Amanda

CAPITULO 16 QUIEN SOY

Después de verificar el estado de los heridos y de escuchar los diagnósticos del personal médico, decidí que había llegado el momento de saberlo todo. Mi venta no había sido un hecho fortuito, algo macabro se escondía tras ese hecho y debía averiguar la verdad, a cualquier precio ya que necesitaba imperiosamente descubrir mi identidad real. Mi pasado representaba un enigma difícil de resolver aunque no imposible. Mas allá de cualquier conjetura, mi existencia estaba ligada inexorablemente a la de mi esposo y Catalina lo sabía, indudablemente. Mi padre también debía estar al tanto de los acontecimientos y sospechaba que así mismo, se relacionaba con mi educación, como si hubiese estado preparándome para este momento. Poseía conocimientos de defensa personal, manejo de armas, idiomas y protocolo ¿Acaso este hombre había planeado mi venta con una considerable anticipación y había estado entrenándome para ello sin que yo pudiera siquiera imaginarlo?

Tras la batalla, Federico se había bañado regresando a sus actividades habituales. Yo, por mi parte, no podía retirarme sin saber si los familiares de los heridos habían sido debidamente notificados y si los doctores contaban con todo lo necesario para su pronta recuperación. Cuando me hube cerciorado de todo, tomé una ducha rápida intentando en vano ordenar mis ideas, evocar algún recuerdo perdido que guiara mi investigación a la vez que, emergían ante mi imágenes sangrientas de los últimos acontecimientos. Volví a sentir esa necesidad de destruir, de golpear, de gruñir, de exteriorizar mi furia y supuse que así se habría estado mi esposo últimamente. Comprendí la profundidad de su miedo y angustia, su imposibilidad de acercarse sin estar seguro de mi integridad física, sus demonios internos que acechaban en cada rincón y no conseguí evitar llorar. Grite con rabia cayendo de rodillas al suelo, exorcizando mis propios fantasmas, procurando reconstruir mi mundo destrozado. Fue entonces cuando unos brazos conocidos me cobijaron bajo la lluvia cubriéndome de besos y caricias, recorriendo mi cuerpo con sus manos ardientes y desperté a la realidad. Allí estaba él, mi esposo, el único que me comprendía, el que siempre estaría a mi lado, el que quiso protegerme y termino rindiéndose a mis pies. Lo bese con ira y con pasión en una entrega incondicional. Fuimos uno fundiéndonos en un solo ser, gimiendo de placer y locura. Por primera vez no existía ninguna duda o incertidumbre entre nosotros ya que nuestros propios monstruos se amaban tanto como nosotros mismos. Federico experimento la dicha de ser autentico, de no esperar que una bestia agazapada me hiriera y yo, descubrí la alegría de responderle con igual pasión y delirio. Terminamos agotados bajo la lluvia con nuestros corazones agitados intentando escapar del pecho y reímos de felicidad ante una entrega tan singular.

Descansamos agotados para amanecer abrazados y serenos.

_ ¿Que te preocupa?_ me pregunto el Emperador con tono serio.

_Quisiera saber quien soy en realidad porque estoy segura que mi padre no era mi padre y que la Tierra tampoco resultaba ser mi hogar. Hay algo más profundo y terrible en todo esto que no puedo descifrar. Tu madre lo sabe pero nunca desea hablar con nosotros, siempre tiene algún pretexto, viaje o circunstancia que impide cualquier encuentro. Carmen…ella debe tener algún tipo de información ¿Cómo supo que yo también necesitaría beber sangre?

_Bueno, yo necesito ser muy franco con vos. Lo intuí desde que te vi por primera vez_ confeso avergonzado.

_ ¿Y por qué no me dijiste nada?_ quise saber confundida. El permaneció en silencio por unos instantes y luego agrego:

_ ¿Que podía hacer? ¿Interrogarte en medio de un casamiento no deseado? ¿Cuestionar la autoridad de tu padre? ¿Preguntarte si acaso dudabas de tu origen? Disculpame pero estabas muy convencida de que tu hogar era de otro mundo, extrañabas tu escuela, tus amigos, tu vida… ¿Tenia el derecho de arrancarte eso también? Despertaste en un lugar lejano obligada a casarte conmigo luego de ser vendida por tu propio padre a mi madre. Yo escondía este secreto que me impedía ser quien soy…no podía ser tan cruel.

Resultaba más que obvio que sus argumentos eran razonables y justos, sin embargo la imperiosa necesidad de reconstruir mi pasado se había transformado en una obsesión.

_Hablemos con Carmen, ella tiene que decirnos la verdad.

_Mi madre le dijo que llegaría el momento en que tu verdadera naturaleza afloraría y que debía estar preparada, que te vigilara, que tomara todos los recaudos…

_Por eso me miraba como si quisiera comerme_ deduje finalmente.

_Temía por mi seguridad porque te consideraba una amenaza personal. La verdad es que no poseo muchas pistas, lo único agrego fue “pregúntele a sus amigos, los salvajes”.

_Vamos ahora mismo a buscarla para que nos aclare esto.

_Se fue, Amanda, mientras estábamos en la batalla.

_Eso quiere decir que se lo preguntaste antes ¿Cuándo exactamente?

_Cuando sentí que tu Monstruo y el mío se deseaban. Había algo en vos que ninguna mujer jamás había experimentado conmigo. Tu confianza, tu seguridad, tu necesidad de que sacara lo que escondía dentro de mí. Vamos a ser sinceros, amor mío, estabas demasiado convencida de que no te dañaría, tu fe en mi resultaba sospechosa.

_ ¿Es que dudabas de mi?_ le pregunte sorprendida. No soportaría que pusiera en duda de juicio mi amor por él.

_No, por supuesto que no. Eso jamás, yo sé que me queres, lo siento, lo percibo en la piel y en mi corazón. Pero inconscientemente algo más había, algo que vos desconocías y que yo también quería averiguar.

_Eso quiere significa que hay que volver a la cabaña.

_Si, lo haremos inmediatamente, si estas de acuerdo.

Nos vestimos, fuimos a las caballerizas para montar nuestros caballos y emprendimos la partida. Llegamos muy temprano pero los pobladores ya se encontraban en sus tareas cotidianas. Sorprendidos ante nuestra inesperada presencia, se apresuraron a saludarnos con la misma cordialidad de siempre haciéndonos sentir como en casa. Ese era nuestro lugar indudablemente. Lotte y Ñire fueron los primeros en presentarse invitándonos a desayunar en su cabaña, cosa que me lleno de alegría ya que significaba que era genuinamente bienvenida. Me pareció una falta de educación comenzar con el interrogatorio por lo que disfrutamos de los alimentos y de la charla amena. Su casa era pequeña pero extremadamente cálida, un hogar, sin lujos ni esplendores sino simplemente, un lugar donde compartir y disfrutar el hecho de estar juntos y ser familia. Las cosas continuaban tranquilas, como de costumbre, aunque las noticias de la batalla habían llegado a sus oídos. Todos sabían de nuestra victoria y de mi participación insospechada pero no tocaban el tema por cortesía o delicadeza. Yo no podía darme el lujo de esperar, me urgía conocer mí pasado por lo que, olvidándome de todo tacto, fui directo al grano:




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