aprender de los errores y no volver a cometerlos.



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En el texto hay: musica, amor, dinero

Editado: 24.04.2022

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