Capítulo 30
Dawn
En definitiva, Ryan es de los hombres que ya no hay. Mira que conseguir un boleto de avión en el mismo vuelo que yo tan solo unos minutos después de enterarse que estaba por irme a Alabama es, incluso para él, una hazaña. Como lo cuenta, parece que no tuvo muchas trabas, que Phil hizo todo por él, pero con que esté aquí, a mi lado, es más de lo que ha hecho nadie por mí.
Ningún hombre que no tenga sentimientos verdaderos por una mujer hace las cosas que Ryan ha hecho, y no solo estoy hablando de lo de esta noche, me estoy refiriendo a la acumulación de cosas que ha hecho por mí.
Incluido la compra del apartamento.
He sido una tonta, como lo dijo Kels, y he exagerado todo. Ryan solo quiere cuidarme, y aunque no esté de acuerdo con aceptar el apartamento, entiendo sus razones. Mi apartamento es una porquería, no hay cómo negarlo, y odio quedarme sin electricidad cada tanto. Conseguir uno nuevo es lo mejor que puedo hacer. Pero lo pagaré yo, no Ryan.
A las 3 de la madrugada pisamos el estado de Alabama y aunque la reunión con Russel no está programado sino hasta dentro de unas horas, los nervios me carcomen.
Esta es mi tierra, el estado donde nací, y no lo veo como un hogar. Al contrario, odio estar aquí, me trae recuerdos que me gustaría olvidar.
—Hice reservaciones en un hotel cercano. No sé cuáles eran tus planes, pero quiero que vengas conmigo.
—Estaba pensando en ir a un motel a pasar la noche, tus planes son abismalmente mejores que los míos.
Ryan finge un escalofrío antes de tomar mi mano y conducirme afuera.
Por la hora, no hay muchas personas en el aeropuerto, lo que agradezco. No me da vergüenza ser vista con Ryan, pero si se expande la noticia de que vino conmigo, Russel no va a querer verme.
En la habitación de hotel ‒una pequeña porque no le permití a Ryan conseguir una suite‒, nos echamos en la cama apenas estamos listos para dormir. No traje mucha ropa para cambiarme, solo una maleta de mano con los implementos de higiene necesarios y un cambio de ropa que es lo que me voy a poner mañana, por lo que no tengo pijama y me tengo que acostar en ropa interior. Ryan hace lo mismo, y viendo que no trae ninguna maleta, supongo que comprará algo para ponerse mañana.
—Gracias —murmuro en la oscuridad, poco antes de quedarme dormida—. Que estés aquí significa más para mí que cualquier otra cosa.
—Si no lo has entendido, Dawn, te lo digo —abro los ojos, encontrándome con los suyos—: Haría cualquier cosa por ti. No importa si eso significa tener que acompañarte al infierno y protegerte en el proceso, lo haría mil veces si me lo pides.
Mis ojos se humedecen, haciéndome sentir sensible de pronto.
—Ya lo he entendido —admito—, y no sabes lo feliz que me hace escucharte.
Se arrastra más cerca de mí en la cama y besa mi frente.
—Y tú no sabes lo feliz que me hace que lo hayas entendido.
Me dejo envolver por sus brazos, apoyando la cabeza en su pecho, sintiendo su respiración tranquila.
—No me dejes sola —murmuro segundos después—. Ni ahora, ni mañana, ni nunca.
—No lo haré, Dawn. —Me aprieta más fuerte—. Te prometo.
♪♪♪
El restaurante en el que me cité con Russel es uno lujoso, algo que no me sorprende. Russel siempre ha sido un hombre que se da aires de grandeza y ahora que tiene un trabajo con un sueldo decente ‒lo asumo porque los socios minoritarios de una firma abogados no ganan poco‒, puedo asegurar que los humos se le han subido a la cabeza.
Ryan está sentado a mi lado, sosteniendo mi mano. He estado temblando desde que tomamos el taxi hacia acá y él no ha querido soltarme, haciendo el esfuerzo de tranquilizarme.
—Pidamos algo, llegamos media hora antes de lo acordado —sugiere Ryan, pero yo niego.
—Tengo el estómago revuelto, no puedo comer nada ahora.
Llevo mis ojos a la puerta y me tenso cuando esta se abre, pero no es Russel, es una pareja cualquiera.
—Toma un jugo, entonces.
Regreso mi vista a Ryan y vuelvo a negar.
—Pide tú si tienes hambre, a mí no me apetece nada.
Sin embargo, Ryan no pide nada. Permanecemos en silencio, atentos a la puerta. Pasan los minutos y Russel no llega, aunque no creo que se presente antes, después de todo, no se le conoce por ser puntual.
—Dawn. —Me vuelvo hacia el llamado de mi nombre, viendo a un hombre que está parado a mi lado, uno que me parece familiar y al que no había visto venir hacia nosotros—. Soy Brian Dashwood, estudié con Russel en la universidad.
—Ah, sí. Te recuerdo. —Frunzo el ceño—. ¿Él te envió?
Niega antes de señalar una de las sillas restantes.
—¿Puedo sentarme? —solicita—. Tengo información que deberías saber antes de reunirte con Russel.