Amanda

LA CONVERSACION

La ceremonia fue rápida y sencilla. La novia parecía ofuscada, cada gesto del rey Darian la irritaba, cosa que no lograba controlar por más que quisiera, como si una rabia profunda circulara violentamente por sus venas. Por su parte, el novio estaba encandilado con la frescura y honestidad de su flamante esposa. Las mujeres solían ser complacientes y sumisas ante su presencia, dispuestas a complacer cada capricho ya fuese por respeto o por temor. Su fama de hombre agresivo y déspota se extendía por todo el reino, como si fuese un eco resonando entre las gélidas montañas de sus dominios. Sin embargo, Darian había trabajado muy duro para ganarse semejante reputación a costas de sacrificar su verdadero espíritu, noble y generoso. La batalla no permite debilidades no dudas, por eso se había formado a sí mismo, como un soldado aguerrido y feroz, un “bárbaro”, según palabras de su flamante cuñado, el Emperador Federico de Faryas y de todo aquel que lo conociera.

El viaje a Tragian fue silencioso. Darian observo a su esposa: era realmente bella, como una flor en primavera. No estaba en sus planes una mujer con semejantes características. ¿A dónde estaba su actitud servil ¿Aurora tenía sangre real, sin lugar a dudas. Pero había algo de tensión entre ellos, como si cada palabra suya encendiera una llama en ella. Inicialmente, le causaba gracia. ¿Sería siempre así desde ese momento en adelante? Sólo el futuro lo diría.

_Esa es la montaña Rorten, allí se encuentra nuestro hogar. Espero que sea de tu agrado. _dijo el rey con amabilidad.

_Mi hermano me comento algo sobre Tragian, sus orígenes y su geografía. Ha habido grandes guerreros en su historia, hombres de temple, adorados por su pueblo y temidos por sus enemigos. _ agrego Aurora intentando establecer una conversación.

_Bueno…no me cabe a me responder esa pregunta. Sólo puedo asegurarle que en el campo de batalla soy implacable, protejo a los míos, aunque se me vaya la vida en ello. Respecto a la adoración, mi gente me admira, eso sí lo sé. Me he esforzado mucho para ser un buen gobernante y para cuidar del estado de mi pueblo. No me gusta el despilfarro ni la ostentación. Prefiero llevar comida a una familia a beber un vino caro, o colocar zapatos en los pies de los niños a dar una fiesta. No estoy al corriente si usted prefieres los bailes y las reuniones a pasar tiempo con la plebe.

_Lo segundo es más lo mío. Siempre fui una sirvienta, viví en la pobreza y en el palacio, habitaba en el lujo, pero no lo consideraba mío, por más que sabía que si me pertenecía por derecho de nacimiento. Soy feliz con poco, no necesito mucho. _ confeso Aurora con modestia.

_En la batalla tampoco se precisa demasiado, solo coraje, fuerza y destreza con las armas. Se duerme donde hay lugar, comemos lo que podemos preparar, compartimos mantas, cuidamos de nuestros animales…quizás de ahí viene mi austeridad. Puedes tutearme, esposa mía.

_Dudo que lo consiga tan pronto. Primero tenemos que conocernos un poco más después el tiempo dirá. Aun no se qué tipo de hombre es usted…_ expreso sugestivamente en un intento por disimular su nerviosismo ante la proximidad de su noche de bodas.

_La violencia la dejo para la guerra, no para el lecho, Aurora. No sucederá nada que tu no desees, de eso puedes estar tranquila. Por lo pronto, solo conviviremos y posteriormente veremos. Necesito alguien de confianza para los asuntos de Estado. No quiero una esposa para la noche. Anhelo una para toda la vida, alguien que me muestre mis errores y me felicite cuando acierto. Tenemos un pueblo que gobernar Aurora, y eso esta por encima de cualquier otra cosa. ¿Entendido?_

_Si, entendido- dijo aurora volviendo a mirar por la ventana del carruaje.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.