A media mañana, todos los Richman estaban reunidos en la sala de la casa de Duncan. Los gemelos habían tomado un vuelo intempestivo al enterarse de lo de su madre y allí estaban haciendo acto de presencia, ofreciendo ideas a veces un poco estrafalarias, pero igual de indignados que todos los demás.
—¿Y si le damos el millón? —propuso Paul—. Tal vez lo está haciendo para asegurar su vejez; está enfermo, ¿no? Le damos el millón y que nos deje en paz.
—No nos dejará en paz —contestó Duncan con tono grave—. No está tratando de asegurar su vejez. Si así fuera, nos hubiese buscado hace años, cuando empezamos a ganar dinero. Ha sabido dónde encontrarnos todo este tiempo, y sólo hasta ahora se acercó.
—¿Siempre lo supo?
—Ha vivido aquí todo este tiempo —siguió Duncan—, así que sí, siempre. Sólo está tratando de atemorizarnos. Si le damos el millón como si nada, buscará otra forma de volver a atormentarnos.
—¿Pero por qué quiere atormentarnos? —se extrañó Kevin—. En todo caso, seríamos nosotros los que querríamos atormentarlo a él, ¿no? Somos las víctimas.
—No. Él no lo considera así —contestó Kathleen esta vez—. Él cree que es la víctima. Él cree que se lo debemos. Es una especie de venganza—. Los gemelos se miraron el uno al otro sin lograr comprender.
Durante todo ese tiempo, Nicholas había estado a un extremo de la sala sólo escuchando a su familia deliberar acerca de lo que había que hacer. Tenía mal aspecto por la mala noche, pero su mente estaba funcionando a toda máquina.
Nunca imaginó que Timothy fuera capaz de acechar a su madre y amenazarla, al igual que Kevin, no entendía tanto descaro. Todo estaba al revés.
Lo que indicaba que tenía que analizar a su enemigo desde otro punto de vista, ser más racional, dejando a un lado las emociones para poder entenderlo y acabarlo. Porque ahora, más que nunca, Timothy era un peligro.
Ya no era sólo una venganza contra un padre que abandonó a su familia, ahora era supervivencia.
—¿Qué piensas, Nick? —preguntó Duncan mirándolo, y Nick sólo los miró. Cruzado de brazos y caminando de un lado a otro, estuvo en silencio otro par de segundos, pero meneó la cabeza como respuesta.
—No es un enemigo cualquiera —dijo—. Es malo. Es realmente malo… Habría sido mejor no encontrarlo nunca… Me disculpo por eso.
—No —contestó Duncan—, lo encontraste por casualidad —Kathleen miró confundida a sus hijos mayores.
—¿Qué no me han contado?
—Ah… Tim no fue a buscarte sólo porque se acordó de que existimos —contestó Duncan—. Nick se lo encontró… cuando fue a conocer al padrastro de Julia.
—No… No entiendo —sonrió Kathleen mirando a Nick interrogante.
—Timothy se cambió el nombre casi tan pronto se fue de nuestra familia, ahora es Bill Stanton… y es el padrastro de Julia—. Al oír aquello, Kathleen se cubrió los labios con ambas manos con una mirada de horror—. Me di cuenta porque insistí en conocerlo… —siguió Nick—. Lo reconocí al instante.
—Oh, Dios mío… ¿Cómo está Julia? —a Nick le confundió aquella pregunta—. Descubrir algo tan horrible… Pobre, chica, ¿cómo está ella? —Nick no contestó, y ese silencio suscitó muchas preguntas en Kathleen, pero no las hizo en el momento.
Se escuchó la risa de Kevin, una risa llena de ironía.
—¿Timothy como padrastro? Espero haya sido uno decente.
—Fue bueno —contestó Nick—. Julia lo adora—. Su tono le dio más pistas a Kathleen de lo que en verdad estaba pensando, pero volvió a guardar silencio. Miró a Duncan, pero éste le hizo una señal para que se guardara sus pensamientos.
Al final, resolvieron contactar un amigo en la policía e investigar el paradero de Bill. También, consultarían con un abogado qué tanto derecho podía tener Bill sobre sus fortunas luego de veinte años de haber desaparecido, y resolvieron ponerle a Kathleen un escolta, pues era la más vulnerable. Bill no había buscado a Nick, mucho menos a Duncan, sino que había ido por el eslabón más débil. Sin embargo, Kathleen estaba demostrando mucha fortaleza.
Nick la había analizado con atención; de adolescente pensó que, al volver a ver a su marido, ella sería otra vez feliz. Ahora estaba comprobando que siempre lo fue, gracias a sus hijos, gracias a su fuerza interior. Ahora tenía a Worrell, ver de nuevo a Tim no significaba sino molestia para ella.
—Deberías advertirle también a Julia de lo que Bill Stanton acaba de hacer —le dijo Duncan a Nicholas en un aparte.
—¿A Julia?
—Claro. También ella podría estar en peligro.
—¿De verdad lo piensas?
—¿Tú no? —Nicholas se encogió de hombros.
—Realmente, no. Intentó protegerla de mí, así que no creo que le quiera hacer nada malo.
—De todos modos —insistió Duncan—. No me fío de él, está loco. Ponla a resguardo. —Nick guardó silencio, y luego de unos segundos, asintió.
A ella no le iba a gustar, pensó. Incluso le diría lo mismo, que ella no estaba en peligro, pero prefirió hacerle caso a su hermano.
—Quiero hablar con Julia —le dijo Kathleen a Nick acercándose al par de hermanos—. Tráela, quiero decirle algo—. Nick pasó saliva. Eso iba a estar complicado, pensó.