—Necesitas dormir un poco —dijo él tomando su mano. Julia casi se cae, pero ahí estuvo él para sostenerla como una linda metáfora de lo que había sido ese día, y con Hestia como guardaespaldas, ambos subieron una escalera flotante de madera hacia el segundo piso.
Arriba también era precioso, admiró Julia, pero apenas si logró ver algo del decorado.
Él la sentó en una cama, y Julia se metió bajo las mantas acurrucándose. Sintió un peso a su lado y encontró a Nicholas con un vaso de agua y unas pastillas en las manos.
—¿Qué es?
—Droga —bromeó él con una sonrisa, y ella entrecerró sus ojos—. Sólo son analgésicos—. Julia le hizo caso y se lo metió a la boca. Cuando le devolvió el vaso de agua tras sólo haber bebido un trago, él la miró severo—. Bebe más—. Ella hizo caso—. Más —exigió él de nuevo, y aunque no le provocaba ni un poquito, Julia se obligó a vaciar el vaso. —Muy bien, descansa.
Seguro que él estaba ocupado, seguro que no planeó pasar toda la tarde haciendo de niñera de una borracha, pero él había dicho que le gustaba, aun así. Borracha, despechada y todo, le gustaba.
Este hombre vale su peso en oro, se dijo cubriéndose la cabeza con la manta y cerrando con fuerza los ojos. Te mereces que te amen siempre, que te amen de verdad.
Y ella se había comprometido a dejar que la cortejara, o algo así.
Tal vez encontré mi propio Romeo, suspiró quedándose dormida. Mi propio galán de película romántica de millonarios.
Nicholas miró a Julia, acurrucada y bajo las mantas, hasta que estuvo seguro de que se había dormido. Le sacó la manta hasta descubrir su cabeza para que respirara mejor y sonrió mirando a Hestia.
—¿Cuidarás de ella mientras trabajo? —le preguntó, y Hestia contestó con un gemido y adelantando una de sus patas—. Ella te gustó, ¿verdad? Pero no siempre huele tan mal —le explicó—. Hoy fue un día duro para ella—. Se puso en pie y salió de la habitación, haciendo una lista mental de todo lo que tenía que hacer, y sacó su teléfono para llamar a sus asistentes y avisarles que haría trabajo desde casa.
Se internó en su despacho privado y de inmediato se concentró en el trabajo. Sabía que Julia dormiría al menos diez horas seguidas, así que pudo sumergirse en sus compromisos. Cada par de horas subía para verificar que ella siguiera respirando, hasta que se hizo la noche y la hora de dormir.
Con el nuevo estado judicial de Julia, ella volvería a la gerencia de Wealth Advisors Inc. Le había preguntado si tenía intención de tomarse unas vacaciones, y aunque ella había dicho que no, estaba visto que por estos días ella no sería persona.
—El lunes estaremos de vuelta —dijo como para sí, saliendo de su despacho y dirigiéndose a Hestia para llevarla a su paseo nocturno.
Su mente no hacía sino maquinar todo lo que quería que sucediera a continuación, especialmente, con ella. Estaba ansioso por verla reiniciar su vida, sabía que lo haría a lo grande.
Julia despertó con un horrible retumbar en su cabeza. Tal vez alguien estaba tratando de aplastarla. Sí, seguro era eso.
Se quedó quieta, muy quieta, y por fin el dolor fue pasando. Descubrió que tenía sed, y bebió un largo vaso de agua.
Sentada al borde del colchón, pudo verificar que esta no era su habitación, ni su casa, y como una película, las imágenes de todo lo ocurrido ayer, y durante su borrachera, volvieron a su mente.
Qué vergüenza, qué vergüenza, pensó. Y luego. Qué lindo, qué lindo. Nicholas Richman era lindo.
Sonrió apoyando las manos en sus mejillas, calientes y sonrojadas. Era increíble que ya no estuviera pensando en Justin, sino en este hombre que prácticamente acababa de conocer. Delante de él, Justin era un niño, un imberbe que no sabía lo que quería.
Casi una hora después, pudo salir de la cama. Muy despacio, caminó hasta el baño y allí se dio cuenta de que olía muy mal, no quería enumerar todos los malos olores que podía reconocer. Quería darse un baño, pero… ¿sería demasiado abuso de su parte?
No, se respondió. Seguro que a él no le importaba, y tal vez, hasta lo agradeciera.
En el baño encontró todo lo necesario, así que se desnudó metiéndose a la ducha.
Nicholas había estado ocupado en su despacho otra vez. Atendía una videollamada con un socio cuando la vio pasar delante de su puerta usando una de sus camisetas y descalza, con Hestia pisándole los talones. Apresuró su llamada y fue tras ella.
Tuvo que pasar saliva al verla. Ella lucía recién duchada, renovada, y usando la ropa que él le había dejado para que pudiera ponerse algo limpio, pero se veía tan guapa, tan sexy, tan…
—Me preguntaba si… puedo usar tu lavadora —dijo ella mirándolo con sus marrones ojos tan claros, tan límpidos. Toda la ira y el dolor de ayer parecían haber sido barridos como los nubarrones grises luego de una larga tormenta. Ella estaba despejada.
—Claro—. Se miraron el uno al otro en silencio, y ella empezó a sonrojarse. Ah, cómo adoraba eso, sonrió él, y decidiendo dejarla en paz por ahora, le enseñó donde estaba el cuarto de ropas.
Nick cocinó para ambos, y mientras la ropa se lavaba, y se secaba, hablaron. Él le comentó los planes que tenía para ella, que era reincorporarla a la empresa la próxima semana, y hacer su reintegro él mismo. También le habló de la búsqueda de Marta Mccan y Pierce Maynard, y de cómo sus abogados adelantaban investigaciones.