Capítulo 27
Ryan
Dawn ha estado en otro mundo toda la mañana, Phil ha tenido que repetirle las cosas dos y hasta tres veces para que pueda entenderlo. Y no la juzgo, yo también estoy un poco descolocado.
¿Por qué ese hombre viene exigiendo cuando no ha mostrado ni el más mínimo interés por Ryder en los últimos años?
Dawn pudo haberse ido, lo dejó, está bien. Pero el tal Russel tuvo que poner más atención a lo que hacía mientras Ryder todavía estaba con él. En cambio, se preocupó más por sacar una carrera, y no es algo reprochable el que quiera ser un profesional, lo que le juzgo es que no le haya puesto esmero a su relación con Ryder como se merecía.
Para mí, su trabajo como padre fue pobre y Dawn tuvo razón en dejarlo.
¿Estoy siendo parcial? Tal vez, pero cualquiera lo sería al escuchar lo que pasó Dawn con él.
A la hora del almuerzo, Phil envía a Dawn por la comida a la cafetería y, una vez ella se va, me llama a parte.
—¿Ocurre algo?
—Hice lo que me pediste —notifica—. Encontré un apartamento que se ajusta a las exigencias que me diste y está a unas cuadras de tu edificio.
Sonrío. Por fin una buena noticia.
—¿Cuándo puedo ir a verlo? —cuestiono—. Quiero asegurarme que sea perfecto para Dawn y Ryder.
Phil tuerce los labios y exhala. Frunzo el ceño, confundido.
—¿Lo hablaste con ella? —increpa—. Porque me da la impresión que Dawn no es de las que le gusta que le hagan tales regalos.
Agito la mano, restando importancia a sus palabras.
—Estará molesta al principio, pero luego se alegrará.
Phil arquea una ceja, poco convencido.
—¿Estás seguro de ello?
Asiento, firme.
—Sí, muy seguro. —Me acerco a él con aire de complicidad—. ¿Qué te pareció a ti el lugar?
Phil se lo piensa por unos segundos y luego se encoge de hombros.
—Está bien, es espacioso y tiene mucha luz natural, eso es importante. —Asiento, instándolo a que continúe—. Las habitaciones están bien distribuidas, es un lugar privado, cuenta con seguridad media alta y la mayoría de los residentes son familias, por lo que no creo que haya problemas con ellos.
Asiento, conforme con las especificaciones.
—Buen trabajo —alabo, palmeando su hombro—. Contacta con ellos para ir a verlo hoy mismo, de ser posible.
Phil, a regañadientes, asiente.
—¿Cuándo se lo dirás a Dawn? —inquiere—. No quiero estar presente, no vaya ser que me salpique el problema por haberte ayudado a conseguirle un apartamento a escondidas.
—No seas dramá… —empiezo a decir, pero un chillido de molestia me interrumpe.
—¿Que hicieron qué?
Ambos, Phil y yo, nos giramos hacia Dawn lentamente.
Lanzo una plegaria rápida al cielo y pongo mi mejor sonrisa.
—Eh… ¿Sorpresa? —Alzo las manos, agitándolas, mi sonrisa flaqueando.
—¿Enviaste a Phil a comprarme un apartamento? —cuestiona, sus dientes apretados.
Está muy molesta.
—Quería darte una sorpresa.
—¿Y no crees que era mejor decirme antes de hacerlo? —Su voz va en ascenso, alertando a los chicos.
—No te lo dije porque sabía que te ibas a negar.
Aprieta los labios, llevándose una mano a la frente. Masajea sus sienes antes de encararme.
—Hablamos de esto anoche; me molesta que hagas cosas como esta, a mis espaldas.
Repaso nuestra conversación de anoche y recuerdo que me dijo que, con el asunto del pago de la cuenta del hospital, su enojo se debió a que no le notifiqué que lo iba a hacer, justo como ahora.
He metido la pata hasta el fondo.
—Dawn, yo…
—No —me interrumpe, alzando una mano—, no quiero escucharte. No estoy a la venta, Ryan, compréndelo.
—Lo sé, en ningún momento dije que te estaba comprando.
—Es lo que parece —refuta, su voz subiendo unas octavas—. Me das un sueldo exagerado, pagas las cuentas de mi hijo en el hospital, me pusiste un chofer (y no creas que no me he dado cuenta que ese auto también quieres que lo tome para mí), pagaste mi seguro y ¿ahora quieres comprarme un apartamento?
—Dawn, sé que se ve mal, pero no lo he hecho con la intención de que te quedes conmigo por obligación.
Baja los brazos a los costados, soltando un suspiro cansado.
—El amor no se compra, Ryan —suelta, bajando la voz—. Puede que hayan personas a tu alrededor que quieran tu dinero, pero yo no soy una de ellas, y me enerva que me creas una interesada.
Sacudo la cabeza con rapidez, negando.
—No creo eso de ti, al contrario.