Capítulo 23
Ryan
—¿Tienes novia?
Giro la cabeza hacia Ryder, parpadeando a medida que la pregunta cala en mi mente.
¿Me acaba de preguntar si tengo novia?
—No —respondo lento, aun mirándolo, mientras él mantiene la vista en el videojuego—. ¿Y tú?
Niega rápidamente, abriendo los ojos horrorizado.
—No, las niñas me dan miedo. —Tiembla de forma teatral, recalcando sus palabras. Sonrío—. Solo me gusta Sarah porque es mi amiga y no da tanto miedo. —Baja el control, inclinando la cabeza a un lado en un gesto pensativo—. Aunque, a veces, nos regaña a Seb y a mí, y da mucho miedo.
Río, regresando la vista a la pantalla. El juego ha terminado y he perdido. Ryder, en cambio, ganó.
—Ganaste —comento—, otra vez.
—Es que eres muy malo en este juego —se queja—. Mamá juega mejor que tú.
Vuelvo a reír. La verdad es que lo he estado dejando ganar, sin embargo, creo que es necesario que me esfuerce más en la siguiente partida para no perder su respeto en el tema de los videojuegos.
Luego de esta tarde tan… espectacular con Dawn, fuimos por Ryder a la escuela. Dawn me dijo que su hijo quería jugar videojuegos conmigo y no pude posponer el encuentro, aunque quería quedarme a solas con ella un poco más de tiempo.
No tenía la intención de hacerle el amor, pero las cosas se dieron sin más y no me arrepiento de nada. Amé cada cosa que pasó, por más pequeña que haya sido. Cada toque, cada caricia, cada sonido que salió de su boca; he grabado todos los detalles en mi mente y me he obligado a recordarlo por la eternidad. No quiero que ese recuerdo se desvanezca nunca de mi mente.
Creí que Dawn estaría incómoda luego, pero no fue así. Sigo creyendo que ella se va a arrepentir en cualquier momento y no puedo evitarlo, aun no habla conmigo de su pasado ni del tema de su marido. Es una astilla que tengo clavada y hasta que no lo hablemos no dejará de molestar. Sin embargo, no voy a sacar a relucir el tema, ella no sabe que la investigué y que sé de su secreto. No quiero orillarla a hacer algo que no quiere y provocar que se aleje, Dawn no es de las que soporta presión.
—¿Por qué querías saber si tenía novia? —pregunto a Ryder al tiempo que inicio una nueva partida.
—Estoy buscando un novio para mamá.
El aire se me atasca a mitad de camino y empiezo toser.
¿Acaba de decir lo que creo que dijo?
—¿Estás buscando un novio para tu mamá? —cuestiono ahogado, mirándolo y apartando la vista del videojuego de nuevo. Ryder asiente sin parpadear, moviendo sus dedos sobre los botones del control—. ¿Por qué?
—Es que Sarah me dijo que su mamá tiene un nuevo novio y él le gusta mucho —explica—. Sarah extraña a su papá porque él ya no va a verla tan seguido como antes, así que el novio de su mamá hace con ella lo que haría su papá.
No me gusta por donde va esto.
—¿Y eso qué tiene que ver con tu madre?
Ryder pone los ojos en blanco.
—Que si la mamá de Sarah y Sarah están felices con el nuevo novio, mamá y yo seremos felices si ella se consigue un novio también.
Es increíble cómo trabaja la mente de los niños.
—Y crees que yo puedo ser su novio —termino y él asiente.
—Sí, tú puedes serlo. Eres bueno conmigo y me llevas a pasear con mamá, le diste un trabajo y una camioneta y ella se ríe mucho contigo. —Baja el control de nuevo, girando la cabeza para mirarme—. Con papá no reía, solo peleaban.
La tristeza con la que dice la última frase, me aprieta el corazón.
No es justo que un niño vea a sus padres pelear, y con esto no quiere decir que se lo reproche a Dawn, hay situaciones en la vida que no podemos evitar y hay errores que nos persiguen. Dawn era joven ‒aún lo es‒ cuando tuvo a Ryder y se pasaba la mayoría del tiempo trabajando para mantenerse junto con el niño. Hizo lo que pudo.
Entonces, ¿a quién le echo la culpa? Al padre. No hace falta ser un genio o leer mentes para saber que ese imbécil no hizo nada por ayudarla.
Quiero golpearlo, en serio lo hago.
—Tendrías que preguntarle a tu mamá antes, ¿no crees?
Frunce el ceño.
—¿Qué tengo que preguntarle a mamá?
—Si quiere un novio.
Ryder frunce los labios y aparta la mirada hacia el suelo, pensativo. Pasan unos segundos hasta que niega.
—No, quiero darle una sorpresa.
Bueno, lo intenté, y no creo que Dawn se moleste. Al fin y al cabo, lo que cuenta es la intención.
—Eres un buen chico.
Estiro la mano y alboroto su cabello, molestándolo.
—¡Oye! —grita—. Mamá me peinó.
Me sacudo en silencio en una risa silenciosa.
—Yo puedo peinarte de nuevo.