Amanda

CAPITULO 24 EL SACRIFICIO FINAL

Los hechos se sucedieron con brutal rapidez. Federico acepto que Ryon fuese el estratega y que Maximiliano ejecutase el plan trazado. De ese modo, el Emperador se concentraría en salvar a Amanda, de modo contrario, su estado de furia y desesperación hubiese creado un caos imposible de contrarrestar. Los soldados acataron una a una las órdenes impartidas por su Comandante en Jefe, sin dudar ni un solo instante, demostrando confianza y, sobre todo, respeto. Ryon había convocado a milicianos reunidos por las familias más notables de Faryas, quienes concurrieron al campo de batalla con extremada rapidez. Como si fuesen un único ejército, lucharon con valentía contra el feroz invasor. Los hombres de El Tuerto jamás hubiesen podido concebir la idea de que Faryas se hubiese unido de tal forma, apoyando a su Regente y evidenciando el amor de un pueblo hacia su nueva Emperatriz.

Mientras tanto, dentro de las mazmorras, Amanda reunía todas sus fuerzas para enfrentar la huida. Podía presentir la presencia de su familia: Ñire, Lotte y su propio padre se hallaban trabados en feroz pelea junto a un número incierto de nativos que esperaban las órdenes precisas para contrarrestar el ataque. Le costaba concentrarse ante semejante situación. Por un lado, su esposo y su familia fuera de las celdas, por el otro, su padre de crianza y un hijo en el vientre. Su Monstruo interior pugnaba por salir, a la vez que todo lo que la rodeaba, la instaba a aguardar, controlarse y ser dueña de sus actos. Olía la tierra, como si fuese el más fino perfume, sentía el aire en su piel como un suave murmullo, el agua del rio cercano cantando en sus oídos y el fuego en sus venas quemándole las entrañas. Entonces, supo que Federico había conseguido entrar. Su filosa espada cortaba la carne del enemigo, blandiéndose sonora y cruelmente. Los undrianos caían uno a uno a su paso, en un vano intento por evitar su acercamiento. En ese momento, su puerta fue

arrancada de cuajo, dejando ver a un hombre con el rostro ensangrentado y la mirada furtiva acechando, buscando su encuentro. Corrió a abrazarla, hundiendo la cara en su pelo, absorbiendo su aroma, cerciorándose de que todo estaba bien, que Amanda no había sufrido ningún rasguño.

_Estoy bien_ le confeso su esposa_Estamos bien_ agrego esbozando una sonrisa traviesa.

Federico la beso con una pasión que hubiese derretido los hielos más antiguos, con una angustia que brotaba de lo más íntimo de su ser.

_Debemos irnos_dijo finalmente entregándole una espada que llevaba en su espalda.

_Antes hay que sacar a alguien del calabozo contiguo.

_Por supuesto_ y acto seguido, el Emperador abrió la otra puerta rompiendo el candado con el puño de su arma. Su instinto le decía que necesitaba asesinarlo, pero Amanda, adelantándose a su esposo, confeso:

_Las cosas no fueron como pensábamos. Ayudalo, por favor.

Esas pocas palabras bastaron para sosegarlo. El pobre hombre apenas lograba caminar, demasiado débil y enfermo, atosigado por la culpa y la vergüenza. Se aproximaron a la salida, desde donde se oían los quejidos undrianos ante las filosas hojas de metal faryanas. La luz inundo sus ojos, dejándolos ciegos por unos instantes y entonces, desde un oscuro rincón, un soldado undriano intento atacar a la Emperatriz. El menudo hombrecito, interpuso su cuerpo ante su hija para recibir la estocada mortal.

_Siempre te quise, hija_ musito entregando su alma a los dioses.

Lo siguiente sucedió rápidamente. Los Emperadores pelearon con brutalidad, espalda con espalda, cuidándose uno al otro en medio de un torbellino brutal de hombres furiosos. Unas bestias enormes y salvajes atacaron a la pareja, que, cegados por la rabia y el dolor, lucharon con sus manos desnudas desmembrando a aquellos animales demoniacos, grandes como lobos gigantescos y crueles, como las bestias que eran. Los soldados de ambos bandos quedaron perplejos ante semejante despliegue de monstruosidad. Amanda y Federico demostraron su fuerza valentía, arremetiendo una y otra vez contra aquellas criaturas, arrojando uno a uno sus cuerpos hasta lograr una pila de cadáveres inmundos. Cuando hubieron terminado, la Emperatriz cayó al suelo de rodillas, poso sus manos sobre la tierra y reino un silencio espectral. Los vientos soplaron con fuerza, las aves surcaron los cielos en oscuras bandadas, los árboles se agitaron con violencia y las nubes dieron paso a una claridad inusual.

Undria había sido derrotada y seria anexada al territorio de Faryas. Sus demoniacos regentes huyeron a las más altas montañas y el ejército festejo la victoria levantando sus espadas y abrazándose.

La Emperatriz fue rodeada por una multitud que repetía su nombre junto al de su esposo a viva voz. La familia volvió a reunirse y el Emperador, en medio de tamaña vorágine, tomo a su esposa de la mano para besarla con pasión. Maximiliano y Ryon, también celebraron aquel triunfo junto a sus hombres, milicianos y nativos. Faryas era un único ejército y una única nación. Atrás quedaron las viejas rivalidades, era momento de un nuevo inicio, de un periodo de paz y prosperidad para todos.

De ese modo, Amanda había llegado para unir , gobernar y ayudar a su pueblo, aquel que dejara años atrás y que ahora amaba más que nunca.

Una vez en palacio, curadas las heridas y calmados los ánimos, los Emperadores se retiraron su habitación.

_Tenías una sorpresa para darme_ dijo Federico arrancándose la camisa_ Un secreto que ya no lo es, pero que deseo escuchar de tus labios.

Amanda, a su vez, se despojó de su bata exponiendo su cuerpo desnudo ante los ojos hambrientos de su esposo, que la devoro con la mirada en un instante.

_Estamos esperando un hijo_ musito ella.

_O una hija-murmuro el sujetándola de la cintura para entregarse a una pasión incontenible. Beso con avidez cada centímetro de su cuerpo, acariciando sus senos, mordiendo su cuello y recorriendo los muslos hasta encontrar el punto máximo de placer femenino. Ella gimió como a él le gustaba, repitiendo su nombre, doblegando su alma.




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