Ámame

Capítulo 25: Ryan.

Capítulo 25

Ryan

 

Dawn está actuando extraño. No habla, está distraída y ha mirado a Ryder toda la noche, como si fuese a desaparecer en cualquier momento. El niño trata de incluirla en nuestra conversación, pero ella responde en monosílabos, asintiendo o negando. No sé qué le ocurre, aunque presiento que algo le ha pasado en el tiempo que estuvo en el cuarto de baño mientras Ryder y yo recibíamos la cena y empezábamos a comer. Ella emergió del pasillo unos diez, tal vez quince, minutos después, su expresión neutral y sus ojos repasando todo.

Me preocupa, ella no es de actuar de esta forma, siempre que está con Ryder se comporta maternal, sin importar lo que esté pasando. Que esté siendo esta persona taciturna y poco comunicativa, me asusta.

¿Es que no quería ser mi novia y por eso se ha alejado?

No, eso no puede ser. Si fuese ese el problema, no estaría ignorando la perorata de Ryder y le respondería como siempre.

Entonces, ¿qué es?

Intento que Ryder no lo note y me creo ganador en el momento en que lo llevo a lavarse los dientes y luego a la habitación de invitados, donde lo acuesto y le canto una canción para que se duerma.

—Cantas bien, Ryan —murmura, luchando para permanecer despierto—. ¿Le cantarías una canción a mi mami? Así no estará triste.

Mi victoria se viene abajo. Este niño es más observador que el propio Sherlock Holmes. Yo tratando de que no notara que a su madre le pasa algo y él fue lo suficientemente astuto como para percibirlo y no decir nada al respecto.

Es un chico inteligente y eso me llena de orgullo.

Y se preocupa por su madre.

—Tú dime qué canción le guste y yo se la canto.

My beauty baby.

Alzo las cejas, sorprendido que diga el nombre de una de las canciones de mi segundo disco de estudio.

—¿Le gusta mi canción?

Un ojo de Ryder se abre, mirándome.

—¿Es tuya? —Asiento—. ¿Cómo que es tuya?

—Yo la escribí, luego la grabé en un estudio, hice un video con ella y a la gente le gustó verla en Youtube.

Frunce el ceño, abriendo el otro ojo.

—Eso es genial —susurra, sacándome una sonrisa—. ¿Me enseñarías a escribir una canción y luego a cantarla?

—Con gusto, campeón. —Sacudo su cabello, beso frente y me levanto—. Hasta mañana.

—Hasta mañana, Ryan. —Agita una mano hacia mí antes de taparse con las mantas—. Me alegra que seas el nuevo novio de mamá.

—A mí también me alegra.

Salgo de la habitación, apagando la luz y cerrando la puerta detrás de mí.

Es hora de exigir respuestas.

Camino silencioso hacia la sala de estar, donde encuentro a Dawn mirando a un punto fijo en la pared. Sigo andando hacia ella y no me nota hasta que me siento a su lado.

—¿Se durmió? —pregunta, irguiéndose. Asiento, ella hace un puchero—. Quería darle las buenas noches.

Es una mentira y me siento mal por no dejarla ir darle las buenas noches a Ryder, pero sigue estando ida, distraída, y no me parece bien que el niño la vea así y siga creyendo que está triste.

—Dawn —digo suave, tentativo—, antes de dormirse, Ryder me ha pedido que te cante una canción para que no estés triste. No sé qué te pasa, pero no es bueno que el niño te vea en ese estado.

Se detiene por un segundo antes de que sus ojos se humedezcan y una lágrima ruede por su mejilla.

—¿Eso dijo? —solloza.

—Sí.

Apoya los codos en las rodillas y se lleva las manos a la cara, empezando a llorar, su cuerpo temblando. Me acerco a ella y pongo una mano en su espalda, subiendo y bajando en un movimiento que espero sea tranquilizador, pero ocurre lo contrario, su llanto se intensifica. Envuelvo mis brazos a su alrededor y la atraigo hasta mi regazo, donde la arrullo hasta que se calma. Una vez deja de llorar, se endereza, sus ojos rojos y húmedos encontrándose con los míos.

—¿Qué ocurre, Dawn? —inquiero con suavidad, llevando una mano a su mejilla y limpiando sus lágrimas.

—No creo que…

—No voy a permitir que te sigas guardando lo que sientes —interrumpo, esperando sonar firme y suave a la vez, una hazaña difícil.

Dawn baja la vista, evitando mis ojos, jugando con sus dedos.

—No estoy acostumbrada —musita segundos más tarde—. Siempre he estado sola y se ha vuelto normal para mí no hablar con nadie.

—Es momento de cambiar esa costumbre —replico—. Estoy para ti y quiero saber qué te pasa para ayudarte en lo que necesites. —Vuelvo a tomar su mejilla y alzo su cara, obligándola a que me mire—. Estamos juntos ahora, y puede que haya pasado una hora desde eso, pero esto es serio para mí y me gustaría ayudarte.

Sus ojos vuelven a humedecerse y sus labios hacen un puchero que me muero por besar.



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En el texto hay: musica, amor, dinero

Editado: 24.04.2022

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