Jedward dejó el edificio qué había hecho con la ayuda de Jasha en una de las partes más transitadas, según él, de su maqueta que estaba casi terminada. Londres los había recibido con grandes expectativas, al punto de qué inició su empresa desde cero, lo que lleva a nuevos nombres, registros y negocios.
No se sentía del todo mal porque había quebrado en América, ya que eso literalmente le dio el impulso que necesitaba para salir adelante con su familia. Sus hijos estaban ingresados en un colegio privado que su tía Grace les consiguió y de paso, los llevaba los fines de semana a visitar a su madre.
Aunque solo habían pasado unos pocos meses, Dasha estaba con su pancita de siete meses y saldría de la clínica si seguía de ese modo el mes próximo. Sin embargo, no iba a negar que extrañaba a su familia, pasar tiempo con ellos en la playa y molestar a sus padres por cualquier cosa que él tuviera.
— Grace dijo que pronto comenzarás a tener mucho trabajo —Jasha se levantó para tomar los árboles—. Porque ya no hay ningún registro de las cosas malas que pasaron.
— Sé que no hay nada de malo —puso el pegamento—. Pero ustedes deben seguir portándose bien en la escuela.
— Si me porto bien, ¿podré traerme a mi novio? —ella hizo un puchero—. No pude despedirme de él.
— No, no podrás tenerlo, porque él está estudiando en otro país —le pellizcó la nariz a su hija—. Le ayudé con una beca y la hospitalidad, ya que eres una persona que molesta a todo el mundo.
— Pero él y yo nos íbamos a casar —gimoteó—. ¡Ya solo me faltan doce años!
— Y él no, así que deja de molestarlo con eso de que quieres que sea tu esposo, porque el pobre chico no encontraba en dónde meterse contigo —siguió con la maqueta—. Además, debiste irte con tu hermano a visitar el palacio, así dejas de molestarme.
— Jadiel me abandonó, ya no quiere pasar más tiempo conmigo porque dice que soy molesta y no es así —ella se pasó los dedos por sus ojitos—. Me odia desde que mamá estuvo en el hospital.
— No te odia, solo que va creciendo y necesita conocer nuevas cosas —trató de calmarla—. Además, ya estás haciendo buenos amigos en el colegio, ya no hay niños que te molesten y nadie aquí sospecha de algo.
— Por eso debí comprarme a mi novio, él me haría muy feliz.
Jedward se dio por vencido con su hija, no había más que hacer con ella. Revisó la hora en su reloj de muñeca y luego se dispuso a revisar algunos contratos que se le había dado horas antes.
Jasha se había quedado dormida en un punto de la tarde, así que su trabajo estaba quedando bien.
— Es hora de irnos —cargó en sus brazos a Jasha—. Ya pasó la hora de la siesta.
Ella asintió, pero siguió con los ojos cerrados. Salir del trabajo y no ver a un reportero le llenaba de alegría, porque, aunque fueran nuevos en la ciudad, todo estaba tan tranquilo y en orden.
Condujo hasta el palacio real, en dónde ya su tía y un grupo de guardias los esperaban como siempre.
— Buenas noches —dijo, antes de presionar el botón y bajar un poco la ventana trasera—. ¿Cómo están? —bajó del auto—. ¿Se portó bien?
— Sí, es un niño bien portado, no como el demonio que está durmiendo —dijo su tía, apuntando hacia el asiento trasero—. Cuando quieras, puedes dejarlos.
— Nah, me gusta pasar tiempo con ellos, son mis hijos —le abrió la puerta a Jadiel—. Gracias por cuidarlos.
— De nada —su tía fingió mirar el reloj—. Ve a casa, descansa y pasa más tiempo con tus hijos. Se lo merecen después de tantas cosas.
— Gracias.
Su tía esperó a que el auto saliera de la propiedad y él emprendió el viaje hacia su residencia, la cual era una de las más exclusivas de la ciudad. Jadiel le acomodó la cabeza a su hermana en un punto determinado del viaje, ya que ella literalmente se estaba quedando sin cuello.
— ¿Qué tal la pasaste? —rompió el silencio que había entre los dos—. No puedes seguir enojado conmigo para toda la vida.
— No estoy enojado contigo, papá —Jadiel miró hacia la ventana—. Solo extraño a mi mamá. Han pasado muchos meses desde que llegamos.
— En un mes, tu madre estará con nosotros —se detuvo en un semáforo—. Ahora es más complicado, porque ya no puede tomar medicamentos por el embarazo, es por eso que el plazo se extendió.
— Sí, lo sé. Aquí los niños son buenos, pero extraño a los abuelos —Jadiel se encogió de hombros—. Me gustaba ver la playa todos los días, ahora ya no sé qué haré sin mis amigos de allá.
— No te preocupes por nada de eso, verás que regresaremos pronto a visitarlos —pasó los dedos por el volante—. Sabes que allá las cosas siguen un poco tensas, tu madre necesita de nuestro apoyo ahora con eso de su recuperación.
— Lo sé, es que la extraño tanto y me duele saber que ella está tan lejos de nosotros por culpa de esas personas moralistas de mierda —hizo un puchero—. No tienes idea de lo mucho que me duele saber que ella tuvo que pasar por todas esas cosas.
— Ahora entiendes las razones por las cuales a los niños no se les deben dar celulares antes de tiempo —negó con la cabeza—. Te amo, eres mi hijo, pero eso de andar husmeando en los teléfonos de las personas está mal.
— Lo lamento, papá —él se echó un poco hacia delante—. Es que la verdad no sé qué más hacer, mamá y yo éramos un equipo y ahora…
— La familia se hará más grande, porque viene un nuevo bebé…
— Bebé que lanzaré por la ventana más cercana, por el simple hecho de querer nacer —dijo Jasha, abriendo los ojos—. Cuando las personas duermen, los otros deben hacer silencio. Es de mala educación hacer eso.
— No le harás nada al bebé que viene en camino, no seas molesta —Jadiel le tapó la boca—. Si mamá está feliz, tú debes estarlo —recibió una lamida en su mano—. No seas asquerosa.
— Es que hablas mucho que me aburres —ella hizo un puchero—. Yo también extraño mucho a mamá, es como mi alma gemela y la verdad es que ella es la que más me entiende.