Amanda

DUDAS

Aurora paso los primeros días en el castillo conociendo al personal, conversando con ellos y compartiendo risas y chimentos. Así supo que su esposo era un hombre valiente, leal y de palabra. Sus hombres lo seguían sin dudarlo porque, además de ser un buen líder, era un excelente amigo, generoso, comprensivo y capaz de cubrir con su propio cuerpo a quien lo necesitase. Su apodo de El Bárbaro hacía referencia a su brutalidad al momento de defender a los suyos, pero no tenía nada que ver con su diario comportamiento. Era un hombre correcto, de buenos modales, siempre activo, recibiendo gente en su despacho y recorriendo los alrededores a caballo. Esa misma mañana Aurora lo había acompañado a visitar un pueblo vecino. Llevaron alimentos y mantas y el mismo rey verifico que la cabaña que el mismo había ayudado a construir con sus propias manos, había resistido tormentas y nevadas.

_ ¿Qué opinas? _ le pregunto mientras regresaban al castillo.

_Es un lugar muy bonito y las personas, sencillas y agradables.

_No, me refería a mi persona. ¿Qué piensas de mí?

_Bueno, sé que eres valiente, todos me lo han dicho y que darías tu vida por una causa justa.

_No, quiero decir ¿Qué opinas de mí; de mi forma de ser? ¿Que sientes?

_Creo que …ay, Darian, no sé qué esperas que te diga. ¿Qué estoy loca de amor por ti? ¿Que eres el mejor?

Ambos continuaron la marcha sin dirigirse la palabra.

Darian anhelaba un matrimonio real, ahora lo sabía, lo necesitaba con pasión. Su cuerpo deseaba el calor de Aurora, sentirla, abrazarla, escuchar sus gemidos… ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿En qué momento un simple pacto se transformó en su propio infierno personal? Estaba acostumbrado a mujeres que se deslumbraban ante su presencia, nunca había esperado a nadie.

Llegada la noche, Aurora vio a una mujer vestida con capa negra, ingresar al dormitorio de su esposo. Paso toda la noche aguardando, pero la puerta no volvió a abrirse. Evidentemente la desconocida proseguía allí. Al amanecer, una silueta oscura recorrió los pasillos desiertos y a la hora del desayuno, la reina no se presentó ante su rey. Preocupado, Darian se dirigió a sus aposentos, golpeo y entro.

_Buenos días, Aurora ¿Te sientes bien?

_Mejor que tú lo dudo. Parece que tuviste una noche movidita.

_Disculpa, no te comprendo. ¿De qué me estás hablando?

_Llevamos una semana de casados, UNA SEMANA, y ya llevas a una mujer a tu cama.

Darian se echó a reír. Aquella situación le causaba mucha gracia, sobre todo considerando que no tenía por qué sentirse celosa. Ella misma no hablaba de romance, tampoco mencionaba el tema. Él no la obligaría a dormir a su lado, tenía que salir de ella, por iniciativa propia, de lo contrario, la tomaría entre sus brazos y la besaría con pasión poniendo a prueba sus límites. Soñaba con el día en que se estremeciera junto a él, imaginaba el encuentro y se tensaba.

_Dijiste que era un pacto diplomático_ susurro el sonriendo divertido.

_Si, pero no creí que te dieras por vencido tan pronto_ confeso ella indignada.

_Yo no me rendí, aunque si es cierto que no dormí solo. No es justo mentirte, no voy a negarlo. Sin embargo, fue solo eso, nada más. Quise desquitarme de alguna manera, hacerte ver que soy un hombre deseable, con necesidades…_ y mientras hablaba, se acercaba a Aurora como un felino acechando a su presa_Pero no pude, debía darte otra oportunidad_ y así, sin más, con la sangre rugiendo en sus venas, la tomo entre sus brazos y la beso apasionadamente y ella, la esposa despechada, probo la miel de sus labios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.