—Es temprano aún, ¿quieres hacer algo? —preguntó Nicholas cuando ya estuvieron afuera, a salvo de las miradas curiosas. Julia respiró hondo como si disfrutara del frío de la noche, y se giró para mirar a Nicholas con una sonrisa, una que a él se le antojó preciosa.
—Vamos a bailar. Llévame a un club—. Nicholas elevó sus cejas—. ¡No quiero ir a casa! —siguió ella—. Y este vestido está demasiado bonito como para usarlo sólo dos horas.
—De acuerdo—. Nicholas miró a James, y éste entendió el mensaje.
Poco después estuvieron en un reconocido bar de la ciudad, y los dos llamaron otra vez la atención, pero sobre todo por sus vestimentas.
Julia sólo había tomado una copa de champaña, por lo que no podía estar ebria, pero ella hoy se estaba comportando como si quisiera comerse el mundo.
Bailó mucho, rio mucho. Contó anécdotas y lo besó varias veces.
Ella estaba feliz. Hoy por primera vez había tenido una victoria sobre su familia, y se había liberado de mil cadenas. Hoy le había importado muy poco ser humillada por sus hermanas y Robin, ni las miradas de los demás lograron perturbarla. Era como si, al ser libre de ellos, sus opiniones le valieran lo mismo que la mierda.
No dejó de bailar y de moverse sino hasta que sus pies ardieron. Volvieron al auto pasada la medianoche y al ver a James sintió pena por él.
—¡Lo hemos hecho trabajar mucho! —se lamentó—. ¡Un sábado! Lo siento, James. Hemos sido desconsiderados—. Nicholas sonrió mirando a James. Ya las copas se le habían subido un poco a Julia.
—Aprecio mucho su preocupación, señorita.
—Oh, llámame Julia.
—Gracias, señorita Julia.
—¡Qué tipo tan agradable! —rio Julia mirando a Nicholas, y éste volvió a sonreír. Durante el camino ella se recostó sobre su hombro, suspiró varias veces y sonrió boba. Este lugar, apoyada en él, se sentía correcto, se sentía el indicado. Como si toda su vida hubiese deambulado sin pertenecer a ningún lado, y por fin llegaba aquí.
Su aroma, su calor, su toque suave, y la manera en que la cuidaba, celebraba y acompañaba…
Cuando llegaron a casa, él bajó con ella y la acompañó hasta la misma entrada del edificio, se inclinó a ella y le besó los labios.
Sí, sí. Los besos de Nicholas, pensó. Los más dulces, los más calientes, y rodeándole los hombros con sus brazos, profundizó el beso.
Todo su cuerpo se fue calentando, pegándose más a él, deseándolo de manera urgente. ¿Cómo sería… los dos, llevando esto hasta el final, en su habitación?
La idea se coló tan suavemente en sus pensamientos que no se dio cuenta de que estaba allí sino hasta que él bajó la mano hasta su cadera y ella deseó fervientemente que no estuviera en medio el vestido. No pudo evitar sentirse un poco nerviosa, y se separó un poco mirándolo con ojos grades, pero la oscuridad impidió que él lo notara, así que, privado de sus labios, los de él tomaron camino hacia su cuello.
Ay, ay. Ahí no, quiso decir. Se siente demasiado bien.
Sus pies estaban a punto de aflojarse.
Pero otra vez esa imagen de los dos en su cama le devolvió la razón.
—Por favor —susurró casi sin aliento. Él murmuró algo totalmente embelesado con su piel, y ella gimió de deseo—. Espera —lo detuvo al fin. Nicholas no quería rendirse, e insistió en acercarse de nuevo—. Por favor dame tiempo —siguió Julia.
Esas palabras se filtraron por fin en la mente nublada de Nicholas, y aunque aún la sostenía muy cerca, sólo la miró confundido.
Tenía la respiración un poco agitada, lo que le hizo tragar saliva. Sus manos inquietas la tenían muy sujeta y su aroma encendido la atraían como una polilla a la luz.
—¿Tiempo? —preguntó él en un murmullo—. ¿Tiempo para qué?
—Sólo para… pensarlo.
—¿Qué necesitas pensar, Julia? —ella sonrió. Él volvía a dominar la situación besándola, acariciándola, y llevándola a la locura.
—Oh, me encantaría —dijo, pero fue más una respuesta a sí misma—. Sé que debería. —Él la miró fijo entonces. Julia se mordió los labios al darse cuenta de que había pensado en voz alta.
Como si la hubiesen pillado en una falta, Julia miró a otro lado. Estaba roja de vergüenza, con el rostro caliente, llena de pensamientos nada castos e incapaz de pensar con claridad. Aun así, lo había alejado.
—¿De qué estás hablando, Julia? —preguntó él en un susurro.
—Ah, bueno… De los dos… ya sabes… De estar… Me encantaría, te lo juro. Y tal vez deba… ¡No quiero que pienses que soy desagradecida! —se apresuró a añadir cuando vio su ceño, pero este se acentuó más.
—¿Estás hablando del sexo? —ella guardó silencio, y deseó poder hacerse pequeñita y esconderse en algún lugar. Como él guardó silencio esperando su respuesta, ella asintió en silencio.
—¿Podrías… por favor… darme tiempo? Sólo un poco—. Nicholas siguió mirándola confundido largo rato, pero al cabo, sonrió y se pasó las manos por el cabello, despeinándose un poco—. Tú me gustas, eso es evidente… aun así, necesito algo de tiempo para… Sólo llevamos una semana saliendo, después de todo, y yo… ¿Estás molesto? Por favor, no me odies —Nicholas respiró hondo y la abrazó.