Jedward miró a las dos mujeres delante de él como si fueran las dos cositas tan únicas, pero a la vez tan diferentes. Ella le mencionó su regreso hace cinco años, pero después de llegar a su casa, no recordaba nada más que beber hasta cansarse y el mismo sueño que se repetía una y otra vez…
— ¿Pagarás? —preguntó Jasha, sentada junto a su madre—. ¿No eres tan tacaño con la comida?
— Sí, él pagará por todo lo que comas —intervino Dasha—. Habla conmigo de lo que me ofreces para trabajar —le pidió—. Deja de mirarme de ese modo, es molesto y más viniendo de un hombre casado.
— Es que ustedes dos son idénticas —frunció el ceño—. ¿Y el padre?
— En verdad eres bruto… —Jasha farfulló, y su madre le tapó la boca.
— Es una niña dotada —Jedward se aclaró la garganta—. ¿No me dirás nada…?
— El abuelo siempre tiene razón —la pequeña liberó su boca—. Si mamá está cerca, te pones bruto, no sé qué te vio, porque…
— Pediremos algo para comer, terminemos con esto rápido.
Jedward asintió estando de acuerdo con ella, tenía toda la razón al querer estar alejado de él. Pidieron algunas cosas para comer, nada del otro mundo y se dispuso a mirar a la pequeña vida que era una metiche interesada en el dinero… Aunque tenía razón, cuando estaba con Dasha, su inteligencia se iba hacia otro lado y se perdía en el espacio.
— Puedes comenzar a trabajar cuando los niños inicien la escuela en los próximos días si gustas —Jedward rompió el silencio—. De paso, pueden ir a la empresa cuando terminen sus clases…
— No, mis padres se harán cargo de todo en cuanto a eso —Dasha negó con la cabeza—. Sería cansado para ellos tener que salir de la escuela, ir a la empresa y quedarse ahí hasta que terminemos de trabajar —suspiró—. Aun así, pueden ser los viernes que se queden o cualquier día que ellos quieran.
— Me parece algo estupendo —dijo Jedward—. ¿Tienes fotos de tus trabajos? ¿Has hecho alguno?
— La casa que tenía en Moscú, también la de mi prometido, la casa del abuelo Will y algunos socios de la mafia —ella se lamió los labios, antes de buscar su celular—. Dejaré que veas las fotos todo lo que quieras.
Jedward tomó el celular, para su mala suerte de chismoso, ella tenía todo en una carpeta, por lo que no podía husmear lo que quisiera. Las remodelaciones que hizo, en esos jardines y casa son extremadamente hermosas, era como si los fallos no existieran en ese aspecto. Hasta el interior de las casas era típico de las personas con mucho dinero.
— ¿Un orfanato? —preguntó Jedward, sin poder creerlo—. ¿A qué se debe todo esto?
— Me gusta, y la mafia ayuda a esas personas, pero no de la manera buena, pero si para que nada les falte —ella se limpió los labios—. Me llevaba a Jadiel conmigo y a Jasha también.
— ¿Por qué no me dices quién es el padre? —preguntó, tratando de comprender todo—. No veo nada de malo, esa niña es idéntica a ti…
— Qué va, es idéntica al padre… amante del dinero desde que nació —respondió de manera sarcástica y algo en su cabeza comenzó a maquinar—. Me tienes amenazada con Jadiel, es lo mínimo que puedo hacer para remediar estos días años…
— Jadiel mencionó que estuviste aquí hace cinco años, tú dijiste algo de la noche de mi regreso, pero yo no recuerdo nada —entrelazó sus dedos en la mesa—. Por favor, dime que sucedió…
— Jedward, regresé hace cinco años porque quise verte y felicitarte porque terminaste tus estudios —él presentía que esa era una verdad a medias—. Solo que las cosas no resultaron como quería y todo se me salió de las manos. Tu actual esposa fue quien me dio la bella y hermosa despedida, me fui y hasta hace poco regresé.
— ¿No pensabas decirme nada sobre Jadiel? ¿Querías ocultarme por más tiempo que teníamos un hijo en común?
— Vuelvo y te lo repito —Dasha tensó la mandíbula—. Hace cinco años te iba a contar que habíamos tenido un hijo, esperé tal y como tu padre me lo pidió…
— ¿Mi padre?
— Jedward —ella habló con calma—. Hace diez años, me aceptaron en la misma universidad que tú —le apuntó, y él se quedó mudo—. Fui hasta tu casa, pero él me dijo que habías estado enfermo porque uno de los riñones te estaba dando problemas…
— ¿Por qué…?
— Es de mala educación interrumpir a las personas —se metió Jasha—. Escucha a mi mamá y después opinas.
— Gracias, cariño —le sonrió a su hija—. La cosa es que él vio la carta de aceptación de la universidad y bueno, me preguntó por qué seguía contigo si yo supuestamente no te quería —él no podía creerlo, su padre nunca le dijo nada de eso—. Me hizo recordar las palabras que hasta los profesores murmuraban, de que yo solo estaba estancando un futuro brillante de la persona más inteligente de todo el centro. Le dije que no había caso y me fui a mi casa con la carta.
— Debiste decirme…
— ¿Para qué? —negó con la cabeza—. No tuviste que lidiar con las personas que siempre me decían que te estaba dejando en el mismo lugar, que no aceptabas las becas por mí… —Dasha miró hacia el techo—. Cuando me enteré de que estaba embarazada, me contaste de que tus sueños eran viajar conmigo, no obstante, en la escuela escuché a tu padre hablar con un profesor de que yo seguía metido en tu cabeza… no pude con eso.
— Éramos una pareja, nos queríamos…
— Bien lo dijiste, pero tú nunca viste la manera en la que todos me veían —Dasha bajó la mirada hacia el postre—. La vez que Liam y tú rompieron la tubería en la escuela, unos chicos me habían dicho que era una asquerosa vieja, porque eras mi novio, mi primo y era mayor que tú —rio sin humor—. No te ignoré porque quise ese día, sino porque fui a mi habitación a llorar.
— Liam tampoco me dijo nada…
— Le pedí que no te dijera nada de esa vez —ella levantó la mirada—. No quise ocultarte a Jadiel porque quise, sino para que pudieras ser lo que querías. Las personas siempre dicen lo que quieren…