Ámame

Capítulo 13: Ryan.

Capítulo 13

Ryan

 

—Eso suena bien.

Levanto la vista, encontrando a Dawn parada en la puerta del estudio de grabación, cruzada de brazos. Cuando nuestros ojos conectan, le sonrío y ella me devuelve la sonrisa.

—No es lo que yo quería, pero sí —admito—, suena bien.

Descruza los brazos y entra, tomando la silla a mi lado.

—¿Por qué no es lo que tú querías? —indaga, viendo directo a mis ojos. No puedo aguantarle la mirada, tengo miedo de que pueda ver a través de mí, a mis miedos y frustraciones.

—La disquera me está exigiendo el siguiente disco para dentro de tres meses —le cuento, sin poner mis ojos sobre ella—, y no he sido capaz de escribir una sola estrofa de una mísera canción en más de un año. Phil tuvo que buscar a un compositor para que me escriba las canciones.

—¿Y eso te molesta?

Alzo los ojos al escuchar el tono de comprensión con el que habla.

—Me gusta escribir mis propias canciones, me siento inútil cuando no lo hago.

Asiente, sonriendo con simpatía.

—No puedo decir que te entiendo porque no he pasado por algo como eso. —Estira la mano y toma la mía—. Lo que sí puedo decirte es que no tiene nada de malo recibir ayuda. No siempre podrás hacerlo todo por ti mismo y tendrás que aceptar la ayuda de los demás, y no te hace mal cantante o mal compositor.

No puedo evitar pensar en la ironía de sus palabras. Hace poco se enfadó conmigo porque estaba ayudándola con los gastos del hospital y ahora está aquí, diciendo que no está mal recibir ayuda.

Un poco hipócrita de su parte, sin embargo, no voy a hacer mención de ello.

—No es que no aprecie la ayuda, Dawn —empiezo a excusarme—, es que me frustra no poder hacerlo yo.

Se endereza, aun sosteniendo mi mano, adoptando una postura que debe usar cada vez que va a explicarle algo a Ryder.

—Todos los artistas pasan por bloqueos —alega, su voz con un matiz condescendiente—, no eres el único al que le pasa. Si quieres, pregúntales a tus amigos. Es normal, Ryan, y no puedes recriminarte por ello porque no es tu culpa.

—¿De quién es la culpa, entonces?

—De nadie —afirma, abriendo los ojos para hacer énfasis en sus palabras—, no puedes echarte la culpa por algo que se escapa de tus manos.

Suelto una exhalación, bajando la mirada a nuestras manos enlazadas.

—Hay un remedio para esto —continúa, llamando mi atención.

Esperanzado y un poco dudoso, la miro a través de mis pestañas.

—¿Cuál?

Se inclina hacia adelante, sonriendo.

—Un cambio de vida.

Suelto una risa por la nariz, que suena más como un resoplido.

—Un poco extremista, ¿no crees?

Se encoge de hombros.

—Así son los cambios, extremistas. —Se pasa la lengua por los labios, distrayéndome momentáneamente—. Necesitas empezar a ver el mundo de otra forma si quieres que regrese tu inspiración.

—¿Vas a hablarme ahora de Dios y de cómo va a cambiar mi vida?

Dawn frunce el ceño.

—A estas alturas, creo que Dios es el único que puede entrar en esa cabeza tuya. —Suelta mi mano para darme con los dedos índice y medio en la sien. Luego vuelve a sentarse recta, dejando sus manos en su regazo, y quiero volver a tomar una de las suyas en la mía—. Pero no, no te voy a hablar de Dios ni de la iglesia.

—Pueden sacar a la chica de Alabama, pero no pueden sacar a Alabama de la chica.

—En Alabama hay muchos escépticos —asegura, una expresión sabia surcando su cara. Entonces, sacude la cabeza—. Pero eso no es el tema del que estamos hablando.

—Ajá, escucho cómo es que vas a hacer que mi vida y mis pensamientos cambien.

—Ah, no voy a hablarte de ello.

Frunzo el ceño.

—¿Ah, no?

Niega.

—No. —Se levanta y me tiende una mano—. Voy a mostrarte.

—Te juro que si me llevas a una iglesia, te dejo sola.

—No hay nada de malo en ir a la iglesia, Ryan —me riñe—. Si no quieres que Dios te dé una lección, deja de desafiarlo.

Me quedo callado, no porque no tenga una réplica para ella, sino porque tiene razón. El Ser Supremo puede hacerme callar si sigo hablando mal de la iglesia.

—Adelante, llévame al lugar donde vas a darme una lección de vida.

Tomo su mano y la sigo hacia la salida. Landon está afuera, hablando con el guardia de la puerta ‒tengo que aprender su nombre, no es justo que le diga “el guardia de la puerta” cada vez que me refiero a él‒, cuando nos ven, Landon deja de reír por lo que sea que le esté contando el hombre.

—Sr. Freiser, ¿lo llevo a algún lugar?



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En el texto hay: musica, amor, dinero

Editado: 24.04.2022

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