Nicholas despertó e inspiró hondamente sintiéndose profundamente relajado, se estiró suavemente y buscó con su brazo a Julia, sólo para encontrar que el espacio a su lado estaba vacío. De inmediato abrió los ojos y miró alrededor. ¿A dónde se había ido? ¿Y por qué?
Salió de la cama buscando algo que ponerse y caminó por el pasillo buscándola. ¿Se había ido de vuelta a la habitación que compartía con Margie? ¿Qué creía ella, que esto era de hacerlo un par de veces y volver a la vida normal?
El sonido de un piano atrajo su atención, y caminó por los largos pasillos de este interminable castillo dejándose guiar, y allí la encontró, a Julia, vestida con su camisa, descalza, y tocando el piano.
Con una sonrisa, caminó a ella y le puso la bata que llevaba puesta alrededor de los hombros. Ella se sorprendió un poco al verlo, pero siguió tocando ahora con una sonrisa.
—Nick —susurró ella, feliz de verlo. Él suspiró.
—Parece que es verdad eso que dijiste.
—¿Qué dije?
—Que después del sexo, el personaje principal toca una hermosa pieza en un piano—. Ella lo miró confundida.
—¿Dije eso? —Nicholas se echó a reír. Ella había estado ebria y ahora no lo recordaba, así que le miró las manos sobre las teclas. Ella tenía habilidad, pues la melodía salía del piano con sentimiento, transmitiendo emociones que a Nicholas le parecieron profundos—. Cuando salí de la habitación, me pasé varias puertas —explicó ella—, y entonces lo vi. Es precioso, ¿no te parece? —él asintió sin dejar de mirarla. ¿Sería demasiado escandaloso hacérselo sobre el piano? Ella siguió, ignorante de sus turbios pensamientos—. Hacía mucho tiempo que no tocaba en un piano de cola, no quise dejar pasar la oportunidad—. Ella dejó las teclas al fin, y el silencio se impuso en el solitario salón. Julia lo miró a los ojos y Nicholas sintió el fuego dentro de él llamear con fiereza—. ¿Me buscabas?
Como respuesta, él le tomó la mano haciendo que se pusiera en pie, y al ver que estaba descalza sobre el suelo frío, la alzó en sus brazos.
—Sí, te buscaba.
—¿Para qué?
—Julia, eres demasiado inocente. Voy a reparar eso ya mismo —ella se echó a reír y le rodeó los hombros con sus brazos sin dejar de mirarlo atentamente.
—Sólo quería ponerme ropa…
—Para lo que vamos a hacer, no necesitas ropa—. Ella volvió a reír.
Entraron de vuelta a la habitación de Nicholas, y con suavidad, la puso de nuevo sobre la cama, ubicándose sobre ella muy hábilmente. Julia lo miraba con una sonrisa.
Había pensado que, luego de la noche, no tendría cara para verlo, que se sentiría avergonzada; después de todo, habían hecho cosas muy… íntimas. Imaginó que hacerlo desnudos y en la penumbra era una cosa, y otra muy distinta verse con ropa al día siguiente, pero estaba encontrando que le daba igual que anoche él hubiese recorrido cada rincón de su cuerpo, que la haya visto gemir y llorar, y todo eso. Por el contrario, le encantaba esta nueva intimidad, sentía que se pertenecían el uno al otro, y que ya no quedaba nada que quisiera ocultarle a este hombre.
Él la besó de nuevo, y poco a poco se fueron desnudando.
Hacerlo en la mañana, aunque afuera todavía estaba oscuro… qué agradable se sentía. Ingenuamente había pensado que no lo harían de nuevo sino hasta volver a Detroit, pero qué bien haber estado equivocada.
Él entró en ella suavemente, resbalando con delicadeza, haciéndola gemir otra vez y apretarlo dentro de su cuerpo y con brazos y piernas. Lo besó mucho, dijo cosas que luego no podría darles sentido, y, sobre todo, fue feliz. Estar así con Nick le daba mil años de vida, le daba sentido a su locura interna. Se estaba acostumbrando mucho a él, a tenerlo cerca, y ahora, a tenerlo dentro, como si este fuera su estado natural, lo más adecuado y perfecto.
Al terminar, lo buscó para abrazarlo llena de pereza, pero muy satisfecha, y bostezó a su lado buscando su calor a medida que su cuerpo se iba enfriando.
Nicholas pensaba y pensaba. Ahora que llegara a Detroit tendría muchas cosas que hacer, una de ellas, llevarla ante su familia y presentarla, hacer esto oficial.
Imaginó que también tendría que ir ante la familia de ella, aunque dedujo que para Julia lo más significativo era que Bill, su padrastro, lo conociera. Era al único a quien ella consideraba familia de verdad, y por lo que le había dicho, era un anciano enfermo.
Se había dado cuenta de que ella era quien corría con sus gastos hospitalarios, lo que explicaba por qué ella vivía en ese lugar siendo una gerente de una empresa millonaria. Ya que su única entrada económica era su sueldo, éste se veía seriamente reducido por los gastos que generaba el anciano.
Salió de la cama suavemente hacia el baño haciendo una lista mental de tareas. Eran cosas que ya antes había decidido, pero que hoy se confirmaban. Tenía que cuidar de ella, ya que era su mujer, y la única que querría de aquí en adelante. Tenía que velar por su bienestar y comodidad, y, afortunadamente, tenía cómo darle lo mejor.
Volvió a la cama y Julia volvió a buscarlo, enredando sus miembros con los de él.
—¿Qué haremos hoy? —preguntó ella con voz adormilada y manos inquietas, recorriéndolo desde el pecho hasta el abdomen.