Ámame siempre

XVIII

Julia llegó a su nueva casa y se tiró en el sofá sintiéndose cansada y ansiosa. Habían pasado ya dos días desde el reencuentro de Nick con su padre, y todavía no le hablaba, ignoraba sus mensajes, y ya no sabía qué hacer. Estaba a punto de tomar un taxi e ir a su casa, o a su oficina, y obligarlo a hablar con ella. ¿Cuánto tiempo más necesitaría? De verdad, ¿era sólo tiempo lo que necesitaba, o él simplemente le estaba terminando?

No, no. Él le había dicho que la amaba. Un hombre que ama no abandona…

Pero lo que él estaba sufriendo no era cualquier cosa, no podía siquiera ponerse en su lugar de lo horrible que era, sólo con imaginarlo ya dolía, no podía saber a ciencia cierta cuánto le había dolido a él.

Pero tampoco quería estar sin él…

Luego de darse un baño, y mientras se secaba el cabello, llamaron a la puerta principal. Al ver a Margie se sintió mejor, y ésta, como siempre, traía comida y cerveza.

—Cuando me dijiste que algo andaba mal en tu relación con Nicholas corrí de inmediato. ¿Esto será suficiente? —preguntó caminando directo hasta la cocina y destapando allí varias cajas y bolsas con pollo frito y arroz chino.

—Es demasiado —sonrió Julia. Margie la miró atentamente.

—Has bajado de peso.

—Algo bueno salió de todo esto entonces.

—¿Eres tonta? Vas a perder las nalgas—. Julia soltó una risita, pero sus ojos seguían tristes.

Se concentraron en servir la comida. Ya no tenían que sentarse en el suelo alrededor de una mesa de café, pues Julia tenía sala comedor, aun así, lo hicieron. Dejando la mesa de lado, hicieron como antes y miraron distraídamente la televisión.

—Cuéntame qué pasó. ¿Justin se metió? No me digas que es por Justin, Julia, porque te pego.

—Justin no tiene nada que ver.

—¿Tus padres? ¿Tus hermanas?

—¿Por qué crees que el problema viene de mi parte? —Margie la miró con ojos entrecerrados, y Julia entendió el mensaje y dejó salir el aire—. Fue por mi padrastro—. Margie frunció el ceño mostrándose muy confundida.

—¿Qué tiene que ver? Ah, ¿al viejo Bill no le gustó Nick y andan enojados por eso? Ni siquiera es tu padre de verdad, Juls, no hagas caso de su opinión; Nick es tu futuro, y el anciano un día de estos se va a morir…

—Qué horribles cosas dices, pero no es por eso, no te adelantes —Margie la miró pidiendo que se diera prisa y contara, y Julia dejó a un lado su pollo a medio morder, tragó saliva mirando a alguna parte de su sala y empezó a contarle.

Era la vida privada de Nicholas, y su familia. Muy pocos sabían de su pasado, pues eran muy circunspectos, pero Margie era de confianza, y no usaría esa información para hacerles daño.

Al llegar al final, hasta Margie perdió el apetito, y sólo terminó su cerveza mirando también al vacío y digiriendo toda la información.

—Es demasiado —dijo al final—. Son tantas cosas… pobre Nick—. Julia guardó silencio, pero el pesimismo de Margie la estaba afectando, y sus ojos se humedecieron.

—¿Qué voy a hacer? —preguntó con voz quebrada—. No quiero perderlo, Margie, porque me enamoré de él, y al tiempo… si mi presencia lo lastima, si de aquí en adelante, cada vez que me vea va a sentirse herido… ¿qué voy a hacer?

—Es como… una alergia… o un envenenamiento.

—¿Qué? —preguntó Julia confundida, secándose las lágrimas y mirándola interrogante.

—Digamos que eres una especie de veneno para Nick… pero podemos hacer que se haga inmune… con pequeñísimas dosis.

—Margie, a veces quisiera asomarme a tu mente para ver qué es lo que hay ahí.

—No saldrías de tu asombro en años. Pero lo que quiero decir es… no puedes dejarlo, Juls. Por ningún motivo.

—No quiero dejarlo.

—Bien, eso te dará la perseverancia que necesitas… Sólo… no permitas que olvide tu existencia, y haz que te extrañe… si no tu compañía, al menos, que extrañe el sexo contigo. —De inmediato, Julia se sonrojó, pero tuvo que admitir que no era una idea desagradable, ni descabellada.

Siguieron hablando, y a medida que Margie hablaba, a la mente de Julia empezaron por fin a llegar ideas que la ayudarían a salir del estancamiento en el que se encontraba.

Debía ser valiente, fue lo que concluyeron. Debía ser decidida.

Tarde en la noche, Margie volvió a su casa y Julia quedó a solas. Antes de meterse a la cama, le envió un mensaje a Nick.

“Ahora mismo, te estoy amando”, le dijo, y suspirando, se quedó dormida.

Nick vio el mensaje y su estómago se apretó.

Quiso contestarle algo, pedirle otra vez que lo dejara tranquilo, que esto no ayudaba en nada, pero no fue capaz. Las palabras amorosas de Julia le producían un extraño dolor en su pecho, un dolor mezclado con añoranza y tristeza.

La echaba mucho de menos, y aun así…

No estaba en casa, sino en un bar de mala muerte esperando por Taylor, que por fin asomó su cara.

—Imagino que, si me citaste aquí tan intempestivamente, es porque tienes algo —masculló Nicholas guardando su teléfono, y Taylor sonrió masticando su cigarro y poniendo sobre la barra y ante Nick una carpeta de papel. Nick la tomó y revisó los documentos dentro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.