Perdió la cuenta de las veces que tomó botellas de agua para poder calmar sus nervios, estaba tan jodido que sin duda alguna vomitaría encima del juez si lo llamaban a testificar. Sin embargo, según lo que le dijo su tío, no había razón alguna para que fuera nuevamente a pararse ahí.
Se sentó de regreso en el mismo sitio, y vio cómo cada uno de los miembros de su familia fue pasando uno detrás del otro para testificar y dar sus testimonios. Las cosas no estaban del todo bien, cayó en cuenta de que su padre, posiblemente, sabía en dónde se quedaba.
— No es de buena costumbre o lo ideal en estos casos hacer esto —las palabras del juez lo sacaron de su momento de tranquilidad—. Si los padres están de acuerdo, quiero que los niños Jadiel y Jasha Richter pasen a dar sus testimonios.
— Eso no es posible —dijo Jedward, levantándose de su asiento—. Son unos niños, ellos no tienen nada que ver en esto.
— Pero vivieron con su madre…
— Yo fui la persona que vivió con su madre en Moscú —Natacha, la esposa de su abuelo Will, se puso de pie—. Soy la que estuvo con ella cuando esas personas le reprocharon cosas sin sentido.
— Entonces, si su testimonio no es lo que espero, los niños pasarán aquí delante de todos nosotros.
Natacha caminó con pasos decididos hasta el estrado. Verla caminar de esa manera, era como si Nicole Richter apareciera en una versión un poco más… clasista.
En el pasado, su madre Volkan se iba a casar con ella, pero por cosas del destino terminó con su madre y con él en proceso. Natacha era amante del dinero, en cantidades asombrosas, su abuelo William, el padre de Nicole, se fijó en ella y desde entonces la ayudó a salir de prisión, pues mantenían su matrimonio como algo que toda la mafia rusa debía respetar.
Sin embargo, no tenían hijos, por lo que cuando su abuelo muriera, no se sabía a manos de quién pasaría el mandato de su legado, ya que su único hijo, murió… bueno, lo asesinó en defensa propia la madre de Dasha, Carmen.
— La primera vez que ella llegó a la casa decaída, le pregunté qué le pasaba —comenzó a relatar Natacha—. Me dijo que no era algo del otro mundo, y que podía tratarse del trabajo que estaba haciendo en algunas propiedades, así que lo dejé pasar.
— ¿No pasó nada después de eso?
— Le adelantaré los hechos —Natacha se encogió de hombros—. En cada reunión que iba, esa mujer siempre estaba diciéndole a todos que mi pequeña Dasha era incestuosa, que no merecía nada de lo que tenía y que era toda su culpa.
— ¿Golpes?
— Más que golpes —ella hizo una pausa—. Ella llegó un día a la casa con sangre, tuvimos que decirles a los niños que era pintura de uno de sus trabajos, pero fueron esas personas las cuales la esperaron en un callejón.
— ¿Pruebas? —preguntó el otro abogado—. Porque…
— Claro que las hay —ella apuntó a uno de los creyentes—. Él fue uno de los implicados en el que mi nieta estuviera durante largos días de agonía en un hospital, de paso, le echaron un polvo que le hizo revivir los acontecimientos de su pasado, lo que conllevó que ella tuviera que regresar a este jodido país para buscar otro tipo de ayuda.
— ¿Su nieta?
— ¿Es que por mi edad no puedo tener una nieta como ella? —Natacha se cruzó de brazos—. Estoy casada con su abuelo, el cual en estos momentos no se encuentra en el país, pero tenga por seguro de que esa persona que está ahí, le mostrará unos videos y audios entre ellos mismos de lo que le hicieron a mi niña —levantó el mentón en alto—. Hasta el reportero al cual Jasha le dio el golpe, es uno de ellos… Algo que me recordó a su padre, ya que cuando él me hizo lo mismo cuando tenía tres años.
Esa mujer, en el pasado, fue una víbora, al punto de que hizo que la dejaran en prisión durante un buen tiempo y por el golpe que le dio cuando tenía tres años, en ese momento sentía un poco de pena, por el hecho de que le estaba demostrando otra cosa.
No pensó que consiguiera a alguien de esa treta del demonio que estuviera de acuerdo con exponerlos con todo y pruebas.
Cuando ella se paró de su asiento, para dejarlo a él que lo tomara, hasta pudo apreciar como el otro abogado sudaba frío.
A su lado, Damon se mostró tranquilo, hasta que fue el turno de ir hacia dónde estaba el hombre que tenía todo lo necesario para acabar con esa iglesia que por muchos años jugó con la mentalidad de las personas.
— Ya que su abogado no dirá nada, pues lo haré yo —dijo Damon, moviendo la cabeza de un lado a otro—. ¿Por qué decidió usted venir el día de hoy a dar este testimonio y no antes?
— Porque la iglesia se volvió algo que solo busca dinero a base de mentiras —dijo el chico, jugando con sus dedos—. Ya no puedo seguir viendo las cosas que hace en nombre de nuestro dios y que se quedan impunes.
— ¿Eso a que se debe realmente?
— Vi en muchas maneras la manera en la cual trataban a la señora Dasha cuando estaba en Rusia con su familia —Damon apretó los puños al escucharlo—. Ellos compraron una droga… bueno un polvo, el cual se lo echaron en rostro sin que ella se diera cuenta, lo que ocasionó que ella dejara de pensar hasta en lo que hacía.
— ¿Por qué no los detuvo?
— Lo intenté, en más de una ocasión les hice ver que lo que hacían no era bueno, que estaban mal, pero…
— El dinero era mejor de lo que pensaban —Damon puso las manos en el barandal que los separaba—. Porque un joven como usted, lleno de vida, buscaría la manera de salir adelante.
— Eso no…
—Digamos que lo que me dice es cierto —lo interrumpió—. ¿Por qué no fue directamente con la policía cuando pasó?
— Yo lo iba a hacer —respondió el pobre nervioso—. Se lo juro, pero no podía estar en contra de las personas que me educaron, ellos…
— Eso es algo que usted debió reflexionar de último momento, ya que, por su culpa, una persona sufrió.
— Lo siento, jamás fue mi intención que eso pasara, pero no pude evitarlo y es algo de lo cual siempre estaré arrepentido —negó con la cabeza—. Es por eso que contacté a la señora Natacha, ella me pidió venir con ella hasta aquí para exponer a mi congregación. No me arrepiento de nada, es decir, de lo que les estoy diciendo ahora… la señora Dasha no es la primera persona que cae en esto…