Dasha sintió que las lágrimas bajaban sin parar de sus ojos. Había escuchado todo, visto con sus propios ojos todo lo que su tía Natacha había conseguido y que ahora el mundo sabía que ella no fue la única que tuvo la mala suerte de caer en ese culto del demonio.
Su hermano Liam la había llamado, para que presenciara eso, a escondidas del juzgado, ya que no tenía permitido usar teléfonos.
Su psiquiatra estaba a su lado, no dijo nada, sin embargo, era más que claro de que estaba estudiando su reacción por si algo pasaba. Ella tenía el rosario en la boca, gracias a Dios, lo que fue dicho y mostrado ahí, bastó para que no tuvieran que llamar a sus hijos a dar ningún testimonio.
— Te veo muy feliz —dijo Katherine, su psiquiatra—. Esa familia ya está en dónde debe y tus hijos estarán bien cuidados.
— Sí, ellos los van a cuidar bien —respondió sin mirarla—. Me alegro tanto de que esos hijos de puta paguen por todo.
— Eso es algo estupendo —ella se puso de pie—. Te dejaré a solas, no rompas la confianza que te estoy dando con esto, porque no sería bonito darme cuenta a través de las cámaras que nos has estado mintiendo a la cara.
— Sí, no haré nada de eso, no se preocupe —dijo ella, como si fuera una niña buena.
La mujer salió de la habitación, ella se dispuso a ver el resto del juicio, sintiéndose mejor que nunca, ya que las cosas estaban tomando su lugar después de todo.
Su hermano movió un poco la cámara, cuando el juez se levantó de su puesto, con el jurado, puesto que estos últimos tenían que deliberar sobre lo ocurrido.
— ¡Ese sujeto nos vio la cara durante todo este tiempo! —gritó el pastor, colocándose de pie—. ¡Jugó con nuestra iglesia, al punto de que nos traicionó por dinero!
— Señor —Damon perdió los estribos, y lo agarró por el cuello de la camisa—. Fue a mi hija a la cual ustedes le jodieron la mente durante veinticinco años —bramó cerca de su rostro—. Sí, fui un pésimo padre por no haberme dado cuenta, pero créame que, si no estuviera usando esta maldita túnica, le metería a su dios por donde caga.
— No puede…
— Sí, si puedo hacer esto y más por mis hijos —dijo cerca de su rostro—. No juegue con mi paciencia, porque la puede romper en cuestión de segundos, puedo quitarme esta mierda y darle lo que se merece.
— Es el hijo del diablo…
— Para su buena suerte, no creo que en esas mierdas por personas como usted —Damon apretó más su agarre—. Está tan jodido, que ni su propia gente viene a salvarlo, por lo que le sugiero que mantenga su distancia, que, si a ese chico le pasa algo luego de salir de este juzgado, yo mismo los cazaré a todos y los torturaré peor que el juicio final.
El hombre pasó un trago en seco, al ver el rostro tan serio de su padre. Damon era conocido como el abogado del diablo, en la mafia se le respetaba, no importaba el bando, mucho menos que ya no fuera el hijo biológico de su abuelo Christopher, ya que él se hizo de un buen nombre.
— Déjame hablar con ella —Jedward se puso delante de su hermano—. Sé muy bien que los dos andan de ocultos como en los viejos tiempos.
— Eres realmente molesto —dijo Liam, pasándole su celular—. Ni sé que te vio mi hermana…
— Imagínate, no sé qué te vio mi hermana a ti tampoco, pero es contigo con quién se quedó, en lugar de…
— Vete a la misma mierda.
Su hermano lo empujó, antes de irse. Ella tuvo la intención de cortar la llamada, ya que no tenía idea de si eso la iba a meter en problemas, pero al ver que Jedward salía, y se encerraba en otro lado, solo pudo contener el aire lo mejor que pudo, antes de charlar con él.
— Viste todo…
— Sí —respondió ella, con un nudo en la garganta—. Le pedí permiso a mi psiquiatra, ella volverá en unos minutos…
— Tú… —él hizo una pausa, como si no supiera qué decirle—… ¿Cómo te sientes ahora?
— Mejor, pero un mal porque no tenía conocimiento de qué se lo estaban haciendo a otras personas de mí.
— Bueno, tampoco es que hayas tenido conocimiento de cada cosa que esos locos hacían —Jedward ya no se notaba tan enojado con ella—. Lamento mucho lo ocurrido, en verdad no tenía idea de que pase por todo eso sola.
— Tampoco es que me guste hablar mucho y eso lo sabes —bromeó—. Yo… yo en verdad siento no haberte dicho lo que ocurría conmigo, pero es que tenía mucho miedo de que después no me creyeras.
— ¿Y cómo no iba a considerarte si tú eras la única mujer en mi vida? —le recordó—. Sí, lo admito, me tomó por sorpresa el hecho de que te acostaras con otras personas, pero te aseguro de que no fue por un mal pensamiento, sino que no sé…
— Es normal, no todos los días aparece tu mujer diciéndote que tuvo sexo con cuanto hombre quería…
— ¿Así que mi mujer…?
— ¡Llegué! —Jasha abrió la puerta, dejándose ver enojado—. ¡¿Por qué me dejas con este ser aburrido?!
— No grites —ordenó Jedward—. Entren y cierren la puerta. Estoy hablando con su madre.
— Ella me hizo escaparnos de los guardias —dijo Jadiel, y luego sonrió hacia la cámara—. Hola, mami. ¿Papá te estaba molestando?
— No…
— Sí, la estaba molestando —Jasha se subió en las piernas de su padre y le quitó el teléfono—. Mi mamá se ve cansada, te lo iba a decir en un rato, pero no me dejaron… ¿Son fuertes los medicamentos? ¿Si te mueres me darás el regalo que te dio el tío Kiral? Escuché hablar al tío Kiral con la tía Nina acerca de un regalo que te dieron cuando cumpliste años —respondió ella—. ¿Qué es? ¿Puedo tenerlo?
— No, no les diré que me dio el tío Kiral, porque es mío —les apuntó—. Ya dejen de molestarme con los regalos caros que me dan.
— ¿Es muy caro? —cuestionó Jedward.
— Jedward, ya no tienes tres años, no me molestes con tus cosas —bufó un tanto enojada—. Tampoco eres un niño.
— Al menos puedes decirme lo que es, no seas de ese modo…
— Es hora de ir a escuchar el veredicto —dijo Liam, entrando—. Dicen que debemos llevar a los niños —le quitó su celular—. Me lo van a llenar de pulgas.