El transporte público es impredecible en mi país, como puede avanzar rápido, tambien puede avanzar lento. Ese día llegué más temprano de lo normal a la parada del camión y como arte del destino pasó justo al momento, avanzó con mucha eficiencia que alcancé mi destino mucho antes de lo predicho. Tenía una hora para llegar a la escuela, así que cogí un libro que estaba en mi mochila y me puse a leer en uno de los escalones de la terminal de autobuses.
El tiempo pasó de prisa y pronto llegó la hora de guardar mis cosas y caminar rumbo a la universidad, de pronto la vi y sonreí como un tonto. Levanté la mano para saludarla, ella respondió con el mismo gesto, y caminó hacia donde yo estaba.
–Hola Ray – los hoyuelos que aparecían en sus mejillas al sonreír me parecían hermosos – ¿acaso me estas esperando? – preguntó con la mayor naturalidad.
–En realidad estaba leyendo. Pero ya que estás aquí podríamos irnos juntos, podríamos platicar, algo se me ocurrirá por el camino.
Salimos rumbo a la escuela, charlando sobre algunos asuntos sin importancia, conté algunos chistes solo para ver de nuevo sus hoyuelos que tanto me reconfortaban. Parecía que ya teníamos tiempo conociéndonos porque resultó que nos llevábamos muy bien. Aunque nunca pensé lo que me revelaría segundos más tarde al llegar a la facultad. Llegamos unos diez minutos antes de la clase.
–Bueno mi clase comienza en a las once en punto y mi profesor es demasiado estricto con el tiempo. Si tienes alguna duda en cualquiera de tus materias me avisas y yo te ayudaré con gusto – dije ofreciéndole mi ayuda.
Ella era una chica de quinto semestre de topografía, no sabía que asignaturas cursaba pero todo con tal de verla de nuevo.
¡Gracias! por cierto, mi nombre es Amanda – dijo mirándome de forma misteriosa, nos despedimos y caminamos en direcciones contrarias y me gritó – ¡se me escapaba decirte! – Volteé rápidamente y ella completó con una sonrisa burlona – soy casada.
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