Ámame.

Capítulo 7: Ryan.

Capítulo 7

Ryan

 

Mastico un trozo de pan que acabo de meter a mi boca cuando una carpeta cae frente a mí, sobresaltándome. Alzo la vista para ver a Phil rodear la mesa y sentarse en frente, uno de sus teléfonos en su oreja mientras teclea en el otro a una velocidad envidiable. Frunzo el ceño, señalando a carpeta.

—¿Qué es? —gesticulo. Tapa la bocina del móvil y se inclina hacia mí.

—La información que me pediste.

¡Oh! Esto es bueno.

Esta mañana lo llamé para pedirle información de Dawn, no al estilo acosador, sino como una posible candidata para asistente. Quiere saber quién es y por qué la estoy postulando, tiene curiosidad, sobre todo porque le di una información vaga sobre cómo la conocí. Eso no es lo importante, aquí lo relevante es que lo que hay en esta carpeta nos diga si es viable contratarla.

No lo hago porque ella esté necesitada de dinero, tengo la firme creencia de que puede apañárselas sola, después de todo, lo ha hecho durante los últimos cinco años. Eso suponiendo que el padre de Ryder nunca haya estado en el panorama. Lo hago porque quiero que tenga algo mejor. Será un trabajo más forzado y algunas noches llegará tarde a casa, pero gozará un sueldo muchísimo mejor que el que tiene ahora con dos trabajos.

Y le daré el plus de poder estar en mi grupo de baile.

Sin embargo, ¿se lo tomará bien?

No estaba feliz cuando se enteró que pagué la cuenta del hospital y no creo que esté feliz ahora que le ofrezco un trabajo. Intuyo que Dawn es de las chicas que prefieren bajarse la luna ellas mismas a que se las baje un hombre, y conseguirle un empleo mejor remunerado está dentro de los estándares de bajarle la luna.

No estoy seguro de que acepte y espero encontrar algo en esta investigación que hizo la gente de Phil –¿o debería decir “mi gente”?– que pueda hacerla cambiar de opinión. Es bien sabido que el dinero no lo hará, veamos qué otra cosa puede hacerlo.

Abro la carpeta justo cuando Phil termina la llamada y pone ambos teléfonos sobre la mesa.

—No encontré nada escabroso en su información —habla, refiriéndose a Dawn—. Tuvo notas decentes en el instituto, ha estado trabajando desde que tenía 18 años, no tiene antecedentes aquí o en Alabama, no hay fotos de ella desnuda en internet… —Se detiene y descubro lo que iba a decir a continuación. Siento que mi pecho se aprieta y mi determinación se desvanece. Suelto un suspiro, cerrando los ojos unos segundos antes de abrirlos, apartándolos de la pequeña, y a la vez inmensa, pieza de información. Miro a Phil—. Está casada.

Allí está.

Estado civil: Casada.

Cónyuge: Russel Marino.

—Ya veo —digo lento, regresando los ojos al papel que me ha desbaratado las ilusiones con Dawn.

Pero, ¿dónde está él?

Anoche, cuando Ryder estaba en el hospital, no se apareció ni llamó y ella no lo mencionó. Es común que en una situación como esa, al padre, al menos, se le notifique de la situación, si es que no está cerca. Puedo suponer que fue por la hora, eso si su esposo está en Alabama, o si es padre de Ryder.

—¿Se sabe dónde está el esposo en este momento? —inquiero, tratando de sonar indiferente.

—Alabama. Birmingham, específicamente —responde Phil, ajeno al malestar que se asentó en mi estómago desde que supe que Dawn estaba casada—. Es un abogado, graduado de la universidad de Birmingham. Actualmente trabaja de socio minoritario en una firma pequeña de la ciudad y cuenta con un sueldo estable, pero no hay traspasos hechos a una cuenta a nombre de la esposa, por lo que no es seguro que le dé al niño una cuota mensual por manutención ni a su esposa. —Phil arruga el entrecejo—. Es lo único extraño de todo. —Sacude la cabeza antes de encogerse de hombros—. Puede que estén en trámite de divorcio, ¿quién sabe?

—Sí, puede ser —respondo, aunque me gustaría saber la historia completa contada por la misma Dawn. Poco probable que pase.

—Revisa su información detalladamente y dime si sigues pensando lo mismo —ordena, aunque no lo estoy escuchando del todo. Mi atención está puesta en los papeles—. Si quieres que le haga la entrevista, digo.

Asiento, leyendo por encima la información. Mis ojos se mueven rápidos sobre la hoja hasta dar con algo que me llama la atención. Mi sonrisa se extiende, revelando mis dientes.

¡Bingo! He encontrado la forma de convencerla.

No posee seguro médico.

—¿Me estás escuchando?

Alzo la cabeza y asiento.

—Sí. —Cierro la carpeta y se la paso—. No tengo nada más qué revisar. Llámala y hazle saber de la propuesta de trabajo.

Una expresión cautelosa toma los rasgos de Phil.

—¿Estás seguro? —Asiento sin dudar—. Bien, si eso es lo que quieres. La llamaré por la tarde, cuando tenga unos minutos libres. Ahora es momento de hablar de la presentación y entrevista que tendrás en Nueva York en dos semanas.

Gimo, tomando otro pan de la canasta.



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En el texto hay: musica, amor, dinero

Editado: 24.04.2022

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