Capítulo 8
Dawn
Ryder mastica sus cereales con mala cara, no porque no le gusten, lo hace porque no quiere ir a la escuela. Tuvo que guardar reposo solo un día y ahora no quiere volver. Hay que ver cómo de rápido se mal acostumbra. Los cereales se le acaban, quedando un poco de leche, pone la cuchara a un lado y bebe de la tasa.
—¿Estás listo? —pregunto. Renuente, asiente—. No me hagas caras, ya estás es perfecto estado y tienes que volver a la escuela.
—¡Pero no estoy en perrrfecto estado, mamá!
Sonrío. Desde que aprendió a pronunciar la R le encanta recalcarla, incluso cuando no es necesario.
—¿Quieres regresar al hospital para que te pongan una inyección?
Su carita pasa de indignación a terror en segundos, lo que me provoca una carcajada.
—¿Te estás burlando de mí? —pregunta, llevándose las manos a las caderas como yo hago cada vez que lo riño—. Eso no es lindo, mamá.
Aprieto los labios, reteniendo la risa y asintiendo.
—Tienes razón, no está bien burlarse de los demás.
Se cruza de brazos, alzando la barbilla.
—No, mamá, no está bien —repite—. Menos de tu hijo.
Hago un esfuerzo sobre humano para no volver a reírme y él lo nota; arruga la nariz de una forma adorable y frunce el ceño.
—¡Lo sigues haciendo! —exclama, aún más indignado que antes.
—Lo siento, cariño. —Respiro profundo y me pongo seria—. No lo vuelvo a hacer.
Mi declaración lo relaja; baja los brazos a sus costados y su cara deja de estar arrugada.
—Vamos, no quiero llegar tarde.
Se retira a buscar su mochila, dejándome con la boca abierta. Hace un minuto no quería ir a la escuela y ahora no quiere llegar tarde.
¿Quién lo entiende?
Salimos de casa unos minutos después, discutiendo porque no quiere tomarme de la mano, pero no lo suelto. Cuando llegamos a parada de autobuses, gracias al cielo, ha dejado de refunfuñar, pero continúa enfurruñado. Con expresión seria, se sienta en el banco de metal de la parada y evita mirarme a la cara.
—¿Cuánto has aho-ahorrado para tu auto? —pregunta, entrecerrando los ojos cuando alza la cabeza y el sol lo ciega.
Alzo una ceja.
—¿Te cansaste de ir en bus?
Asiente, vehemente.
—Sí, ya no quiero ir en autobús.
Río, negando con la cabeza.
—Todavía no he ahorrado lo suficiente.
Y cuando le devuelva el dinero a Ryan, estaré sin ahorros, lo que significa que no habrá auto pronto.
Baja la cara, mirando los autos pasar, pensativo. Pasan los segundos y él no dice nada. Miro calle abajo, esperando ver el bus amarillo que lo llevará a la escuela.
—¿Por qué no buscas otro trabajo? —suelta de pronto. Lo miro, parpadeando.
—Porque ya tengo dos trabajos.
—Pero la mamá de Sarah trabaja vendiendo casas y tiene un auto increíble. —Remarca la palabra “increíble”—. ¿Tú no puedes vender casas también? Así podrás comprarte un auto como el suyo.
—Ojalá fuera así de fácil —murmuro.
Pero sí lo es, me recuerda mi subconsciente.
Suelto un suspiro.
—¿Dijiste algo, mamá?
—No —sacudo la cabeza, negando. Me siento a su lado y me llevo la mano a la frente, tapando el sol que me da en los ojos—. ¿Te gustaría que tuviera un trabajo con el que me podría comprar un auto?
Asiente rápidamente.
—¡Sí! —grita, saltando en su asiento—. ¿Vas a vender casas?
Río.
—No, no voy a vender casas.
Inclina la cabeza a un lado con el ceño fruncido, confundido, y quiero tomarle una foto por lo adorable que se ve.
—¿Vas a comprar una empresa? —cuestiona—. El papá de Seb compró una y su auto es más increíble que el de la mamá de Sarah. —Hace una mueca—. Pero es un hombre malo, no le gusta que veamos el auto de cerca y no deja que Seb juegue conmigo porque dice que soy ba-basura.
Con la ira encendiéndose en mis venas, me encorvo hasta quedar a la altura de Ryder.
—¿Te lo ha dicho alguna vez o solo se lo dijo a Seb?
—Solo se lo dijo a Seb.
Asiento.
—Si alguna vez te dice algo, me lo cuentas de inmediato, ¿está bien?
—Sí, mami.
—Bien.
Ojalá tenga la oportunidad de encontrarme con el papá de Seb para decirle unas cuantas cositas.
El autobús llega y me despido de Ryder con un beso en la mejilla que lo molesta. Yo río por su irritación. Un minuto después, el que me lleva a mi trabajo llega y me pongo en marcha.