Ámame siempre

XIII

—¿Esto es real? —preguntó él pegando su nariz a la piel de su cuello, y su aliento le hizo cosquillas. Estaba tan cerca, tan cálido… —Dios, siento que estoy alucinando. Te he deseado tanto…

—¿De verdad? —preguntó ella con duda en su voz, y eso le hizo mirarla. Sólo había una luz encendida, por lo que estaban en penumbra, pero claramente, ella tenía dudas.

—Ha sido una total tortura tenerte cerca, cariño.

—Yo pensé… que no. Quiero decir…

—Eso es porque no te he mostrado —sonrió él tomando su mano y guiándola abajo, haciendo que lo tocara, y Julia contuvo el aliento mirándolo con ojos muy abiertos. Él estaba duro debajo de sus pantalones, y al parecer disfrutaba mucho de su toque. Nicholas besó su mejilla, y poco a poco fue bajando hasta llegar a su garganta, ella elevó el rostro para darle mejor acceso—. Eres deliciosa —le dijo él, y luego pasó la punta de su lengua por su clavícula. Julia sintió que se le pusieron todos los pelos de punta.

Él la torturó otro poco abrazándola con fuerza, bajando poco a poco sus manos hasta capturar su trasero, y con fuerza lo apretó al tiempo que la besaba por todas partes que podía alcanzar. Pero ella estaba muy quieta, y eso lo hizo detenerse de repente. La miró fijamente; si ella estaba aquí, vestida así, era por una razón evidente, pensó, pero parecía tener dudas todavía.

—Nena… háblame. ¿No lo deseas? ¿Estás aquí por otra razón?

—¡No! Sí lo deseo.

—¿Seguro?

—Claro que sí. ¿Por qué si no…? —la voz de ella se apagó hasta quedar en silencio, y Nicholas sonrió.

—Entonces… —le tomó las manos y las puso sobre su pecho— desnúdame—. Julia lo miró fijamente.

Ya, ya estaba aquí. No podía ponerse tímida ahora, ni decirle que nunca había visto a un hombre adulto y joven desnudo, que ella nunca había llegado hasta el final en la cama con nadie.

No iba a avergonzarse de esa manera, así que, con determinación, aunque con mano temblorosa, e incapaz de mirarlo de nuevo a los ojos, terminó de desabrochar los botones de la camisa de Nicholas.

Cada centímetro de piel que descubría la acercaban a una ineludible verdad, se dio cuenta. Estaba entregándose en cuerpo y alma a Nicholas Richman. Después de esta noche, ya no habría vuelta atrás… esa caída libre en la que se hallaba hoy vería su fin.

¿Sobreviviría a esto?, no lo sabía. Tenía el presentimiento de que, si se enamoraba de él, sería para siempre.

—Qué hermosa te ves en este momento —susurró él con los labios curvados por una sonrisa traviesa—. Te recordaré así para siempre, ¿sabes?

—¿Para… siempre?

—Mmm, sí —la voz de él se había enronquecido, y el pecho de Julia pareció expandirse por lo fuerte de los latidos de su corazón.

Pero no había miedo, no, simplemente porque confiaba en él como jamás confió en otro ser humano.

Este era Nicholas, era el hombre que en las últimas semanas la había seducido con toda clase de encantos, y no se refería sólo a los regalos y la atención. Era el hombre que la había visto ebria y deshecha, que la apoyó cuando ningún otro lo hizo, que estuvo a su lado en el momento más negro…

Además, deseaba a este hombre. Era hermoso. Cada parte de su cuerpo a ella le parecía perfecta, cada hebra de cabello, sus labios, ojos, cejas, nariz, cada centímetro de él le encantaba.

Tiró la camisa al suelo y se sorprendió al encontrar un tatuaje en el hombro y brazo derecho; lo giró un poco para mirarlo mejor y sonrió, buscó su mirada con ojos brillantes, encantada por lo que acababa de encontrar. Nicholas quiso reír, ella parecía una niña descubriendo una gruta mágica, pero sólo guardó silencio y la dejó explorar.

Era un tribal, con líneas gruesas y oscuras, que incluía sombras, luces y hasta texturas, haciéndolo más una obra artística. Julia pasó la yema de los dedos por el tatuaje, como si pudiera sentir su relieve, pero la piel estaba totalmente lisa. Era precioso, oscuro, y tal vez significativo para él, dada su historia. No quiso preguntar qué significaba, si acaso significaba algo, y tampoco le sorprendió que Nicholas tuviera un tatuaje; en cierta manera, iba a tono con él.

Sin pensar realmente en lo que hacía, Julia se inclinó un poco y pegó sus labios a la piel tatuada; no era un beso, era como si sólo quisiera tocarlo, sentirlo y tenerlo aún más cerca, y lo sintió respirar fuerte.

Él no dijo nada, sólo la dejó explorarlo, tocarlo, y soportó cada minuto de su escrutinio con un oscuro placer que iba en crecimiento.

Julia volvió a ponerse frente a él y admiró sus pectorales encontrándolos perfectos, paseó las palmas abiertas por todos los duros ángulos de su torso y partes al parecer muy sensibles, pues Nicholas a veces contenía la respiración, y darse cuenta del efecto de sus caricias le fue infundiendo confianza.

Sonrió y lo miró sufrir un poco, se empinó y le besó los labios; él se dejó besar sin mover un solo músculo, y cuando ella puso las manos sobre la pretina del pantalón, lo escuchó inspirar fuertemente.

A pesar de que la capacidad de pensamiento de Nicholas se hallaba seriamente reducida en ese momento, fue capaz de entender varias cosas en el comportamiento de Julia esta noche. Sí, lo deseaba; lo sabía no sólo porque había venido aquí luciendo una diminuta pijama a pesar del frío, sino por el acumulado de miradas durante todos esos días, porque sus besos se habían hecho cada vez más audaces, más profundos, y por la cantidad de veces que fue ella quien tomó la iniciativa para tocarlo, para besarlo.




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