Jedward leyó la declaración que dio Nathalie a la prensa, que había perdido el bebé y que estaba pasando por una terrible situación en su matrimonio, que por esa razón su esposo y ella se encontraban tomando caminos distintos por un tiempo.
Sus hijos se encontraban en sus habitaciones, echando el ojo de lo que tenían ahí para tirar a la basura si querían hacerlo.
— Me gusta mi habitación —dijo Jasha, entrando a su oficina—. Tiene todo lo que me gusta, ¿cuándo me regalarás un yate? —cruzó el escritorio, y levantó las manos para que la sentara en sus piernas—. Hay muchos rompecabezas.
— Es para que te entretengas en algo y me dejes en paz —le pellizcó las mejillas—. Su madre me comentó que no debo darles muchos dulces, porque se ponen hiperactivos.
— Mamá dice muchas cosas y no andamos cumpliendo sus reglas —dijo Jadiel, también entrando a la oficina—. Esta casa es muy grande y tiene muchos diseños que van con mamá…
— La mandé a construir y hacer para ella —confesó, como si nada—. Necesito que me cuenten algunas cosas ahora que estamos aquí.
— No voy a traicionar a mi madre porque tú lo dices —Jadiel se sentó en la silla de enfrente—. Ella es buena persona, y nos cuida —se cruzó de brazos—. Tú no puedes odiarla.
— ¿Y cómo la va a odiar? ¿No ves que se pone estúpido cuando mamá está cerca? —preguntó con ironía—. No puede siquiera imaginarse un mundo sin ella. El abuelo siempre tiene razón, papá se pone estúpido.
— Todos dicen eso, que papá no puede mantenerse consciente cuando mamá se le pone enfrente —Jadiel rio—. Hasta una casa tiene cerca de la de los abuelos. Mamá siempre ha dicho que quiere vivir lejos.
— ¿Puedo saber por qué…?
— Pues quiere independizarse —respondió su hija como si nada—. En Moscú, el abuelo la ayudó en todo lo que pudo, mamá siempre estuvo algo triste por eso, pero creo que fue por más…
— A mamá no le gusta hablar de eso —Jadiel interrumpió a su hermana—. Esas personas fueron malas con ella. Siempre le echan la culpa de todo, por papá…
— Es la segunda vez que dices que tu madre pasó por algo malo en Rusia, necesito que me cuenten qué pasó, para poder ayudarlos —habló con calma—. Por favor, hablen conmigo acerca del porqué su madre regresó a este país. ¿Sus abuelos lo saben?
— Creo que solo la abuela Carmen —dijo Jadiel—. Mamá es la que te tiene que decir, no nosotros, papá. Lo siento.
Jedward negó con la cabeza hacia ellos, Liam estaba en la ciudad, así que aprovecharía para sacarle información acerca de eso o buscaría sus medios para conseguirla. Ya era la tercera vez que se mencionaba un incidente en Rusia, y temía que Tahir estuviera involucrado eso. Le envió un mensaje a Liam de que debían verse lo antes posible, y este le respondió que iría luego de que su familia estuviera dormida para ganar más tiempo.
Agradeció a los dioses, aunque no era creyente, que su madre le permitió aprender a cocinar con ella, porque no tenía a una empleada en la casa y no deseaba que nadie los molestara y conociendo a su familia, nadie podía entrar a esa parte del Estado sin ser identificados por los guardias de su tío Kiral.
— ¿Tú vas a cuidar a mamá? —le preguntó Jasha, con voz suave, sorprendiéndolo—. Sé que puedes hacerlo, porque ella te sigue queriendo, pero tiene miedo.
— ¿Miedo de qué? —la arropó bien con la sabana—. ¿De qué tu madre huía?
— De las personas malas —su hija le mostró una mirada triste—. Mamá siempre llegaba a la casa llorando antes de venir aquí, no sé por qué las personas le decían que ella era culpable.
— No entiendo…
— El abuelo Will, dijo que mamá estaba creciendo muy rápido en dónde vivíamos y que ganaba mucho dinero por sus diseños de casas —Jasha tomó la mano de Jedward—. ¿Me darás dinero si te digo el secreto de mamá?
— Serás una hija de…
— Satanás, porque soy tu hija —se burló de él—. Vamos, sé que puedes darme mucho dinero, eres un hombre que tiene bastante y no me digas que eres así de tacaño —le sacó la lengua—. Sé que puedes ofrecerme algo jugoso, tienes mucho dinero y el tío Kiral te dio algo que nadie en la familia sabe. ¿Qué es?
— ¿Quién te habló de eso? —entrecerró los ojos—. No te daré eso, es mío y me costó mucho conseguirlo.
— ¿Te costó conseguirlo o fuiste molesto? —Jasha le apretó la mano—. Todos dicen que fuiste un niño muy molesto, que solo pensaba en dinero y que después del abandono de mi mamá, te volviste todo aburrido y te fuiste a Londres dónde conociste a esa bruja.
— Ya no estoy casado con ella, firmó el divorcio y me lo entregará pronto —mintió, porque aún no sabía si Nathalie lo hizo—. Te daré lo que quieras, si me dices lo que tu madre sufrió en Rusia, así podré ayudarla.
— Quiero que me des el regalo que te dio el tío Kiral —Jasha sonrió—. Sé que es algo caro de mucho dinero.
— Bien, te daré eso —bufó, exasperado—. Mejor dicho, durante el tiempo que estemos juntos, te dejaré ir.
— Eso espero o le diré a todos que me mentiste —se acomodó en la cama—. Yo no recuerdo mucho, Jadiel sí —susurró—, pero un día, mamá llegó llorando a la casa, toda sucia y parecía ser de tomates y pintura… —hizo una mueca—. Eso fue lo que me dijo el abuelo, que era… pero ella entró en una crisis, creo que así se llama, y dijo que las personas malas la habían encontrado… que era su culpa y que no se volvería a acercar a ti.
— ¿A mí?
— Sí, escuché al abuelo decir tu nombre y maldecirte porque pasaba otra vez. Ya después de eso, nos dijeron que deberíamos encerrarnos en la habitación, nos llevaron a otra casa y ya no supe qué más.
— De acuerdo, tu información fue muy valiosa y te dejaré mi pequeño secreto —quitó los mechones de su cabello que tapaba su rostro—. Duerme, este será nuestro pequeño secreto.
— Bien.
Jasha se acomodó mejor en la cama, y se dispuso a cerrar los ojos para dormir. Jedward se quedó un momento mirando todo a su alrededor, dándose cuenta de que su hija había pasado por muchas cosas a lo largo de esos años, como esa cirugía en los riñones, como él y hace poco la de sus pulmones. Jadiel era el que menos quería decirle, y entendía sus razones para no hacerlo, nadie lo haría a menos que él comenzara a unir los puntos de nuevo.