Margie esperaba a Julia a la salida del restaurante donde se habían citado. El mensaje de ella había sido más bien críptico, simplemente le decía que pasaría por ella para ir a otro lugar, nada más. ¿Por qué quería ir a otro lugar? ¿Cómo así que pasaría por ella? ¿Había comprado vehículo de ayer a hoy, o era sólo una expresión?
Hacía frío, así que se frotó los brazos mirando hacia la calle, y entonces vio a Julia. Estaba guapísima, pero no sólo por el atuendo que llevaba, sino que había algo en ella que irradiaba seguridad y confianza, lo que la hacía sonreír, caminar más derecha, casi brillar…
Caminó a ella sonriendo y la abrazó, como si llevara años sin verla.
—Esa cara me dice que todo salió bien anoche —le dijo, y Julia sólo sonrió sonrojada.
—Ya te contaré.
—¿Fue tan mágico como imaginabas?
—Fue mejor —suspiró Julia, dando la vuelta para desandar el camino.
—¿A dónde iremos? —preguntó Margie—. Aquí me gusta.
—Es que tenemos una reservación en otro lugar.
—¿Tenemos?
—Bueno… No me mates… La verdad es que olvidé nuestra cita —Margie la miró entrecerrando sus ojos con actitud acusadora—, y estaba con Nick, así que te hemos incluido en nuestro almuerzo—. Margie abrió grande la boca por un instante, y de inmediato se alejó varios pasos de Julia.
—¿Estás en medio de una cita con tu chico?
—Sí —asintió ella con tono culpable.
—No, no, no. Entonces veámonos otro día. No quiero ser el mal tercio… ni la sujeta velas, ni la violinista. Vayan ustedes a su cita y…
—Nick quiere conocerte —insistió Julia, lo que dejó en silencio a Margie.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Eres mi amiga.
—¿Le has hablado de mí?
—Claro.
—¿Sabe… todo? ¿Lo de Justin y eso? —Julia dejó salir el aire.
—Creo que piensa que fue un poco maquiavélico, pero como al final fue conveniente para él, aprueba lo que hiciste—. Margie se echó a reír soltando una carcajada.
—No cabe duda de que es un hombre listo.
—Demasiado.
—De acuerdo —suspiró Margie—. Si quiere conocerme… lo que su majestad el señor Richman diga.
—No seas tonta—. Siguieron hablando hasta llegar a un precioso Jaguar azul oscuro. Margie intentó por todos los medios no parecer sorprendida, pero fue inevitable. Tal vez Julia estaba más acostumbrada a esto, pero ella, definitivamente, no.
Debido a que estaban aparcados en la calle, tuvieron que hacer las presentaciones rápido, pero con sólo un vistazo, Nicholas Richman recibió la total aprobación de Margie.
—Le dije a Julia que estaba bien si nos veíamos otro día, pero…
—Está bien —dijo Nicholas frente al volante y maniobrando para volver al tráfico—. No era justo que por mí te dejaran plantada—. Margie apretó sus labios con cierta emoción.
Era amiga de Julia desde la universidad, habían estudiado carreras diferentes, pero coincidieron muchas veces en el campus. Siempre se molestó por el trato que le daban a Julia siendo una Westbrook, y todas esas injusticias acumuladas contra una persona que no las merecía, la hicieron ponerse incondicionalmente de su parte.
Nicholas Richman era como una especie de premio que la vida le daba por su buen comportamiento, y se alegró, casi de la misma manera en que le alegraba haber ayudado a sacar para siempre a Justin de su vida.
Fueron a un lugar más bien lujoso, los trataron como príncipes, y la comida fue celestial. Margie no se andaba con vergüenzas y pidió lo que quiso, y luego sugirió seguir con el postre. Hablaron de cómo se habían conocido y las cosas que habían hecho juntas a lo largo de los años, como viajes de vacaciones, pequeños proyectos y luego, su pequeño negocio. Margie le contó a Nicholas que tenía una tienda de ropa y que había sido Julia quien le ayudara a poner en orden todo el papeleo y los asuntos burocráticos.
—Quería ser su socia —le contó Julia—, pero no tenía los fondos necesarios. Sin embargo, me pagó bien la asesoría.
—Era lo menos —sonrió Margie.
—La ropa es un buen negocio si se explota adecuadamente —comentó Nicholas animándola, y durante un rato, sólo hablaron de negocios.
En un momento, el teléfono de Nicholas timbró con insistencia, así que tomó la llamada, y disculpándose, se levantó de la mesa.
De inmediato, Margie miró a Julia diciendo mil cosas con la mirada.
—Ahora sí, ¡cuenta, cuenta, cuenta! ¡Anoche debió suceder de todo! Un domingo juntos, ¡qué romántico! —Julia se echó a reír.
—Él no es cualquier cosa, sólo te digo eso.
—Por supuesto que no es cualquier cosa. ¡Es, de lejos, el hombre más guapo e interesante que he conocido jamás! ¡Dios! Si no estás enamorada ya, Julia, te golpearé la cabeza—. Julia volvió a reír.
—No lo sé. Me encanta… pero… ¿amor? ¿No es demasiado pronto? Sin embargo… cada cosa pequeña que hace… sí, me enamora—. Margie suspiró ruidosamente, y Julia procedió a contarle, rápida y de manera concisa, los eventos de anoche. Margie disfrutaba imaginando las caras de sus hermanas y Robin, y cómo los ricachones de los que sólo había oído hablar se mordían el codo por querer acercarse a Nicholas.