—Que bueno broma no conocía ese lado tuyo—me reí como tonta pero bastó poco para darme cuenta que yo era la única que se estaba riendo y que todos me observaban con seriedad.
—No es una broma Key. Es cierto que Alin es mi primera esposa—pronunció con seriedad mi esposo arreglando su traje y mi rostro cambió totalmente sin poder asimilar lo que pasaba. Y para aumentar mi sorpresa y decepción un pequeño de unos seis años llegó corriendo a la sala.
—Papá te extrañé mucho—gritó mientras Ares lo tomó en brazos y lo abrazó. Mi esposo no era realmente mi esposo y tampoco yo sería la madre de sus hijos como siempre soñé. Era un mentiroso, que estaba ya casado e incluso tenía hijos y al cual yo desconocía por completo. Me quedé inmóvil, decepcionada. Lo miré con odio, rabia, ira. Solo quería salir corriendo de allí e ir a abrazar a mi madre y contarle todo.
—Amor hablemos en privado —dijo mientras me quedé anonadada sin poder pronunciar palabra alguna e inmóvil. Él me tomó por la mano y me llevó a la habitación donde planeaba que durmiéramos o que sé yo qué se hace cuando tu esposo tiene más mujeres. Me haló por la mano mientras nadie le reprochó nada, ni su familia, ni su otra esposa ni siquiera yo. Entramos a esa habitación y él cerró la puerta.
—Quiero el divorcio—pronuncié con lágrimas en los ojos.
—Acabamos de casarnos no podemos divorciarnos tan pronto,yo te amo—dijo cínicamente y el odio que sentía hacia él aumentó.
—Me has engañado de la peor manera. Hiciste algo peor que serme infiel. Yo confié en ti, vine a un país desconocido, donde no conozco a nadie, ni siquiera sé bien el idioma, ni la religión, ni la cultura, lejos de mi familia, de toda la gente que conozco para descubrir que ya estás casado, que yo soy solo tu segunda esposa.
—Es algo normal aquí. El matrimonio múltiple es legal en este país. No te lo dije antes porque sabía que no te agradaría. —pronunció
—Quiero el divorcio, irme de aquí y no verte nunca más—grité sacando como loca las cosas de mi maleta para buscar mi carné de identidad y mi pasaporte y tomar el primer vuelo que apareciera de regreso a mi país pero no lo encontré.
—¿Tomaste mis documentos personales? —cuestioné con el corazón en la mano esperando que todo fuera un error y él suspiró.
—Lo siento Key. Pero que te divorcies de mi en el primer mes de casados sería una vergüenza para mí y una mancha en mi reputación, tengo una imagen que mantener, una enorme empresa que dirigir. Nos quedaremos a vivir aquí, aprenddivorciaremoss tradiciones y no nos divorciaremo, tampoco podremos regresar a tu país como prometí—dijo todo calmadamente pero con un tono autoritario.
—¡No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer! —grité corriendo hacia la puerta.
—Soy tu esposo—pronunció tranquilamente aunque su rostro era serio. —Key, te amo—intentó poner la mano en mi hombro y yo solo salí corriendo de allí su familia estaba en la sala y yo llorando crucé corriendo la puerta que daba fuera de la casa para darme cuenta que la enorme reja que separaba la mansión de la calle estaba cerrada y la entrada vigilada por muchos guardias, miré en círculos hasta todos lados sintiéndome desesperada, enjaulada. No era su esposa ya, era su prisionera. Mi corazón comenzó a latir rápido y comencé a sentirme asfixiada en mis pensamientos. Corrí hacia la puerta golpeándola y sus guardias se acercaron para detenerme.
—¡Que nadie se atreva a tocar a mi mujer! —pronunció y fue hasta donde yo estaba.
—Te odio, quiero ir a casa—grité mientras me cargó sobre su hombro mientras yo lo golpeaba intentando que me soltara pero no lo hizo solo me llevó a la habitación donde estuvimos antes y me acostó en la cama.
—¡No vuelvas a hacer algo así! ¡Nunca más! No estamos en Latinoamérica, otra escenitas de esas puede costarnos la vida a todos—exclamó—descansa y piensa las cosas, más tarde hablaremos—dijo saliendo de allí y cerrando la puerta con llave al hacerlo.